Un audaz analista que siempre recela del lugar común

m. b. redacción / la voz

GALICIA

25 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

quizás muchos de los jóvenes que hoy lean a Xosé Luis Barreiro en las páginas de La Voz conozcan su prolífica actividad como analista político o su vinculación con el mundo académico. Pero muchos no sabrán que, como dice el refrán, fue cocinero antes que fraile. El arranque de la historia de la autonomía de Galicia estará siempre vinculado a su figura. Y parte del edificio que hoy contemplamos tiene en Barreiro Rivas a uno de sus arquitectos. Dotado de una audacia política innata, fue uno de los cerebros que permitió que una Alianza Popular sin apenas organización en Galicia fuese construyendo sus cimientos. Y lo más importante: quien supo ver el necesario giro galleguista que necesitaba la derecha para sintonizar con la identidad del país, lo que tan buenos réditos electorales le dio posteriormente al PP. Con Barreiro en la Xunta empieza la política de normalización, la radio y la televisión pública y las primeras piedras del modelo. Tras una carrera política intensa pero corta, y no exenta de polémica, Barreiro lleva ya un cuarto de siglo en las páginas de este diario como uno de los analistas políticos de referencia. Profesor universitario, brillante y sagaz, poco amigo de las alharacas, sus tribunas se han distinguido, por encima de todo, por una calculada voluntad de huir del lugar común y del razonamiento de masas. Y no ha supuesto una empresa sencilla: son muchos lo cambios que ha sufrido Galicia en un corto espacio de tiempo. La mayor crisis económica que nadie pudo imaginar ha colocado a la economía política en el primer plano. Contra viento y marea, Barreiro se ha distinguido precisamente por lo más complejo: escribir lo que muchos no quieren leer. Algunos quizás lo hayan interpretado como un giro, pero él sigue definiéndose como un liberal que defiende el modelo de bienestar para corregir las ineficiencias del mercado. Como buen católico, Barreiro es un democristiano, que apuesta por la política social. Desde a súa Torre Vixía, el nombre que ilustra su ya longeva tribuna política, trata de ganar la altura que le permite abordar las cuestiones con la mayor perspectiva y equidistancia posible. Quizás por eso suele incomodar a unos y a otros. Y sus textos tengan un valor incalculable en los tiempos que corren, tan proclives a las verdades absolutas. Huir del lugar común.