El escritor que nunca fue neutral

FUGAS

Santi M. Amil

Referente indiscutible de la izquierda del continente tras escribir «Las venas abiertas de América Latina» hace 44 años, Eduardo Galeano manejaba las palabras con primor y esculpía frases como gritos contra la injusticia. El compromiso político que mantuvo hasta sus últimos días, desde su apoyo a la revolución cubana, el chavismo o la causa palestina, estuvo muy presente en su vida y también en  su obra

17 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho a soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible». Y, a partir de ahí, desgranaba cómo quería que fuese. Este texto de Patas arriba refleja perfectamente quién fue Eduardo Galeano. Un autodidacta que aprendió el arte de narrar en los cafés de Montevideo, un poeta de la prosa, que pertrechado con el don de la palabra y los recursos literarios precisos, se constituyó en la voz de los sin voz, el defensor de los «nadies», esos  «hijos de nadie, los dueños de nada» que «no son, aunque sean» y que «no tienen cara, sino número», a los que dedicó un célebre poema. Un luchador incansable que sabía que nunca alcanzaría la utopía con la que soñaba pero aseguraba que le servía para caminar, que miraba lo que nadie mira pero merece ser mirado y que, por encima de todo, no soportaba las injusticias. «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo», dejó escrito en una de sus muchas frases lapidarias. Porque Galeano era un escritor inclasificable que sabía contar historias con un estilo absolutamente propio y reconocible.

Será recordado como el autor de Las venas abiertas de América Latina, su mítico libro que culpaba de todos los males al imperialismo y se convirtió en la Biblia de la izquierda latinoamericana desde su publicación en 1971. La medida de su influencia a lo largo de las décadas posteriores hasta hoy mismo la da el hecho de que Hugo Chávez le regalara un ejemplar a un sorprendido Barack Obama en la Cumbre de las Américas del 2009. 

Pero hace un año, en una muestra de autocrítica poco común, Galeano desmitificaba sin piedad su propia obra cumbre al confesar que cuando la escribió no tenía la formación ni los conocimientos necesarios en política y economía. No se arrepentía de haber escrito ese libro, pero confesaba que «no sería capaz de leerlo de nuevo, caería desmayado, para mí esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima, mi físico no aguantaría, sería ingresado al hospital». 

Compromiso político

Pero Galeano fue mucho más que ese libro que marcó a toda una generación, como muestra su trilogía Memoria del fuego, un gran fresco literario en el que narraba a su manera la historia de América, una obra que el autor decía no sabía «si es novela o ensayo o poesía épica o testimonio o crónica o...». Pero eso no le quitaba el sueño, porque «no creo en las fronteras que, según los aduaneros de la literatura, separan a los géneros».  Allí desvelaba otra clave de su literatura y de su vida: «Yo no quise escribir una obra objetiva. Ni quise ni podría. Nada tiene de neutral este relato de la historia. Incapaz de distancia, tomo partido: lo confieso y no me arrepiento». Galeano nunca fue neutral. En nada.

Por supuesto no lo fue en política. Apostó claramente por el chavismo hasta sus últimos días y ese «extraño dictador», Hugo Chávez, que aseguraba permitía la celebración de las elecciones y las ganaba. En casa, apoyó al Frente Amplio en las últimas elecciones. Dedicó su última columna para el diario argentino Página 12 a la desaparición de los 43 estudiantes en Ayotzinapa (México)

Tampoco fue neutral en el fútbol, una de sus pasiones, al que dedicó un bello libro, El fútbol a sol y sombra. Era hincha declarado del Nacional de Montevideo, sempiterno rival del Peñarol y decía que ver jugar a Messi le daba placer e incluso se inventó una teoría sobre el astro argentino: «Así como Maradona lleva la pelota atada al pie, Messi lleva la pelota dentro del pie». «Científicamente es imposible, ¡pero es la verdad!», añadía. 

¿Contra quién luchaba Galeano? En este texto lo deja claro:  «Se busca a los secuestradores de países / Se busca a los estranguladores de salarios y a los exterminadores de empleos / Se busca a los violadores de la tierra, a los envenenadores del agua y a los ladrones del aire/ se busca a los traficantes del miedo». Galeano pudo abrazar causas equivocadas pero siempre estuvo del lado de los más débiles, de los marginados, de los desfavorecidos, de «los nadies».

Obras principales

Las venas abiertas de América Latina. Ensayo. Siglo XXI. 20 euros

Memoria del fuego. Ensayo. Siglo XXI. Trilogía compuesta por Los nacimientos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento

El fútbol a sol y sombra. Ensayo. Siglo XXI. 20 euros