Galicia se deshidrata

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

VÍTOR MEJUTO

Los puntos más sensibles de la sequía auguran un verano muy difícil si no llueve pronto

01 abr 2012 . Actualizado a las 20:41 h.

Apenas queda memoria en Galicia para una sequía tan intensa recién estrenada la primavera. Se agotan fuentes y pozos que nunca fallaron y se baten marcas negativas de pluviometría; la hierba no crece y el monte arde en marzo como si fuera agosto. Este es un recorrido por estampas inauditas en Galicia: huertas refrescadas con regadera, prados dotados de cisternas para que abreve el ganado o embalses agotados antes de abril en este año hídrico paranormal que sufre Galicia.

Castro Caldelas (Ourense)

Un prado seco y un hombre metáfora. Manuel, horca en ristre, camina por un prado de hectárea y pico intentando un imposible. Inopinadamente, el prado se le seca. Nunca ocurrió, porque la finca está delimitada por dos ríos víctimas del espectacular estiaje. A estas alturas del año, explica Manuel, ambos tenían que haberse desbordado hasta anegar una parte del prado y dar vida a una hierba enana. El dueño intenta limpiar los canalillos que cruzan el prado, pero la ribera de los arroyos, seca, quemada, ya indica que el trabajo es baldío: «Dende xullo que non choveu. Unhas gotiñas nada máis. E aínda que chovera e non parara, o prado xa non vai dar o que tiña que dar».

Manuel es una metáfora de la sequía que afecta a este país en su sentido más amplio. Tiene 69 años, está soltero y vive solo. Cuenta que hace 15 días vendió su última vaca. Ya no tiene ganado al que alimentar. La hierba que no crecerá era para vender. Y aún tendrá que sortear un obstáculo peor: el jabalí, al que echa más pestes que al euro, otro enemigo invencible. Si el prado refleja la sed del suelo gallego, su dueño es un prototipo demográfico del interior, en una comarca con los indicadores de población más envejecidos de Galicia, que ya es decir. La avanzadilla del futuro: sequía y envejecimiento.

Unos kilómetros más arriba, en el entorno de la villa, se hallan dos de los escasísimos puntos en Galicia que precisan abastecimiento en cisternas para uso doméstico. Un vehículo municipal se traslada cuando los vecinos lo reclaman y rellena el depósito del agotado manantial. Tanto en Piñeiroá como en A Ventosa, dos núcleos pequeños, la mayoría tienen pozo propio, así que los vecinos no tienen sed, pero la tierra sí. También son un extremo, pero el abastecimiento en cisternas para los pocos que no tienen pozo se prolonga ya desde septiembre. Otro triste récord.

O Incio (Lugo)

La amenaza del embalse desaparecido. A la postal de Vilasouto (O Incio) le falta algo. Está el pueblo y los cerezos reventones, como como nevados; los carballos en suave pendiente hacia el embalse, que se agota. Eso es lo que falta, el 77 % de la masa hídrica que, a estas alturas del año, debería estar ocupando la hermosa panorámica. Pero no está. Todo el contorno del esclerotizado embalse se capta en media mirada. «Está como se xa houbéramos regado», se lamenta Antonio Senra, un ganadero al que le llegan por todos lados: el precio de la leche, el del combustible, la sequía...: «Dígolle que me gostaría poder facer como os funcionarios e coller unha excedencia. Iso estaría ben, unha excedencia das vacas».

Cuatro mil regantes tienen derecho a utilizar el embalse. No todos tienen la misma base territorial que Antonio, quien sostiene con sus fincas una explotación de 170 vacas. O sostenía, porque este año, dice, no habrá hierba que recoger si no llueve. Y solo queda un mes de plazo. «Co millo non sabemos que facer. Se non chove, non me podo arriscar a sementar. Son mil euros por hectárea». Y el maíz lo es todo para la base alimentaria de estas explotaciones.

Por descontado, no hay testimonios por la zona que recuerden ver al pobre embalse en semejantes condiciones a estas alturas del año. Es una canción común por toda Galicia. En este caso, Vilasouto no tiene una vida tan larga. Alrededor de cincuenta años. Aproximadamente la cadencia que, según los estudios meteorológicos, estadísticamente podría darse un episodio tan seco.

En el observatorio más próximo al embalse se recogieron en estos tres primeros meses del año 38,8 litros por metro cuadrado. El año pasado, en el mismo período fueron 287,2, y en el 2010, 352,7. No es extraño que Vilasouto luzca un tono africano. «Chove en todas partes menos aquí», se queja un vecino, que escucha en los telediarios que el tiempo va a cambiar, pero que soporta día a día el mismo sol justiciero reservado a un verano que no se quiere ni imaginar.

La comunidad de Vilasouto debate qué hacer con los restos del embalse, del que se nutre el suministro urbano en Bóveda y parte de Monforte. Si no llueve, es posible que se restrinja su uso, lo nunca visto en primavera. El tono verde del valle está a un tris de cambiar. Galicia se deshidrata y Vilasouto es un ejemplo.