«Todos somos capaces de hacer cosas terribles»

FUGAS

Dos años después del espectacular éxito, la británica Paula Hawkins publica «Escrito en el agua», otro perturbador «thriller» psicológico en el que indaga de nuevo sobre la parte más oscura de las personas corrientes

16 jun 2017 . Actualizado a las 09:27 h.

Con La chica del tren batió todos los récords con más de 20 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. La novela, traducida a 40 idiomas, fue llevada al cine con Emily Blunt en el papel de Rachel, la mujer alcohólica que viaja en tren todos los días para ir a trabajar a Londres y observa los inquietantes cambios en el comportamiento de una pareja. Una adaptación que a la autora le gusta muchísimo porque es muy fiel a la oscuridad y la claustrofobia del libro. Paula Hawkins (Salisbury, Zimbabue, 1972), se afincó en Londres cuando tenía 17 años, estudió filosofía, política y economía en la Universidad de Oxford, trabajó como periodista económica durante 15 años y escribió cuatro novelas románticas bajo el seudónimo de Amy Silver, antes de convertirse en la reina del thriller psicológico. Ahora publica Escrito en el agua, una novela que arranca con la muerte en la Poza de las Ahogadas de Nel Abbott, que antes de perder la vida telefonea a su hermana Jules, con la que había roto relaciones hacía tiempo y que no le contesta. Aunque la policía cree que se trata de un suicidio, ella piensa que pudo ser asesinada. En la novela, en la que aborda temas como la violencia contra las mujeres y las relaciones familiares, juega un papel fundamental la manipulación de la memoria, «las mentiras con las que construimos nuestras vidas».

-¿Cómo acabó una periodista económica escribiendo novelas románticas y luego «thriller» psicológicos?

-Cuando era periodista económica escribí un libro de no ficción, una especie de guía de finanzas. Mi agente me llamó para escribir una novela romántica. Me dijo tenemos esta historia y queremos que alguien la escriba en ocho semanas, ¿quieres hacerlo tú? Era un libro de encargo. Seguí y escribí cuatro novelas románticas. Pero nunca me sentí realmente cómoda, no era un género para mí. Mis historias se iban haciendo cada vez más oscuras, mataba a los personajes y a los protagonistas les pasaban cosas terribles. No soy escritora de finales felices ni de historias alegres, me interesa el lado oscuro, ver la reacción de los personajes ante situaciones extremas. Estoy hecha para este tipo de novelas, no para las románticas.

-¿Le sirvió su trabajo como periodista para escribir estos «thriller»?

-Sí, los periodistas estamos acostumbrados a observar, a escuchar a las personas, a saber qué ocultan, te enseña disciplina, ir a lo esencial, trabajar cumpliendo los plazos de cierre.

-¿A qué cree que se debió el espectacular éxito de «La chica del tren»?

-Realmente no soy capaz de explicarlo. Creo que hay varias cosas que pueden ayudar a entenderlo, la universalidad de ese impulso voyeurista, esa curiosidad innata que tenemos para saber lo que hacen los demás; el hecho de que muchos lectores se sientan identificados con el personaje de Rachel, que es bastante inusual, y les parezca fascinante. El ritmo también influye, muchos lectores decían que eran incapaces de dejar de leerlo. Pero hay otros libros que también enganchan. Es un misterio saber qué hace que un libro vuele cuando otros muchos libros maravillosos no llegan a despegar. Si los editores supieran la fórmula la repetirían y se forrarían.

-¿Ha sentido presión tras este gran éxito?

-Nunca he pensado que podría conseguir el mismo éxito, porque La chica del tren fue un fenómeno. Aunque quizá no debería decirlo, estoy segura de que no volveré a vender tantos ejemplares nunca más. Empecé a escribir Escrito en el agua antes de que se publicara La chica del tren, así que lo hice sin ningún tipo de presión, ya sabía la historia que quería contar y los personajes que quería explorar. Como La chica del tren fue tan bien mi proceso de escritura se vio interrumpido por un montón de distracciones, tuve que parar, hice muchas entrevistas y resultó ser más difícil de lo que me había imaginado, pero intenté no pensar demasiado sobre las expectativas. Mis editores me dejaron escribir libremente, nunca pretendieron que hiciera La chica del tren 2. He escrito la novela sin miedo al fracaso, es importante no dejar que los lectores te dicten el camino.

-¿Qué supone su nueva novela con respecto a «La chica del tren»?

-He intentado ser más ambiciosa, es una historia más compleja, hay más misterios, más personajes, pero creo que también una conexión temática entre los dos, que hablan de la vida de las mujeres, de la relación entre ellas, y de los fallos de la memoria.

-En esta novela vuelven a parecer temas como la importancia de los recuerdos, que a veces son reconstrucciones, inventos a posteriori.

-En La chica del tren es algo muy específico, porque es el problema de una mujer alcohólica. En Escrito en el agua es mucho más general, es algo que tenemos todos, recordamos cosas de la infancia erróneamente, las reinventamos, las convertimos en nuestra verdad y, aunque no son necesariamente la realidad, las creemos, conforman nuestra personalidad. Confiamos desesperadamente en nuestra memoria para construir la historia de nuestras vidas, nos engañamos, es un mecanismo de defensa para poder vivir. Pero todos hemos tenido la experiencia de estar en una reunión familiar hablando sobre un suceso pasado y alguien dice que no pasó así en absoluto y te das cuenta de que tu interpretación difiere mucho de la de otro miembro de tu familia. Escrito en el agua trata de cómo reconstruimos la memoria ante un hecho doloroso para protegernos. Me fascina la manera en que la memoria nos puede engañar.

-En su novela hay 11 puntos de vista diferentes.

-Era la única forma de contar la historia. Todos cuentan su versión, algunas versiones son muy confusas, han tenido que recrear sus historias para poder hacer sus vidas vivibles. Todos los personajes de esta novela tienen secretos guardados. Jules se ha contado una historia sobre sí misma para intentar enfrentarse a eso tan dramático que le ocurrió en el pasado.

-¿Se podría conectar con lo que ahora se llama «posverdad»?

-Creo que sí. Lo que vemos en la vida política y social es que las personas están interesadas en oír hablar de cosas que refuercen su visión del mundo, escuchar lo que en realidad ellos ya creen. Es terrible y deprimente, pero no sé que se puede hacer al respecto.

-En estas dos novelas indaga sobre el lado oscuro de las personas. ¿El ser humano es capaz de cualquier cosa?

-De lo mejor y lo peor. Mis personajes actúan de manera extrema por pena, por lealtad o por tratar de proteger a alguien. No me interesan los personajes sin complicaciones, felices, integrados, sino los que se enfrentan a desafíos y están sufriendo y ver cómo responden al miedo o la violencia. Creo que todos somos capaces de hacer cosas terribles, de comportarnos de manera extrema dependiendo de las circunstancias.

-En el lado opuesto hay casos como el del español Ignacio Echeverría, que fue asesinado por los terroristas en Londres por tratar de salvar a una mujer.

-A eso me refiero con lo mejor y lo peor. Le admiramos, pero no sabemos cómo reaccionaríamos en su lugar, si seríamos cobardes o valientes en una situación así.

-Uno de los temas que aborda es la violencia contra las mujeres.

-Sí, es muy grave. En mi país dos mujeres mueren al día a manos de sus parejas o exparejas. Hay que hacer algo. Me indigna que a veces los medios de comunicación dejen caer que las mujeres víctimas de la violencia son de alguna manera responsables de lo que les pasa.

-¿La sociedad es todavía muy machista? ¿Usted ha sufrido el machismo?

-Sí, como la gran mayoría de las mujeres. Nos hablan en tono condescendiente, paternalista y en alguna ocasión nos acosan. Le pongo un ejemplo, cuando Theresa May llegó al poder se habló mucho de que no era madre, algo que sería impensable con un primer ministro.

-Sitúa su novela en el pueblo imaginario de Beckford. ¿Por qué?

-Me inspiró un cierto paisaje en el norte de Inglaterra y quería que fuese así en la novela, idílico y poco poblado. Quería un pueblo de ficción que fuera perfecto para mi historia. Pero lo que sucede en mi novela no es otro planeta, porque lo que cuento sí ha sucedido hace muchos años, han existido las cazas de brujas y han ahogado a mujeres.

-¿Comparte la frase que han puesto los editores en la portada de su novela, «no confíes en nadie ni siquiera en ti»?

-Sí, a la hora de confiar en lo que crees que sabes sobre ti mismo y sobre el mundo tienes que fiarte de tu memoria y de tus conocimientos, pero debes dejar una puerta abierta a que estés equivocado.

-¿Qué opina del «Brexit»?

-Estoy en contra. A los británicos nos dijeron que marcharnos iba a solucionar un montón de problemas en la sanidad o la inmigración. Pero yo no lo creo, sino que será malo y traerá más problemas no solo para nosotros sino también para Europa.

-¿Cómo están afectando a la sociedad británica los atentados terroristas?

-Es demasiado pronto para saberlo. Nos enfrentamos a un problema muy difícil. May ha dicho que está dispuesta a cambiar la legislación de los derechos humanos, quiere que sea más fácil deportar a determinadas personas, pero no es útil, cerrar fronteras no ayuda, porque la mayoría de los terroristas son nacidos en Gran Bretaña. Limitar los derechos humanos no es una buena idea.