El dulce retiro de Teté, una camarera de pisos de 10: «Tuve a los mejores jefes»

B. ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

María José Rubiños, Teté (en la imagen, con jersey rosa), arropada por sus compañeros del hotel
María José Rubiños, Teté (en la imagen, con jersey rosa), arropada por sus compañeros del hotel CEDIDA

El Gran Hotel de Ferrol homenajea a María José Rubiños, que trabajó en el alojamiento desde su apertura y ahora se jubila feliz, con cariño y agradecimiento hacia sus compañeros

30 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Puede haber algo más gratificante que despedirse de la vida laboral tras haber tenido a los «mejores jefes y compañeros que una podría imaginar»? Con estas palabras textuales se refiere a su «segunda familia» la ferrolana María José Rubiños (San Jorge, 1957), la más longeva y veterana camarera de pisos del Gran Hotel de Ferrol, que este mismo mes de mayo se despedirá de toda una vida de trabajo en los establecimientos de la familia Vílchez Simó. «Primero estuve unos cinco años en el horno y el hostal Valencia de la carretera de Catabois (hoy con categoría de hotel) y después ya pasé al Gran Hotel de Ferrol, donde estuve desde su apertura», explica esta «trabajadora de 10», «encantadora», «gran persona» y «siempre con una sonrisa en la boca», como la describen sus compañeros y el director del cuatro estrellas de la carretera de Castilla, Alfonso Rey.

El retiro oficial no le llegará hasta el día 20 de mayo, pero, en la práctica, Teté —como la llama cariñosamente todo el mundo— ya está jubilada, porque todavía estaba pendiente de cogerse unas vacaciones y ya ha abandonado su puesto en el establecimiento. «Ahora mismo estoy en Valencia, pasando unos días con la familia», comenta risueña al otro lado del teléfono.

Aunque confiesa que de niña soñaba con ser profesora —«algo que no pudo ser, porque éramos muchos y en casa no había dinero para pagar los estudios»—, asegura que volvería a elegir una y mil veces el trabajo que tuvo en el Valencia y en el Gran Hotel Ferrol, adonde llegó tras haberse ganado el pan en un almacén de alimentación, limpiando casas y cuidando a personas mayores. «A mucha gente le parece muy duro el trabajo de camarera de pisos, pero yo siempre lo llevé bien porque soy una persona fuerte y además me encanta todo lo relacionado con el cuidado de la casa: limpiar, ordenar, crear un ambiente agradable.... Para mí no había mayor recompensa que un huésped me dedicase un halago al ver lo limpia y ordenada que estaba su habitación», relata Teté.

En un día de muchas ocupación en el hotel, podía tocarle limpiar unas 15 habitaciones, y si había poca, alrededor de diez. También dejaba como los chorros del oro las zonas comunes. Y, por suerte, pocas veces se encontró con cuartos hechos una leonera al entrar a limpiar las habitaciones. «Por regla general, los clientes son muy educados y dejan todo bastante recogido», apunta sobre los entresijos del oficio.

Pero, además de gustarle mucho lo que hacía, había otros factores que facilitaban que cada día acudiese a su puesto de trabajo con una sonrisa en la boca. «Siempre tuve unos jefes maravillosos, que se preocupaban de verdad por que los empleados trabajásemos a gusto y que jamás me pusieron un problema si tenía que cambiar un turno. Para mí fueron los mejores jefes del mundo y lo mismo puedo decir de mis compañeros. Compartimos tanto que ya son como familia», comenta emocionada.

La admiración es recíproca y prueba de ello fue el caluroso homenaje que le rindieron el pasado día 23 los miembros de la plantilla, entre los cuales se encontraba su hermana Lucía, que entró en el establecimiento poco después de que lo hiciese Teté.

«Para mí ha sido un lujo y un orgullo trabajar en el Gran Hotel de Ferrol, y ya no solo porque me gustaba mucho lo que hacía y siempre me sentí muy arropada y valorada, sino también porque es un hotel estupendo, muy céntrico, espacioso, con 95 habitaciones y un restaurante en el que se come de maravilla», apunta con orgullo. Haciendo suyo el refrán de «en casa de herrero, cuchara de palo», asegura que, cuando viaje, prefiere alojarse en casas de familiares que en hoteles. Y antes de la despedida, confiesa que, aunque echará mucho de menos a los compis, está ya lista para sacarle mucho jugo a la jubilación. «Me dedicaré a descansar, estar con la familia y también a coser y bordar, que es una de mis grandes aficiones».