La garza a orillas del río y el calor de los libros

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

ramón loureiro

14 feb 2023 . Actualizado a las 00:29 h.

Durante largo tiempo fui un ávido lector de biografías. Especialmente de biografías de escritores, y sobre todo de los que más admiro. Pero, si bien es cierto que sigo leyéndolas, o releyéndolas, con cierta frecuencia, más cierto aún es que gran parte del entusiasmo que despertaron en mí en el pasado ha ido desvaneciéndose, porque suele haber en ellas una tristeza infinita. Además, una vida entera de lecturas me ha llevado al convencimiento de que, aunque tal cosa no pueda asegurarse siempre, lo mejor que se ha escrito sobre la mayoría de los grandes genios de la literatura —que nadie se moleste, por favor, por lo que digo— lo escribieron ellos mismos; y, por si fuese poco, sin dejar que el peso de la realidad (entiéndase la ironía) les estropease la hermosa estela de los sueños. No obstante, les ruego que no me malinterpreten: nada está más lejos de mi intención que renegar de la importantísima labor de los investigadores, con independencia de que a menudo nos desvelen cosas que quizás preferiríamos no haber sabido. De hecho, soy muy consciente de que, con quienes han sacado a la luz tantos secretos de escritores del pasado, siempre estaremos en deuda los que tenemos esta pasión nuestra, casi enfermiza, por los libros.

(Por los libros que nos hicieron felices, y también, como es natural, por la memoria de quienes los escribieron).

De todas maneras, no me hagan ustedes mucho caso. Conforme el tiempo pasa, uno cada vez va estando más convencido de que, a los escritores que no conoció, prefiere verlos en las páginas de sus novelas, y de paso imaginarlos como ellos desearían ser recordados y reconocidos. Porque, además, si hay un derecho al que nunca debería renunciar un narrador —y ya no digamos un poeta—, es el de soñarse a sí mismo.

A Cervantes, por ejemplo —y miren que de la vida de Cervantes sigo leyendo sin parar todo cuanto llega a mis manos—, yo lo veo, y cada vez con mayor nitidez, en los capítulos del Quijote. Aunque no tengamos de él ni un solo retrato del que se pueda asegurar que es auténtico, en su obra veo su rostro, tan marcado por los innumerables sufrimientos que le deparó su paso por este mundo. Y con casi todos los escritores que venero me ocurre algo parecido: me reconforta verlos, sobre todo, en sus libros. Aunque ya me gustaría poder conocer un poco mejor la vida de Fray Antonio de Guevara, citado por el propio Cervantes en el prólogo de la primera parte del Quijote. O de Montaigne, o de Valle, o de Poe, o de Clarín, o de Faulkner, o de Stevenson...

(Qué frío hace esta madrugada, amigos. El río Cádavo va camino del mar, hacia Perlío. Frente a mi ventana, la noche oculta una garza. Y la lechuza canta en la lejanía).