Más sombras que luces

FERROL CIUDAD

07 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los vecinos de mi calle llevamos unos días desconcertados: la frutería de la esquina cerró definitivamente. Algo que, por desgracia, pasa a diario con otros negocios en el centro de la ciudad, pero al que cuesta acostumbrarse. Especialmente, si desaparece también de la vida vecinal la persona que lo atiende, como en este caso, en que lo echaremos mucho de menos. Tito servía de referente a los vecinos de las cuatro calles que convergen en la esquina de su negocio. Afable, con sentido del humor, servicial, animado y hablador, era el empleado idóneo para llevar cualquier establecimiento al público. Lo mismo que vendía manzanas y plátanos podía vender zapatos o merluzas, lo importante era su proximidad al cliente y su simpatía natural. Por eso, cada uno de nosotros que pasaba por delante de su local había de pararse un momento para saludarlo o para comentar cualquier noticia, del barrio o de la ciudad, pues su transistor estaba siempre sintonizado en una emisora local y Tito estaba al tanto de todo. Era especialmente querido por las señoras mayores, que podían dejar allí sus bolsas mientras iban al supermercado de al lado a hacer otras compras, y a las que aconsejaba, con mucha competencia, sobre sus artrosis o sus problemas con el colesterol, lo mismo que se interesaba por los estudios de sus nietos o la salud de sus maridos. Hablaba, trabajaba, envolvía y cobraba, todo al mismo tiempo, sin que la conversación retrasase en nada lo que tenía que hacer. Salvo cuando perdía el Barça, que tenía que aguantar las puyas de los madridistas, y que devolvía con creces los días en que a estos les iba mal.

Una pena semejante a la que sentimos los vecinos de Tito por el cierre de la frutería la sentirán los ferrolanos que viven en otras calles, sobre todo del centro, cuando un día sí y otro también, comprueban cómo el establecimiento vecino amanece con la verja de cierre echada, con un cartel de «se vende o se alquila». Esto se parece a El rayo que no cesa, del que hablaba Miguel Hernández. Ferrol sufre una hemorragia laboral y, por lo tanto, poblacional, que nadie es capaz de cortar. Esta semana, los ferrolanos pudimos leer en la edición local de La Voz que esta ciudad es la más envejecida de toda Galicia; la que tiene menos jóvenes y menos extranjeros. Lógico, ¿qué futuro les espera aquí a unos y a otros? En un cuarto de siglo Ferrol perdió un cuarto de su población. La vida que había en sus calles en los años 80 y 90 ha derivado en una presencia de gente mayor, que pasea por las mañanas, compra lo necesario y se recluye en sus casas por las tardes. El problema de la peatonalización de la ciudad, que tanto preocupa a este Ayuntamiento, se va a resolver solo, cuando desaparezcan de las calles, por ley natural, los peatones, que ya hoy, en el centro, no pasamos de cuatro mil.

Hay que tomarse muy en serio este asunto. Va en ello el futuro de la ciudad.

Para la Corporación actual debe ser el tema prioritario, el más urgente. El problema viene de atrás, lo sabemos, pero ellos tienen ahora la responsabilidad de intentar ponerle remedio. Por encima de partidos y de enfrentamientos personales.

Ya no vale mirar para otro lado ni echarse las culpas unos a otros. Los pocos que quedemos en la ciudad, y los muchos Titos que han perdido el empleo, os pediremos cuentas por no intentarlo con responsabilidad. A todos.