Max Aub y la música del azar

Luís Pousa Rodríguez
Luis Pousa PERIFERIAS

FUGAS

23 jun 2017 . Actualizado a las 05:30 h.

«Recordemos que Max Aub murió en su casa de México D. F. cuando se disponía a echar unas manos de cartas con unos amigos y el tapete verde ya estaba sobre la mesa». Lo cuenta Pedro Tejada en el prólogo de Trampas, la colección de aforismos sobre el juego de Aub que Reino de Cordelia publica completa por primera vez y de la que solo se habían avanzado algunos fragmentos en 1968 y 1970.

Trampas es un tesoro literario y visual que haría felices a quienes concibieron la literatura como juego. Cortázar, Sterne, Calvino o Perec sonreirían a la luz de estas páginas y sus sacudidas verbales. Y qué decir del gran jugón de la literatura española, Ramón Gómez de la Serna, de quien parece acordarse Aub al escribir frases con aire de greguería, como cuando hablando de los naipes suelta: «El que corta guillotina la suerte» o, al repasar el mundo del fútbol, sentencia: «El penalti siempre toca a muerte».

Para Max Aub el juego es un asunto muy serio. «Jugar es jugársela». Literalmente. Incluso lo es todo:

-Todo lo que no es juego carece de sentido.

En Trampas, que es un libro para todos esos lectores aburridos ya de tanta novela que va a ser la gran novela de todos los tiempos y luego se evapora en dos semanas en la estantería, el autor reparte consejos y hasta instrucciones para hacer trampas y tramperías. «Sin trampas no se puede vivir: las trampas son la vida misma; la muerte», apunta. Porque «jugar no es un arte, es el arte».

Aub nos revela que nunca se juega solo: «Nunca se está solo, siempre está el otro, con quien juegas el solitario; el otro, al que no puedes matar. Algunos lo intentaron: nadie sabe si lo consiguieron o si fue al revés y el que queda es, precisamente, el otro».

No hay que jugar para ganar, sino para perder. Y para descubrir que somos puro azar:

«-¿Te das cuenta de lo que sería un mundo donde no sucediera nada por casualidad?

-Sí.

-¿Qué sería?

-El mundo soñado por Napoleón, Stalin o Platón».