José Martínez Vidal, fundador del restaurante O Parrulo: «Venir a Ferrol fue mi mejor decisión»

J. M. ORRIOLS FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Esta imagen refleja la bonhomía del hombre que puso en marcha el restaurante O Parrulo
Esta imagen refleja la bonhomía del hombre que puso en marcha el restaurante O Parrulo JOSE PARDO

Su tía Rosa fue la que lo animó, en el entierro de su abuela, a dejar las labores del campo de la casa paterna en Irixoa para cambiarse definitivamente a esta ciudad

27 nov 2023 . Actualizado a las 15:01 h.

José Martínez tenía veinte y pocos años cuando tomó una decisión que marcó su vida. Sus hermanos habían emigrado a Argentina y él decidió trasladarse a Ferrol, una ciudad pujante en aquel entonces, con la construcción naval en auge y siendo la sede de la Capitanía General del Cantábrico, que abarcaba del río Bidasoa al Miño en A Guarda. También en Ferrol estaba la Comandancia General de Flota. Se vino a la casa de su tía y encontró trabajo en Rodolfo Lama, una empresa que era auxiliar de Astano. Pero, aunque ponía toda la voluntad del mundo y su trabajo era incansable, de todo aquello no sabía nada y a los seis meses lo despidieron.

«Y fue una auténtica bendición —nos dice O Parrulo— porque me tuve que buscar la vida y decidí montar lo que entonces llamaban ultramarinos, es decir, una tienda en la que podías encontrar de todo. Celestina, mi esposa, se vino conmigo y con nuestro hijo Julio, y ya más tarde también mis padres. Así comenzó nuestra vida en Ferrol».

—Y el negocio funcionaba.

—Sí, y muy bien, porque buscábamos productos de proximidad, yo mismo mataba los cerdos, comprábamos el pan a Binuca de O Roxal y los vegetales y frutas venían directamente de la huerta.

—Y de ahí al restaurante, ¿cómo fue ese paso tan decisivo?

—Cosas del destino que quiso que un día el sacerdote José Chao Rego, que venía a la tienda habitualmente, preguntara si teníamos algo para comer. Mi madre, que estaba en la cocina, le dijo que tenía guiso. Se lo sirvió y le encantó, lo que hizo que aquello se propagara y pronto fueron muchos los ferrolanos que aparecieron por Casa Martínez. Nosotros entonces nos lo planteamos y decidimos empezar con la cocina. Celestina sabía lo que había en la aldea y yo, nada, pero desde el primer día lo que garantizamos fue la calidad. La tienda se nos hizo pequeña y decidimos comprar las tierras de alrededor y construir una casa. Para ello contamos con la ayuda de mis padres, que vendieron la finca de Irixoa y, aun así, quedamos empeñados. El restaurante, o más bien la casa de comidas, se iba llenando cada día y, poco a poco, íbamos saliendo adelante. No teníamos un duro, pero trabajábamos todas las horas del día. Fue muy duro, aunque satisfactorio.

—Y ya O Parrulo. ¿Por qué ese nombre?

—Otra cosa curiosa, porque ese nombre me lo pusieron unos amigos que venían a jugar la partida a los que yo, de broma, cuando perdían, les decía que eran unos parruliños, así que cambiaron «tienda nueva» por O Parrulo, nombre que, más tarde, Rogelio Cenalmor, alcalde de Ferrol, que también era cliente, me dijo que él se encargaba de registrar. Con esta selecta clientela empecé a meterme en la cocina para ayudar y pronto me vi elaborando y creando platos que eran únicos, como la merluza al Parrulo, las chuletas para aprendices de medio kilo, para adultos de 750 gramos y las de entendidos de un kilo. Y, a partir de ahí, todo fue progresar, hasta conseguir lo que tenemos hoy, que es este restaurante de cocina tradicional gallega, que llevan mis nietos Malena y Alberto, bajo las directrices de mi hijo Julio.

Cocina gallega y ferrolana

Nunca olvidó Irixoa, su tierra natal, pero O Parrulo (si lo llamamos por su nombre o apellido, no se da por aludido) se siente ferrolano y así, nunca faltó en su carta un postre tan típico y tradicional de esta ciudad, como el arroz con leche, que preparaba su esposa Celestina quien, aunque ya no cocina, sí transmitió la receta a su hijo y a sus nietos.

O Parrulo viajó con la Xunta y Turgalicia enseñando la cocina tradicional gallega por todo el mundo. «Fue una etapa muy bonita, porque tanto en España como en Europa o América me recibían con los brazos abiertos y copiaban mis platos».