Espejos

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

28 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El tiempo, que como se sabe es uno de los sinónimos más socorridos de la vejez, a veces desempaña algunas capas que el paso de los años fue depositando sobre el espejo borgiano que simboliza una vida. Emergen, así, de algún oscuro rincón del azogue imágenes sepultadas bajo el polvo gris mate del olvido. Surgen claras y limpias como afloradas del fondo de un pozo de agua quieta, y uno no siempre se reconoce en ellas por más que el perfil resulte incuestionable: propende a observarlas como un baile de máscaras, como una impostura, como una luz molesta que descompone el relato que ha ido acomodando a la historia que ha construido para explicarse, un chirrido que desentona en la zona de confort con la que se ha acolchado. Una cicatriz que solo se hace visible cuando se dispone del sosiego y la entereza suficientes para escudriñar en los recovecos del enigmático y veleidoso espejo: ese médium remiso a satisfacer otras demandas de fondos de su ignoto archivo. Hay en ese informe batiburrillo que se oculta tras el vidrio espacios vacíos que tal vez conjeturen que hemos sido invisibles en algún momento. Si, en un descuido, dejamos la introspección y miramos alrededor, quizá presintamos la invisibilidad futura de episodios actuales: tal vez cuando dentro de unos años algunos próceres bien pagados con dinero público en puestos de aparente responsabilidad y hasta respetabilidad en chiringuitos de la Xunta concebidos para compensar silencios; si dentro de unos años, digo, se atreven a mirar en su espejo esta etapa y no vean nada creerán que es uno de esos lapsus, cuando, realmente, será la fidelísima imagen de su gestión ¿Serán así los espejos, Jorge Luis?