Los hermanos casados de Cambre se mudan a Miño y montan una ONG

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Famosos por su lucha judicial para ser reconocidos como pareja, Daniel y Rosa Moya fundan junto con su hija la asociación El pueblo te escucha

20 oct 2014 . Actualizado a las 10:12 h.

Todos los pasos que dan en la vida tienen repercusión simplemente porque son ellos, una de las parejas más mediáticas de Galicia. Daniel y Rosa han recorrido platós de televisión de medio mundo para reivindicar el derecho a quererse, y a tener unos hijos reconocidos legalmente. Porque Daniel y Rosa son marido y mujer. Y hermanos.

Hace dos años dejaron su casa de Cecebre, en el municipio de Cambre, para desplazarse al cercano ayuntamiento de Miño, dotado de un clima más amable para la salud de Rosa. En ese tiempo, además de salir adelante con una familia que crecía con dos nietos, Daniel y Rosa constataron la cara menos amable de un municipio identificado con el turismo a través de su gran playa. En el día a día se cruzaron con gente sin recursos, inmigrantes con dificultades para sobrevivir, niños que acuden al colegio sin más alimento que «un botellín de agua manchado con Cola Cao». Y, tras considerar que los recursos de la administración «no son los adecuados», ellos y su hija Cristina acaban de fundar una asociación, a la que prefieren llamar ONG local, y cuyo primer objetivo queda claramente determinado en el nombre con el que ha sido registrado, «El pueblo te escucha».

A través de esta entidad han establecido su prioridad en el reparto de ropa, alimentos, enseres de hogar e incluso muebles. Cristina Moya, hija del matrimonio, preside la entidad que ha sumado numerosos adeptos en apenas una semana de vida. Se trata de familias con todos los miembros en paro, hipotecas que amenazan embargo, enfermedades crónicas en hogares con pocos recursos, divorciados en paro que no pueden pasar la manutención a sus hijos... Cristina Moya, quien preside la asociación, da ejemplos de conocer bien buen parte de esas complejas tesituras porque, dice, ellos mismos también las viven.

Atrás quedan los tiempos en que llegaron a recorrer varios países invitados por compañías de televisión para contar la historia de amor de sus padres, que descubrieron que eran hermanos meses después de haber iniciado un romance en Madrid. La primera impresión fue romper la relación, doblegarse ante el tabú del incesto, pero el amor les hizo volver, en un principio escondiéndose del resto del mundo y posteriormente declarando abiertamente que no les importaba el común origen sanguíneo. Y hasta hoy. Ahora inician esta etapa solidaria en Miño con el mismo tesón con el que un día acudieron a los tribunales para exigir que Daniel fuera reconocido como padre, y no tío, de sus propios hijos,

Como si de un hijo más se tratase, Daniel y Rosa comparten ahora la asociación con la que intentan hacer más fácil la vida de los que lo tienen más difícil.