Depedro: «Me aburre pensar en el futuro»

FUGAS

Depedro: «Me veo mayor, pero a la vez en un sitio muy cómodo. Me interesa cada vez más la artesanía de mi oficio».
Depedro: «Me veo mayor, pero a la vez en un sitio muy cómodo. Me interesa cada vez más la artesanía de mi oficio». MONICA IRAGO

El músico, que actúa este sábado en Boimorto en el Festival de la Luz, subraya la potencia de la música africana

26 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Primero fue Luz quien invitó a Jairo Zavala, Depedro, a grabar las guitarras en su disco Que corra el aire. Después llegó el convite por parte de él para cantar juntos Te sigo soñando. Nació de ahí una amistad que ya antes había sido admiración. «Esta vez voy a Galicia de la mano de Luz, que es alguien por quien no solo siento cariño sino también agradecimiento, por haberme dejado formar parte de un pedacito de su historia musical. Así que cuando me llamó para ir a su festival, ¿cómo no voy a ir?», relata Depedro.

—Por cierto, «Te sigo soñando» forma parte de la banda sonora de la última película de Nicolas Cage...

—Sí, una de esas cosas raras que pasan. La productora nos dijo que le interesaba esa canción para esa secuencia y yo encantado. Yo soy muy fan de Nicolas Cage. Un tipo capaz de estar en el cielo y en el lodo. Por cierto, vi la película el otro día y la verdad es que está genial.

—¿Qué versión han elegido, la que cantas con Luz?

—Pero, vamos a ver, ¿cuál van a coger? [se ríe]. De hecho, yo pensaba que solo iban a coger la parte de Luz, pero no, también me dejan cantar un poco.

—Depedro es una persona muy del presente. Apenas te detienes en el pasado y tampoco eres mucho de hacer proyecciones de futuro. ¿Por qué?

—Es muy aburrido para mí visualizarme en el futuro. Fijarme objetivos creo que es un error. Si no los consigues, te genera frustración y, si los alcanzas, ¿qué vas a hacer después? Y respecto al pasado, como tengo memoria de pez... Lo único que puedo hacer es situarme en ese espacio insólito que es el hoy y perdonarme lo que haya hecho mal para poder seguir avanzando. Pero avanzando en el día a día, porque es cuando de verdad eres feliz, cuando de verdad puedes arreglar los desencuentros...

—Y, en ese presente, ¿cómo te ves en el contexto de la escena musical española?

—Me veo mayor [se ríe]. Pero a la vez en un sitio muy cómodo. Me interesa cada vez más la artesanía de mi oficio. Seguir buscando, explorando y aprendiendo. No intento hacer obras maestras, pero sí que intento plasmar en mis canciones la mayor emoción posible para que trascienda la interpretación. Pero hasta ahí. Soy muy consciente de lo que yo puedo aportar.

—Poco a poco, la música latinoamericana está dejando de ser una desconocida para nosotros. ¿Pasará en el futuro lo mismo con la música africana?

—Yo creo que sí. Lo que pasa es que Europa no está preparada para darse cuenta de la potencia que tiene la música africana. Pero llegará. Y tú y yo lo vamos a ver. Ya hay artistas africanos que están grabando en estudios increíbles y haciendo unas producciones que me fascinan. Yo espero y confío en que sean ellos los que influencien a las nuevas generaciones. Por favor.

—Tus tres próximos conciertos son en Galicia. ¿A qué atribuyes esa sintonía con esta tierra?

—No lo sé. Supongo que mis códigos se entienden mejor ahí. En general, no tengo más que palabras de agradecimiento porque yo soy de los que empezaron tocando para el camarero y el de la puerta. Sé que lo de ahora es algo transitorio, pero déjame disfrutarlo.

—Tú último disco habla de la piedad. En esta ocasión vienes a Galicia a un festival solidario. ¿Es la generosidad también un concepto en desuso?

—Es un concepto que nos lo enseñaron de pequeños pero que se nos olvida todos los días. Para mí, compartir las cosas es un acto de supervivencia. Humano y espiritual. Si no compartes las cosas, ¿de qué sirven? Yo siempre me acuerdo de la película Into the wild, en la que el protagonista abandona la sociedad moderna y se va a Alaska para vivir solo en contacto con la naturaleza más salvaje. Y cuando llega al sitio más maravilloso que encuentra dice «y esto, ahora ¿con quién lo comparto?». Si no tienes con quien compartirla, la belleza no te sirve de nada.

—Supongo que hay que buscar un punto intermedio entre eso y la sobreexposición que conlleva compartirlo absolutamente todo a través de las redes sociales.

—Pues sí. Es necesario compartir las cosas pero de una forma íntima. Más que nada, para que tengan un valor de verdad. De lo contrario se convierten en una exhibición casi pornográfica. Nunca me gusta aleccionar y líbreme dios de decirle a nadie lo que tiene que hacer, pero a mí ese modo de exhibición no me funciona.

—De hecho, una persona como tú, que viaja tanto, tiene su momento de recogimiento familiar como algo sagrado. «De entre todos los viajes, siempre me quedo con el de vuelta», nos dijiste en una ocasión. ¿Cómo son esos reencuentros?

—Durante estos dos años hemos vivido cosas muy difíciles. La educación de los hijos nunca es fácil y provoca muchas fricciones pero también un aprendizaje tremendo. A lo mejor lo que más he aprendido es que tengo que seguir aprendiendo, que me queda mucho camino. A mí me cuesta mucho escribir, pero ojalá pueda trasladar algunas de esas cosas a una canción.

—¿La canción más difícil de escribir es la de ser padre?

—¡Dios mío de mi vida! A ver si alguien hace un libro ya. Llevamos miles de años educando a nuestros hijos, pero nadie da con el manual. Parece que ser que no es muy fácil, no.

—Además de Depedro, hace unas semanas pasaste por El Náutico de San Vicente para presentar Micro Mambo, un proyecto más bailongo. ¿Eso es solo un divertimento o le darás continuidad y proyección?

—Eso fue un proyecto de homenaje a la música de folklore y de baile desde Alaska a Tierra de Fuego, que montamos unos amigos para poder seguir tocando durante la pandemia. En Madrid tocamos en varios sitios y El Náutico como es un envidioso (se ríe) nos sobornó con maravillosa comida y mejor compañía para que subiéramos tres días a hacer bailar al personal. Pero no sé si se repetirá...