Siguiendo a Picasso por la playa

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa PERIFERIAS

FUGAS

14 abr 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

A Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) le gusta volver sobre sus propios pasos. No vuelve para recrearse en lo ya escrito. Regresa para reflotar sus libros desde una mirada actual, o posterior, porque, como recuerda el escritor barcelonés en palabras de Piglia, en la literatura no existe nada parecido al progreso. Por eso, evoca, la obra va cambiando al modo que describió Pessoa: «No evoluciono, viajo». Así nació París no se acaba nunca, la novela del 2003 en la que Vila-Matas hizo una revisión irónica de la escritura de La asesina ilustrada (1977). Y así nace ahora Mac y su contratiempo (Seix Barral), donde el escritor acomete una revisión irónica de Una casa para siempre (1988).

A partir de aquel libro de memorias de un ventrílocuo que asesina al barbero que le ha birlado a la mujer amada clavándole una sombrilla de Java en el corazón, Vila-Matas compone esta novela que no es exactamente una novela, sino un ensayo sobre el proceso literario y también el diario donde Mac cuenta cómo se propone reescribir la obra del narrador Sánchez, su vecino en el barrio barcelonés del Coyote, bautizado así por Vila-Matas en honor de José Mallorquí.

La falsificación es una de las claves de esta novela diferente a todas, en la que Mac relata sus esfuerzos por escribir un «falso libro póstumo». A menudo, sostiene Vila-Matas, la falsificación es mucho más real que el original, como sucede con el falso diario de August Macke sobre su viaje al norte de África con Paul Klee, mucho más verosímil y creíble que la versión auténtica de Klee.

Al final de esa conflictiva relación entre realidad y ficción, queda la sensación de que la literatura se parece mucho a lo narrado en un cuento que se recuerda aquí: El verano de Picasso, de Ray Bradbury. En el relato, un hombre sigue por la playa a Picasso, que va dibujando con un bastón en la arena. El paseante se sienta junto a los dibujos hasta que sube la marea y borra los efímeros picassos. Tal vez escribir sea justo eso: hacer garabatos sobre la arena y sentarse luego a esperar a que suba la marea y lo borre todo.