Algunas debilidades

Mercedes Corbillón FUGAS

FUGAS

12 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces escribo en el móvil, cosas que se me ocurren o cartas que no le enviaré a nadie. Me manejo bien con el dedo índice, o eso quiero pensar, pero lo cierto es que hace un momento, quizás deslumbrada por los rayos que no dejan de iluminar el cielo de C., en un gesto involuntario y rapidísimo, borré un montón de palabras que llevaba largo rato amontonando. Milésimas de segundo y ya no estaban allí. Me dio rabia, me habían salido de las tripas y allí no se puede volver en cualquier momento. Eran palabras oscuras, vidriosas, algo desesperadas. Tengo debilidad por los desesperados, esos seres que no aguardan nada y, sin embargo, siguen revolviendo en las papeleras, en el fondo de las botellas, en las alacenas vacías esperando encontrar algo que sea solo para ellos, aunque saben que no, que no hay nada, solo queda el vacío.

Tengo debilidad por las contradicciones y la desesperación entraña una muy grande.

La protagonista de Nada que decir está desesperada, aunque quizás debería decir desquiciada. Ella, que es su propia y cruel narradora, no usa ese término, pero a mí me gusta. Desquiciarse es entrar un poco en un día de furia y las mujeres nos enfadamos demasiado poco.

La novela me gustó muchísimo porque su autora, Silvia Hidalgo, es una maestra con el lenguaje, juega con él, lo retuerce un poco, o lo estira, o lo deshace en hebras o lo vuelve azul cuando es necesario. Azul es una palabra que vale para todo, deberíamos saberlo, pero no quiero despistarme, quiero hablar de Nada que decir, una novela que se lee con las tripas. Hay historias que suceden solo ahí, lejos del alcance de la razón, aunque se construyen con palabras. Las palabras a veces iluminan y otras enturbian, opacan, se encierran contigo en un laberinto. El hombre tumor no usa muchas, pero escribe tu boca en un WhatsApp y sube la marea entre las piernas de ella.

Ella tiene cuarenta años, una hija recién nacida y un hogar que desmonta porque quizás no todo lo que parece perfecto lo es o porque hay personas que eligen la imperfección, el pulso acelerado, las babas de un perro abandonado, qué sé yo de los desesperados.