«Aquí nunca me he sentido extranjera»

FERROL CIUDAD

josé pardo

Se enamoró de un ferrolano y decidió cambiar Guatemala por una ciudad en la que se siente feliz: «Vengo de un país con mucha violencia y vivir en paz es un privilegio»

24 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«¡Nombre más rimbombante no me pudieron poner!». Entre risas, Cleopatra Alejandrina Bucley Pérez -Jandy para los amigos- pronuncia palabra a palabra su nombre y retrocede en el tiempo para hacer un repaso rápido de su vida antes de que el destino decidiese traerla a Ferrol. Esta mujer con alma de artista y piel mulata nació en la ciudad guatemalteca de Huehuetenango en 1976, pero de niña también vivió en México -donde estaban sus abuelos- y, tras regresar a su país y pasar varios años en Quetzaltenango, en 2005 puso rumbo a Ferrol. La culpa, como en otros muchos casos, la tuvo el amor. «Conocí al que hoy es mi marido en la Universidad Francisco Marroquí, donde él daba clases de Economía y yo asistía a un curso de pintura», rememora Jandy.

En menos de un pispás se hicieron novios y, al cabo de dos años, la pareja decidió poner rumbo a la tierra natal de él. Ferrol. Nada más y nada menos que una ciudad al otro lado del océano, a más de ocho mil kilómetros de distancia de Guatemala. «Estaba nerviosa, porque era venir a otro mundo, pero también lo viví como algo mágico, porque me venía por amor, para iniciar una nueva vida con mi marido», cuenta la protagonista de esta historia.

Cuando Jandy aterrizó en Ferrol ya llevaba varios años enganchada a los pinceles -una pasión a la que se aficionó durante la adolescencia, como una «especie de terapia» para hacer frente a una dura enfermedad- y al llegar a Galicia no quiso abandonarlos. «Me apunté a las clases de Carmen Martín y Anxo Varela, y allí, además de aprender muchísimo, hice grandes amistades», cuenta Jandy en alusión a Raquel Castro y Margarita Salgado, junto a las que más tarde fundaría el colectivo artístico As Ghaviotas y con las que ha expuesto en más de una ocasión. «Somos muy diferentes, pero nos entendemos muy bien. Ellas son mis amigas del alma», dice con cariño hacia sus compañeras de batalla artística.

Pero Carmen, Anxo, Raquel y Margarita no fueron los únicos que hicieron más fácil la integración de Jandy en su ciudad adoptiva. «En la familia de mi marido me siento como una más y mi cuñada es como mi hermana», dice agradecida. Por no hablar del paisaje gallego -con un verde espectacular que la tiene «hipnotizada»- y lo «familiar» que le resulta todo gracias a su pasado en México. «Hay muchas cosas de aquí que me recuerdan allá, como el café con leche por las mañana con las galletas María. La primera vez que me sirvieron ese desayuno aquí me sentí como en casa», dice Jandy sonriente.

Aún así -y a pesar de que ya se encuentra plenamente adaptada-, hay cosas que le siguen chocando. Entre ellas, la forma en la que se vive en España la religión -«más ligada a la tradición y al fervor que a un sentimiento íntimo»- y, por otra parte, la falta de unidad entre las diferentes regiones de España. «A mí me parece que el país está desintegrado. No hay un país, sino varios países. Está el castellano, el gallego, el catalán... Pero no veo a un catalán dando la vida por un gallego, cada uno va a lo suyo», reflexiona Jandy.

¿De dónde se sentirá ella? «Yo nací en Guatemala, pero tengo claro que mi hogar estará donde podamos estar juntos mi marido y yo, ya sea Siberia, Guatemala o Ferrol», dice contundente. Eso sí, de momento -y mientras el trabajo no los lleve a otro lugar-, ella asegura sentirse «feliz» en la urbe de las grúas y los astilleros: «Vengo de un país con mucha violencia y poder vivir en paz es un privilegio. Además, aquí nunca me sentido extranjera».