Mel Gibson: «Ocho tequilas cambiaron mi rumbo, pero lo recuperé»

MARÍA ESTÉVEZ

FUGAS

JULIEN WARNAND

Su fama de machista, misógino y alcohólico no le ha ayudado mucho en su carrera. Pero el policía de la saga «Mad Max» regresa tras las cámaras, con la historia de un pacifista y se postula al Oscar

09 dic 2016 . Actualizado a las 11:45 h.

Han pasado diez años desde que Mel Gibson sufriera un ataque de ira durante una borrachera. Su problema, el de un alcohólico, fue desahogarse frente a un policía, maldiciendo a los judíos. Por aquel incidente Gibson cayó en el ostracismo en Hollywood. Sin embargo, el actor y director ha escalado de nuevo el camino al éxito con la película Hasta el último hombre, que narra la historia del pacifista Desmond Doss, un médico del Ejército que durante la batalla de Okinawa, en 1945, se convirtió en el primer objetor de conciencia, salvando la vida de 75 soldados de ambos bandos, lo que le supuso la Medalla de Honor del Congreso. Con esta película, que estrena hoy en España, Mel Gibson vuelve a ponerse tras las cámaras y se postula ya para los Oscar.

-¿Cómo calificaría esta película?

-No creo que debamos considerar esta cinta dentro del género bélico. Desmond Doss era un hombre creyente que vivió siempre según sus creencias. Es una historia de amor, porque Desmond atraviesa el infierno sin dudar nunca de sus motivos. Para mí es un ejemplo.

-En la narración se relata cómo un médico del Ejército se vuelve objetor de conciencia por ser cristiano devoto. Siendo usted creyente, ¿le influyó personalmente esta narración?

-Muchísimo. Todas las guerras son horribles, pero uno debe amar al soldado, al guerrero que se juega la vida y rendirle honores. Este filme está dedicado a todos aquellos que se han sacrificado. Creo que debemos prestar atención a nuestros veteranos, a nuestros soldados, darles cariño, entenderles. Mi película se la he dedicado a todos los que han ido a la guerra.

-Usted acentúa las imágenes de violencia. Un retrato demasiado crudo de la guerra.

-Por un lado, tienes el idealismo del personaje cuando se enamora y por otro, el infierno de la guerra. Dos escenarios distintos. He querido mostrar lo que se siente cuando los soldados viven esas cruentas batallas.

-¿Qué sienten los veteranos al regresar?

-Creo que nos falta empatía en nuestra sociedad hacia todos aquellos que han ido a la guerra. Desmond demuestra que la violencia no convierte en animales a las personas. Él fue capaz de encontrar equilibrio gracias a su fe. Iba armado solo con su fe, sin armas. Sin miedo puso su vida en peligro una y otra vez salvando soldados

-¿Le cuesta encontrar buenas historias que contar?

-Se escriben guiones brillantes, pero muy pocos se ruedan. En Hollywood se hacen cada vez menos películas y lo que hacen carece de sustancia, hay demasiados personajes volando para golpearse unos a otros. A mí me parece bien. Sin embargo, hay miles de historias maravillosas que nunca terminan de ver la luz porque no son rentables.

-¿Siente nostalgia de su pasado?

-¿Mi pasado? ¡Ni lo recuerdo! Es mejor así. Me fascina recordar mi ingenuidad, mi inmadurez en el cine, todo era excitante para mí, nuevo. Ahora lo que siento es nostalgia de aquel sentimiento, porque vivo en la misma casa, tengo una vida ordenada y nada cambia, excepto que cada vez tengo más arrugas. Un episodio en la parte de atrás de un coche de Policía con ocho tequilas dobles dictó mi camino, mi trabajo. Pero supe encontrar de nuevo mi lugar.

Nada ha cambiado en mí, solo que tengo más arrugas