Un juguete literario llamado TBO

FUGAS

17 mar 2017 . Actualizado a las 05:20 h.

1917 fue un año complicado. En Rusia no andaban bien las cosas. En el aire se respiraba la inminente Revolución de octubre. Y seguía desatada la Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra que Franz Kafka había aprovechado para ir por la tarde a clase de natación. En medio de todo eso, en la calle de la Universidad de Barcelona, nacía en marzo el «semanario festivo infantil» TBO. Aquel primer número costaba cinco céntimos y ofrecía 8 páginas «de una hermosa novela instructiva» que su editorial definía como un «juguete literario».

Los que nos declaramos hijos de los cómics de Bruguera debemos de ser algo así como nietos del TBO. Y cuando el abuelo cumple un siglo hay que celebrarlo a lo grande como hace Ediciones B con el espléndido volumen 100 años de TBO, del sabio Antoni Guiral con el grafópata Lluís Giralt como cómplice.

Nuestra cultura, que no es alta cultura, porque como decía Cabrera Infante eso suena demasiado parecido a alta costura, viene de la familia Ulises, Melitón, Eustaquio Morcillón, Altamiro de la Cueva, Ana-Emilia y su familia, aquel Raf que aún no era el Raf de Sir Tim O’Theo, pero que ya firmaba páginas maravillosas como Roldán en el TBO, y de aquellas historietas de náufragos y presidiarios que aún colean en el mejor humor gráfico de hoy.

Pero como siempre me han fascinado esos secundarios de lujo que son los inventores de los grandes cómics de la historia -desde el Bacterio de Mortadelo y Filemón hasta el Tornasol de Tintín y el conde de Champignac de Spirou-, tengo que confesar que, entre todos los personajes y dibujantes del TBO, mi favorito es sin duda el Franz de Copenhague del maestro Sabatés, que como era perito mecánico incluso llevó a las tres dimensiones alguno de estos artilugios. Franz soñó para nosotros artefactos como una enorme silla cortaúñas, una máquina de estampar cuños que requería de la ira de un gato o un nutritivo periódico que podían merendar los niños.

Por eso, porque venimos de los cómics de Bruguera y de los inventos del TBO y de Franz de Copenhague, cien años después seguimos perpetrando y devorando juguetes literarios.

bfeduchi

AUTOR ANTONI GUIRAL EDITORIAL EDICIONES B 320 PÁGINAS; 30 EUROS