La reinvención formal de un mito que sigue como siempre

TEXTO: JAVIER BECERRA

FUGAS

Sabina lanza brochazos sobre su situación actual en su último disco. Javier Becerra da su opinión sobre el último álbum del artista.

17 mar 2017 . Actualizado a las 05:05 h.

Sabina tiene 68 años, es plenamente consciente de su papel en la música y sabía, a la vista de lo ocurrido en sus directos en los últimos años, que este iba a ser el disco más esperado del año en España. Por ello, ha optado por reinventarse en el método (tirando de un Leiva que lo cinceló en lo sonoro y un Benjamín Prado que lo pulió en lo literario), mantener esa suerte de canalleo, humor y descreimiento marca de la casa y regarlo con múltiples referencias a uno mismo. Desde el single de adelanto Lo niego todo, en el que se autohomenajea, a ese Lágrimas de mármol, en donde dice cosas como «dejé de hacerle selfies a mi ombligo cuando el ictus lanzó su globo sonda», el músico lanza brochazos sobre su situación actual («Conseguí llegar a viejo verde mendigando amor / ¿qué esperabas de un pendejo como yo?»). Los inserta, a veces en las formas más roqueras que se le recuerdan en años (Las noches de domingo acaban mal), a veces en mixturas tex-mex (Postdata), otras en rumba flamenca (Churumbelas) y hasta en reggae en la sorprendente ¿Qué estoy haciendo aquí? Todo ello conforma un disco-puzle que sirve para revitalizar su carrera, aún estando lejos de cumbres como 19 días y 500 noches (1999).