Una rapa sin bestas

FIRMAS

XOAN CARLOS GIL

La Xunta obliga a implantar a los equinos un microchip. Los ganaderos no quieren y celebran un curro sin caballos

14 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Ahora mismo deberían oírse los alaridos. Los caballos deberían estar relinchando. Los ganaderos deberían estar empezando a cortar crines y colas, a despiojar bestas. Alguno de los más jóvenes debería estar pavoneándose con saltos imposibles sobre los bichos. Y los que cuentan por decenas los curros ya vividos deberían estar asintiendo, en señal de aprobación, cada vez que el rojo vivo del metal hace chillar a un potro. Esto debería ser una fiesta, una manifestación de la milenaria etnografía gallega, una llamada para miles de curiosos. El primer curro de la temporada en Galicia. Debería.

Pero es solo un domingo por la mañana. Un grupo de gente acampada. «Isto é unha festa sen orquestra», resume Pepe o Canario, uno de los veteranos ganaderos de Oia.

Los propietarios de caballos están enfadados con la Xunta porque les obliga a implantar un microchip a los animales. Ellos quieren seguir marcándolos a hierro y fuego, «como se fai dende hai séculos», dice el presidente de los ganaderos de la sierra de A Groba, Modesto Domínguez.

Y como no están de acuerdo, esto no es lo que debería. Porque los ganaderos celebran esta mañana de domingo un curro sin caballos salvajes. Festejan una contradicción. Dentro del recinto debería haber 300 caballos, pero hay solo medio centenar de ganaderos que protestan.

Es el curro de la rabia.

Modesto Domínguez dice que la Xunta les obliga a vincular los caballos a una explotación ganadera. «Pero son cabalos salvaxes, iso non pode ser». Defiende las marcas tradicionales porque «son visibles para todo o mundo». Con el microchip hay que coger al caballo -salvaje- y pasarle un lector. Como protesta, no se celebrará ningún curro en la provincia de Pontevedra, salvo el de Sabucedo.

Los ganaderos afirman que cada chip les cuesta a 40 euros. José Manuel González, de Gondomar, está en el paro. Esperaba que en febrero lo llamaran para las brigadas contra el fuego, pero el teléfono no sonó. «Eu teño 30 burras -yeguas-», cuenta, «Non podo pagar 2.000 euros, ¿de onde os quito?». «40 euros é unha barbaridade», le echa un capote el veterano Florentino Puentes, «porque eses cartos nin chos dan por unha cabeza». Pepe o Canario tiene claro que el chip no es la cuestión, sino el dinero: «Se xa non é rentable agora, imaxínate».

¿Por qué la Xunta les quiere poner el chip? «Por recaudar», contesta uno, que junta los dedos índice y corazón de su mano derecha y los acaricia con el pulgar.

Pero hay ganaderos que sí están de acuerdo con el sistema del microchip. «Antes había algún problema cun cabalo, porque baixaba a un sitio poblado ou atacaba a alguén e igual o dono lle arrincaba o cacho de pel coa marca, para que non se soubese de quen era», explica uno que, como disiente, prefiere no decir su nombre.

¿Se resolverá el conflicto? Responde un ganadero: «Eu teño 40 bestas. O chip acabarei poñéndoo, pero xa miraremos se aparecen as 40».

EN A Valga (Oia) UN Domingo DE 11 a 14 horas