Un ángel en la cuneta

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Tras descubrir a un herido en un coche el pasado sábado, José pidió ayuda a su mujer, Rocío, para que le asistiera.
Tras descubrir a un herido en un coche el pasado sábado, José pidió ayuda a su mujer, Rocío, para que le asistiera. CÉsar Delgado< / span>

Mientras la ambulancia buscaba el remoto lugar de un accidente en Bergondo, una enfermera mantuvo con vida al herido grave colocándole una vía de suero

21 oct 2014 . Actualizado a las 10:44 h.

Herminio se debate entre la vida y la muerte en el Hospital A Coruña. Sufrió un grave accidente en la noche del sábado, cuando estampó su Ford K contra un férreo eucalipto que asoma a una carretera secundaria de Bergondo. Si finalmente consigue recuperarse, le dirán que la ambulancia tardó demasiado tiempo en llegar a socorrerle, exigida por otras urgencias. Por eso y porque el lugar del accidente está escondido de la civilización. Pero también le dirán que una persona le prolongó la vida durante unos minutos cruciales. Una enfermera, de nombre Rocío, que ya tenía el pijama puesto para irse a la cama cuando él se empotró contra aquel árbol.

Ordenemos la historia de forma cronológica. José Vázquez se dirigía a Betanzos por la carretera de A Campiña cuando vio un coche parado a su izquierda. No interpretó la gravedad de la situación hasta que lo rebasó y lo vio por el espejo retrovisor. El lugar estaba muy oscuro y la luz de los faros solo impedía aún más descubrir el interior. José metió la mano, palpó un cuerpo y la sacó totalmente ensangrentada. Su primera llamada fue a la Guardia Civil. Les dijo que había un único ocupante y herido grave, inconsciente, «y con las piernas muy encajonadas entre el volante y la puerta».

Contactó también con la ambulancia, pero comenzó a sudar cuando le preguntaron por el lugar del accidente. Aquello era un bosque de eucaliptos sin referencias, un entramado de vías y pistas que convierten el lugar en un laberinto.

-¡Toma mi número, agrégame al WhatsApp y te envío las coordenadas!

-No tengo WhatsApp.

José dio las pistas geográficas que pudo, pero intuyó que la ambulancia tardaría un mundo en llegar. La preocupación creció cuando tocó el capó del coche. «No estaba caliente, quién sabe el tiempo que llevaba allí tirado». Entonces encontró la solución en su mujer, Rocío, enfermera. «Ya estaba en camisón cuando me llamó, me puse lo primero que encontré y salí con mi suegro al lugar del accidente», dice la profesional sanitaria, que trabaja en el Hospital A Coruña. También dio unas vueltas extras antes de descubrir el punto exacto. «El hombre estaba inconsciente pero respiraba de forma agónica», recuerda Rocío Arias.

La pareja contó con la ayuda de un joven que circulaba por la zona en motocicleta. Usó su teléfono móvil para alumbrar el interior del coche cuando Rocío atendía a Herminio. «Tenía una herida muy grande en la cabeza, sangraba mucho y le cogí una vía para alimentarlo con suero -recuerda la enfermera, de 38 años-; quería que ya estuviera todo preparado para cuando llegara la ambulancia».

«Si me oyes, aprieta la mano»

Les preocupó la quietud e inconsciencia del herido. Rocío le pedía que le apretara la mano si le oía. «Pero nada». A los veinte minutos de llegar la enfermera, llegó la ambulancia. Un poco antes lo habían hecho la Guardia Civil y Protección Civil. De hecho, en parte fue gracias a que José había movilizado a un conductor que se paró a ofrecer ayuda. «Le pedí que se colocara al final de la carretera, en el primer cruce, y orientase a la patrulla hacia aquí», recuerda José, indignado con otros conductores a los que solicitó ayuda en su agónica espera pero que hicieron caso omiso.

Ayer regresaron al punto del accidente, donde contaron su historia. El eucalipto que detuvo la trayectoria de Herminio («es el único dato que tenemos, su nombre») estaba desnudo de corteza en el lado que asoma al asfalto. A sus pies aún brillan fragmentos del parabrisas, un calcetín, una colilla y entre las hojas de eucalipto sobresale un CD grabado. Maná, Cuando los ángeles lloran.

Rocío afrontó con temple la grave situación en una cuneta escondida de Bergondo y gracias al maletín de primeros auxilios que siempre le acompaña en su coche particular. Ya vivió algún caso de extrema urgencia en accidentes cuando trabajó en los centros sanitarios de Sada y A Laracha. Se retiraron cuando Herminio ya estaba en una ambulancia rumbo al mismo hospital en que trabaja Rocío. Aun así, las dimensiones del complejo y la confidencialidad sobre los datos de los ingresados le impiden saber el estado actual de Herminio. «Ojalá se recupere, fue un accidente muy fuerte en un coche sin airbags», recuerda este matrimonio que vive en Bergondo de forma provisional mientras concluyen las obras de su piso de A Coruña. Insisten en que no es un sitio fácil para orientarse. «Cuando ya volvíamos para casa nos encontramos con el furgón de Atestados que buscaba el lugar del accidente».