«Sus relojes estaban en hora, pero ellos se fueron»

La Voz

GALICIA

Sandra Domínguez, que perdió a sus padres en el accidente del Alvia, relata su sufrimiento dieciséis meses después

20 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Ella se despidió de mi con una sonrisa, como siempre hacía, siempre complaciente, vestida con una blusa blanca con florecitas azules que había arreglado a su gusto. Llevaba el bolso cruzado como le había insistido que hiciera, porque en Madrid nunca se sabe... Y le dije por enésima vez: «Lleva el DNI encima, en un bolsillo, por si te lo piden, y el billete en la mano para no perder tiempo».

Era el 24 de julio del 2013, en la estación de Chamartín. No estaba sola. Iba con mi padre, como siempre. A pesar de su tristeza me hizo caso. Puso el DNI en el bolsillo del suéter, aunque la cartera siempre iba en el bolsillo del pantalón. Pero conseguí ese pequeño gesto que unas horas más tarde ayudaría a identificarlo. Con mi madre tardaron más, unas horas interminables. Ese bolso que siempre llevamos encima no iba con ella. No estaba a su lado. Tampoco el teléfono ni la maleta. Nada.

Cuando me entregaron sus pertenencias en ese pabellón tan frío, tan inhumano, donde los féretros se amontonaban en fila identificados con un número, vi que sus relojes estaban en hora, sin rasguños. Funcionaban. Pero mis padres ya no estaban, se habían ido, se los habían llevado. Me quedé sola, huérfana, y un año más tarde la vida me arranca a mi hermano, mi niño del alma. No imagino cómo lo habrían vivido. Porque no es ley de vida que un hijo se vaya antes que los padres.

Y pregunto ¿Por qué? ¿Por qué un interventor realiza una última llamada inoportuna al maquinista, totalmente innecesaria, en marcha... y sigue con su vida, con su familia, sin responsabilidad alguna? ¿Por qué un maquinista irresponsable contesta a esa llamada en marcha, sin ser consciente del punto en el que se encontraba? También sigue con su vida, rodeado de sus seres queridos, respirando, sintiendo, viviendo... y ya apto para trabajar. Pasará la Navidad con su familia y disfrutará de las alegrías de esos momentos. Como los que son corresponsables de este accidente. Yo no. No me queda nada ni nadie. Soy una persona llena de dolor, pena y rabia. Vacía. Ni perdono ni olvido. Y no creo en falsos, fingidos y obligados arrepentimientos. Descansad en paz. Y feliz cumpleaños, mamá.

CARTA DE UNA VÍCTIMA DEL ALVIA

Sandra Domínguez