¿Por qué está arrasando Sabina a sus 68 años?

FUGAS

Siempre ha gozado del favor del público, pero en los últimos años todo se ha desbordado. Agota entradas en cuestión de horas, dobla fechas y vende más que nadie. Y todo ello con la edad en la que muchos ya se han jubilado. Los próximos 22 y 23 de julio actúa en el  Coliseo A Coruña. Las del primer día están agotadas, las del 23 se ponen a la venta el próximo lunes a 38 euros

24 mar 2017 . Actualizado a las 17:03 h.

«Joaquín Sabina es el músico nacional más seguro y rentable para un promotor en la actualidad». Lo dice Jesús Manzano, un veterano de la industria del espectáculo, involucrado en la mayoría de las visitas de Sabina a Galicia. Repite ahora en los dos bolos anunciados para la gira de Lo niego todo, el disco editado por el músico este año. A estas alturas, la historia se ha convertido en un suceder de titulares. Primero, la confirmación de la fecha. Después, la venta de todo el aforo del Coliseo coruñés en solo seis horas y media. Y, más tarde, el anuncio de un segundo concierto en el mismo recinto con claras posibilidades de volverlo a llenar. Se prevé, incluso, que haya público que haga doblete.

Entraba dentro de lo previsible. «Teníamos el referente de la gira anterior -se refiere a la del 2015-, donde también vendió todo. En aquel entonces fue en tres días, pero por problemas técnicos. Si no hubiera sido igual de rápido», explica rotundo el promotor. Por eso estaba una segunda fecha bloqueada. Por eso corría el runrún de un segundo día entre los profesionales y allegados. Por eso ahora todo el mundo dice que ya lo sabía. Sí, pero hasta que se confirmó nadie se atrevía a asegurarlo. Y es que algo así no ha pasado jamás en el multiusos coruñés, uno de los recintos más grandes de Galicia.

¿Por qué ocurre esto con Sabina y por qué ocurre ahora, cuando el artista divisa sus mejores obras desde los 68 años? «Pertenece a la estirpe de los gigantes, esa rara especie de mitos tipo Bruce Springsteen o Neil Young, o Charly García o Bumbury», opina el periodista Julio Valdeón. Acaba de publicar Joaquín Sabina. Sol y sombra, una ambiciosa biografía sobre el cantante. Lo dibuja con trazo colosal: «Nadie, ningún grupo o solista de las nuevas generaciones, alcanzará ya semejante resonancia. Sabina rompió como artista cuando el rock and roll era un fenómeno comercial y también social y político. Nos agarramos a Sabina, a U2, a los Stones, porque son los últimos titanes de un tiempo que no volverá».

En este modo de hablar del autor de 19 días y 500 noches, como algo extraordinario, se encuentra gran parte del fervor que actualmente despierta el artista. Fue a finales del 2014 cuando tuvo que abandonar el escenario en un concierto en Madrid, debido a una crisis de pánico. Ahí se empezó a construir la leyenda. Hasta entonces, Sabina tenía una legión de fieles que seguía sus andanzas con devoción. Sus discos registraban estupendas cifras de ventas. Y sus alianzas con artistas como Serrat servían de lubricante a una maquinaria que en lo creativo parecía agotada en la década pasada. Pero ese día, cuando las imágenes irrumpieron en todos los telediarios, cambió de manera inconsciente la mirada hacia él. Sabina se había convertido en un mito viviente. Había que verlo en vivo. Pero ya. Quizá no hubiese más oportunidades.

«Ya está cerca de los 70 años y, a lo mejor, esta es la última vez que se le pueda ver. Se crea ese fenómeno del concierto-acontecimiento que, además, en ese caso es totalmente transversal», opina Moncho Lemos, periodista especializado de la TVG y Radio Galega. «Sabina reúne al público de los cantautores, al del rock n’ roll, el que escucha radiofórmulas y todo tipo de personas. Sus canciones suenan en la radio constantemente, siempre da que hablar y si además saca un disco, como ahora, mucho más», añade.

El impulso del disco

La salida de Lo niego todo aporta un plus a todo el fenómeno creado en los últimos años. Primero, demuestra que el artista continúa creando y no viviendo de rentas o reciclajes. Segundo, se coloca al lado de una figura como Leiva, tremendamente popular en estos momentos y con un target más joven. Sin variar la esencia de la música de Sabina, le da un brillo nuevo. Tercero, el lanzamiento está lleno de autorreferencias a sí mismo que inciden en la idea del clásico en vida. Cuando Sabina niega ser el Dylan español en su letra, en realidad está subrayando que muchos lo ven así. Y él no es Dylan, claro. Pero sí alguien tan importante como él en la escala de la música española. O, al menos, así lo sienten muchos de sus fans.

«No hay nadie que pueda hacer frente a sus letras hoy en día en España», sentencia Nonito Pereira, empresario, crítico musical y amigo del artista. No percibe grandes cambios en una línea definida entre meneos estilísticos, que van de la rumba al rock y de la ranchera al reggae. Son el molde de un contenido de éxito seguro. «Sigue igual que siempre, cantándole a la golfería y a la bohemia, eso que a la gente le encanta». Esa idea indeterminada de gente en Sabina se concreta en público de sesenta y de treinta años, en hombre y mujeres, en gente de izquierdas y de derechas.

Sí, de derechas. Pese a su apoyo al PSOE (al sumarse a los llamados artistas de la ceja en el 2008) o a IU (respaldándolos en las municipales y autonómicas madrileñas del 2015), nada de ello se interpone en la adoración que por él sienten muchos votantes conservadores. Lo decía Nacho Vegas en una entrevista a La Voz en el 2014: «Artistas como Sabina gustan mucho a la gente de derechas. Es como si se necesitase una especie de bufón de izquierdas para decir: “Esta es la gente canalla de izquierdas”. Eso ocurre».

Para Julio Valdeón hay otra clave para su expansión: el afán por colaborar. También para no quedarse atascado: «Mientras los otros cantautores quedaban relegados en el circuito de la nostalgia, él experimentó, hizo canciones con Manu Chao, con Los Rodríguez, con Pedro Guerra y Álvaro Urquijo, y esa voracidad, esa capacidad omnívora por exprimir lo nuevo y seguir buscando, hizo que sus discos de madurez, a partir de 1992, sean infinitamente más importantes a los que por entonces facturaban Víctor Manuel o Serrat». La actitud pervive en su presente: «Que a los 68 años se haya embarcado a grabar con Leiva demuestra que no ha perdido las ganas y el público lo valora».

Autenticidad

Lo niego todo, que ha generado diversas reacciones entre la crítica, sirve de enganche. Pero, pero por encima de todo, engancha un algo más grandioso: «Ha sabido, como casi nadie antes o después, fundir la tradición del rock anglosajón con nuestro acervo popular y los géneros latinoaméricanos -opina su biógrafo-. No exagero al decir que es nuestro Quintero, León y Quiroga, nuestro Gardel, nuestro Dylan. Lo suyo es la crónica sentimental de España que va de la Piquer a Bambino y de Serrat a Burning».

Sin público que pase por caja todas estas flores no servirían de nada. Y entre los profesionales cuesta dar con la razón de por qué acuden tantos en masa. «¿Que por qué ocurre este fenómeno? Pues no lo sé. Llevo mucho tiempo en esto y, a veces, ocurre sin saber el porqué», se sincera el promotor Jesús Manzano. «Es un gran artista», resume. ¿Pero cómo se explica que precisamente ahora tenga el mayor éxito de su carrera? Ahí se hace el silencio. Unos miran a Cohen, que en su recta final tuvo más público que nunca. Otros hablan de Raphael, que suma gente joven a su causa. Pero ninguno sirve para un paralelismo exacto. Quizá se trata de un caso único. Y, como tal, hay que tratarlo.

SUS CINCO DISCOS CLAVE

La Mandrágora

1981 Disco grabado con Javier Krahe, Alberto Pérez y Antonio Sánchez

 

Sabina saluda al mundo como un cantautor, junto a sus aliados y en un álbum en directo mítico, en el que aflora «Pongamos que hablo de Madrid». Es su primer himno

Y viceversa en directo

1986 El artista sale de la oscuridad con un disco que obtuvo un gran éxito

Muchos se iniciaron en el mundo del artista con este trabajo junto a Viceversa. Por ahí andaban Juana La Loca, calle Melancolía, Pisa el acelerador o Eh Sabina, entre otras.

Física y química

1992 Se instala en el número uno de las listas de éxito y se hace omnipresente

Con más de un millón de copias vendidas se convirtió en su cúspide comercial. ¿Existe alguna persona en este país que no haya escuchado nunca Y nos dieron las diez?

19 días y 500 noches

1999 Los críticos lo consideran como su obra cumbre y el disco que pasará la historia

Aliado con Alejo Stivel, Sabina firma aquí su disco definitivo. Para el biógrafo Julio Valeón está a la altura de Mediterráneo de Serrat o La leyenda del tiempo de Camarón de la Isla

Lo niego todo

2017 El estilo de traslada al presente conservando el ADN intacto

Leiva en el sonido y Benjamín Prado con la pluma. Son los amigos que acompañaron al artista en un regreso triunfal. Es la obra que presentarán en A Coruña