El conserje que murió intentando cumplir su sueño

E. V. Pita VIGO / LA VOZ

GALICIA

Rafael «Tiriti» Abeijón, que se despeñó en la ascensión al Aneto, se federó en julio como montañero para hacer rutas en solitario

30 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

«Todo el mundo está hecho polvo. Tiriti era muy querido por su carácter alegre y buen rollo, tenía muy buen feeling, era bohemio y le encantaban los deportes de riesgo, cogía su furgoneta y se iba a Huesca o a Gerona, se recorría España para conseguir su nuevo reto y volvía feliz. Era su forma de vida, estaba soltero e iba a su bola». Así recuerda el delegado sindical del Instituto Municipal de Deportes de Vigo, José Antonio Pérez, a su compañero y conserje Rafael Tiriti Abeijón Broullón, de 42 años, que murió el lunes despeñado cuando ascendía al pico Aneto en Huesca.

El montañero disfrutaba de un permiso especial de varios meses en su trabajo, en el que hacía labores de mantenimiento y consejería del pabellón de Deportes desde hace una década. Allí también trabaja su hermano. Había pedido una excedencia sin retribuir para centrarse en su nueva afición al montañismo, que relató puntualmente en Facebook. En septiembre subió a una montaña y un pantano de Lleida y luego siguió su ruta hasta el Cabo de Gata, en Almería. Terminó en San Vicente de la Barquera. «Amigos: después de 24 días viviendo en mi furgo y pegarme un viaje de esos que nunca olvidarás, mañana vuelvo a casa», relató en su Facebook. En los días siguientes, mostró el vídeo de su salto desde unas cascadas en la Sierra del Guara en Huesca y, una semana después, las fotos del Lago de Sanabria, en Zamora.

El pasado domingo, víspera del accidente, envió un mensaje de WhatsApp a un compañero de trabajo para anunciarle que iba a subir al pico Aneto. El lunes, otros empleados le llamaron al móvil a las 16.00 horas para ver cómo había ido la ascensión pero no daba señal ni contestaba. «No nos preocupamos, a veces pasaba tres días incomunicado en alguna de sus aventuras», relata Pérez.

Abeijón era vigués, pero vivía en una casa de Redondela que le había cedido su madre. Hasta ahora, había superado todos sus retos personales: bajar en piragua por los rápidos de un río peligroso, adentrarse en una gruta o hacer rutas en moto. «Lo hacía a nivel aficionado, no competitivo, andaba solo y hacía amigos allí donde iba», añade Pérez.

En Redondela tenía amigos entre los moteros que participaban en las concentraciones de la Plataforma del Circuito Galego Xa. «Él era aventurero, le gustaba el riesgo y descargar adrenalina. No sabíamos que le gustase la montaña. Hace unas semanas le vino la afición a la escalada, fue algo nuevo. Aquí era muy conocido por su carácter alegre. Así es la vida», lamenta el presidente del Motoclub de Redondela, Carlos Figueroa.

Su última afición fue el montañismo, lo que sorprendió a sus conocidos. En julio, se hizo socio del Club de Montaña Xistra de Vigo, porque conocía a unos amigos, para tramitar la licencia deportiva que necesitan los montañeros para el seguro de accidentes. El presidente de la Federación Gallega, Adolfo Puch, tiene su ficha: «No es un deportista que conociéramos porque entró en este mundo federativo hace pocos meses. Fue a la montaña en solitario. Ha sido una desgracia. Cuando pasa algo así nos duele muchísimo. Se hacen actividades todo el año y no pasa nada».

Primera muerte en el club

En el club Xistra recuerdan que vino hace 3 meses a hacerse socio y sacar la licencia. Pero nunca más volvió. «No sabemos si tenía experiencia o no. Cuando un montañero entra por la puerta no lleva galones ni se nos ve en la cara. Es la primera persona del club que muere, pero no lo conocíamos. Hacemos un esfuerzo descomunal por mantener las actividades y esto es muy triste», dice un portavoz. Añade que los montañeros suelen ir acompañados a escalar «especialmente porque la gasolina cuesta un montón». El pico Aneto no era un ascenso muy difícil: «Hoy en día lo hace gente con zapatillas de tenis, todos los que hacemos montaña lo hemos subido». Los agentes de Huesca hallaron cerca la furgoneta que Abeijón había habilitado como autocaravana.