«Echo de menos grandes personalidades capaces de revolucionarlo todo»

FUGAS

No son pocos quienes atribuyen a Cruz Novillo la categoría del diseñador más influyente que ha tenido España. Creaciones suyas son iconos gráficos como el puño y la rosa del PSOE, los logotipos de Repsol, Telefónica, Renfe, Endesa o el Banco Pastor, la cabecera de diarios como «El Mundo» y «El Economista» o carteles para películas de Luis García Berlanga, Víctor Erice o Fernando León. Hace unos días estuvo en Galicia para participar como jurado en la Bienal Internacional de Cartelismo Terras Gauda, cuyo fallo se da a conocer hoy

27 nov 2015 . Actualizado a las 15:53 h.

Abruma su lucidez, su clarividencia y ese ansia de modernidad que lo mantiene en la vanguardia aún a sus 79 años. «Ahora soy más valiente que nunca», señala. En lo que hace y, desde luego, en lo que dice. Ganador del Premio Nacional de Diseño en 1997, de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2011 y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la suya es considerada, en el mundo del diseño gráfico, palabra de dios.

-¿Es el cartelismo un oficio en peligro de extinción?

-Más que eso. Está prácticamente extinguido. Es una pieza que forma parte ya de la arqueología. Lo que pasa es que contiene una historia propia tan noble y tan compleja culturalmente y ha producido tantas obras magistrales para el mundo del arte que yo le guardo veneración para siempre.

-Las nuevas tecnologías, ¿son un aliado o el principal enemigo de la profesión de diseñador gráfico?

-Son un medio circunstancial. Y las que hoy conocemos serán sustituidas dentro de poco por otras en las que seguramente ni siquiera serán necesarias pantallas ni objetos reales.

-¿Qué le parece que las empresas recurran a bancos de imágenes o de logotipos para crear su imagen visual o la de sus productos?

-Una pena. Recomiéndame a ellas (se ríe). Es un déficit cultural que no será fácil de subsanar. Colocar los productos en el mercado con una potente imagen visual es el mejor negocio que puede hacer cualquier empresario. Tanto que en ocasiones esa imagen no es que vaya a ser un plus, es que será la categoría básica de su producto.

-En alguna ocasión ha criticado la actual falta de sintonía entre los diseñadores y quienes demandan su trabajo...

-Claro, es que lo más difícil de crear no es una imagen sino un cliente. Hace años teníamos en España mejores clientes que ahora. Entonces a nadie se le ocurriría ir a los bancos de imágenes a buscar soluciones. Tenían el instinto natural de llamar a los mejores creativos o diseñadores.

-Hace poco Mariscal confesó que se encuentra en situación de quiebra. ¿Qué sensaciones le provocó la noticia? 

-No sé. Hay gente de la profesión que piensa que no tiene razones para quejarse de cosas de las que se está quejando. Yo soy de los que espero que en breve Javier [Mariscal] diga algunas otras cosas que expliquen su situación. En cualquier caso, creo que necesita más nuestra solidaridad que nuestra crítica.

-Al igual que en el arte o en la moda en el diseño gráfico también hay tendencias. ¿Qué es lo que se lleva?

-Las tendencias más importantes son las que imponen los grandes creadores, esas grandes personalidades capaces de revolucionarlo todo. Y eso es lo que parece que en este momento no abunda. No ha habido nunca una época tan poco nítida como esta. Parece que por un lado emerge un nuevo romanticismo y por el otro florece un nuevo punk.

-¿Cómo hace para seguir siendo moderno casi a los 80 años?

-Siendo en algunos aspectos mucho más aventurero que cuando era más joven. Arriesgo muchísimo, presento propuestas que cualquiera que no me conociese nunca pensaría que son de un señor tan mayor.

-Usted fue el creador de la icónica imagen del puño y la rosa del PSOE. ¿Qué le pareció el rediseño que después se hizo de la misma?

-Nunca lo he entendido. Pero bueno, me he llevado una agradable sorpresa hace poco porque han decidido, creo que de una manera inteligente, volver a utilizar el signo mío para esta campaña. Pienso que les va a favorecer mucho.

-¿Y qué opina del controvertido nuevo logotipo del Partido Popular?

-Creo que era mucho mejor el que tenían antes. Echo en falta en el signo elegido la calidad de diseño.

-La Diputación de Pontevedra ha cambiado hace unas semanas su imagen visual, para lo que ha recurrido a trabajadores de la entidad. Usted ha tenido oportunidad de verla. ¿Qué le parece?

-En primer lugar, me parece horroroso que se haga diseño sin encargárselo a diseñadores. Por lo tanto estoy en contra del método. Y dicho esto, me parece que el que han elegido está bien diseñado. Tiene el valor simbólico de representar a todos los ayuntamientos de la provincia y esa interesante ambigüedad de evocar a un edificio.

-La Diputación dice que esta nueva imagen transmite «claridad, cercanía, modernidad, igualdad, transparencia, agilidad, legalidad, apertura y responsabilidad»...

-Eso es imposible. Todo eso ya no me lo puedo creer porque soy muy escéptico respecto a la capacidad de los signos para transmitir información que no esté escrita. Es pura retórica pensar que una serie de puntos colocados en unos pocos centímetros cuadrados de papel puedan trascender de esa manera tan pretenciosa.

-A estas alturas, ¿quién le gustaría que le encargase el diseño o el rediseño de su identidad corporativa?

-Me gustaría mucho hacer la identidad visual de una marca multinacional de material deportivo. Seguramente uno de los trabajos que más ilusión me haría es que me hiciera un encargo Adidas, porque además creo que están en estado de necesidad. 

-Ha venido a Galicia invitado por la bodega Terras Gauda. ¿Nunca le ha tentado diseñar etiquetas para vino?

-Algo he trabajado. He hecho etiquetas y diseño de botellas para series especiales de algunas bodegas, pero lo cierto es que nunca hice una etiqueta para el mercado.

-¿Qué opina del bum del diseño que ha surgido en torno al mundo del vino?

-Tengo algunas reticencias. Me parece que se ha fragmentado demasiado y que se ha convertido en una cultura a la que te tienes que dedicar de forma sistemática y casi exclusiva si quieres participar de ella. Y eso no me gusta.