Una mujer con carácter sometida por el patrón clásico del maltratador

La Voz

GALICIA

31 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«Mari Luz era supervital; una mujer muy fuerte, con mucho carácter...» recuerda su hermana que todavía hoy no se explica como pudo establecer una relación con el hombre que acabaría arrebatándole la vida: «Cuando me lo presentó... la verdad es no lo entendía. A mi no me gustó. Era un hombre que no te miraba a los ojos; un Guardia Civil de chiste, presumiendo de que tenía pistola, de que te podía hacer esto o lo otro». Mari Luz estaba por entonces ya separada de su ex marido y padre de sus tres hijos. Dice Isabel que la relación con Jaime Máiz supuso el deterioro paulatino de la que mantenía con ella: «No me gustaba él, pero tampoco me gustaba la persona en que se estaba convirtiendo mi hermana».

La relación siguió el patrón clásico del maltrato. De ser una mujer con una vida social rica y abundante, Mari Luz pasó a una fase de aislamiento al menos en lo relativo a su familia que nunca conoció los problemas que sufría la pareja: «No tuvimos ni una sospecha -recuerda Isabel-. Y eso es algo que nunca le perdonaré. Aunque por otro lado también lo entiendo. No debe ser fácil admitir que has metido la pata hasta el fondo, que la relación se te ha ido de las manos». Cuando Mari Luz fue asesinada, su familia no sabía que la pareja había roto. Y eso que la víctima había denunciado las situaciones de acoso a las que la sometía, amparado muchas veces en su condición de Guardia Civil, el que acabaría siendo su asesino. En este caso, las denuncias no sirvieron. Es más, la última provocó su muerte.

Preguntas retóricas

Isabel ha repasado miles de veces los acontecimientos de aquella noche. Los conoció entonces, los revivió en el juicio, los reconstruye de vez en cuando en su cabeza: «Me pregunto muchas veces: aquella noche ¿no tuvo un momento de lucidez? ¿no pensó en ningún momento en el daño que le hacía a ella y el que nos hacía a todos, a la familia de Mari Luz y a la suya propia? Ellos tuvieron un tiempo que vivieron juntos, que seguramente fueron felices.... ¿no sirvió de nada?» Son preguntas retóricas que no llevan a nada. Isabel lo sabe, pero no puede evitar formulárselas. «Ahora todos pagamos las consecuencias de sus actos. No tendremos más vivencias con mi hermana. Solo recuerdos. Por eso cada vez que quiera salir de la cárcel antes de cumplir su condena, yo estaré ahí. Para que no salga».