Los familiares de las víctimas de Angrois plantan los árboles del recuerdo

Efe

GALICIA

SANDRA ALONSO

Afectados por la tragedia del Alvia plantan arces rojos para sobrellevar el dolor de sus pérdidas

01 mar 2015 . Actualizado a las 19:57 h.

La tragedia ferroviaria de Angrois es un drama humano con nombres propios, como los de Laura Naveiras y su novio David Martín, o el de Manuel Sierra Morán y todos, hasta 81 que perdieron la vida en las vías, van a tener un árbol en el Jardín del Recuerdo del Pazo de Faramello. La lluvia era incesante en este espacio natural de Rois, pero esto no impidió que familiares y amigos de los fallecidos en la curva de A Grandeira, a la altura del barrio compostelano de Angrois, encontrasen en la naturaleza el consuelo que tanto necesitan.

De momento hay 17 arbustos colocados (todos ellos arces rojos o árboles del amor) y el director gerente del pazo, Gonzalo Rivero de Aguilar, ha explicado a la prensa que el objetivo de este espacio, de libre acceso, es «recordar a las víctimas, sobre todo», y que lo que ha ocurrido «no se repita». Algo tan tremendo no se olvida en la vida, ha manifestado Gonzalo Rivero, que pensó esta idea porque el 24 de julio del 2013, la fecha en la que se accidentó el Alvia que cubría la ruta entre Madrid y Ferrol, tuvo una mala noticia de salud, de la que le informó su médico, al que llamaron para que colaborase con la ayuda sanitaria prestada «por Angrois».

El propio Gonzalo tampoco lo dudó al enterarse de lo sucedido y acudió a la «zona cero» del siniestro para también él «intentar» cooperar. De sus complicaciones se ha recuperado y ahora está volcado con este proyecto que cuenta con la colaboración de la Fundación Juana de Vega, que preside Enrique Sáez, con la prestigiosa paisajista Isabel Aguirre.

SANDRA ALONSO

Lola Morán, quien ha estado este domingo en el Pazo de Faramello, perdió a su hijo, Manuel. Ella, al igual que los suyos, ha dicho que se siente muy emocionada ante la iniciativa «que ha tenido Gonzalo, porque es todo muy emotivo». Su hijo, nacido en Valladolid, de donde procede esta familia, estaba a punto de incorporarse a la Fundación de la Lengua Española después de trabajar para el Instituto Cervantes en Budapest. Lola está convencida de que Manolo, como se le solía llamar en su círculo íntimo, «nos guía en todas estas cosas, es el que nos une a Galicia y nos hace estar atados a esto para siempre», ha comentado con los informadores tras la plantación de su árbol, sobre el que se han depositado flores.

Asunción Ferreiro, situada no muy lejos de Lola, no ha aprendido a vivir sin Laura, puesto que cada día se levanta pensando en su sonrisa. En el tren viajaban de vuelta a casa su hija, Laura y su pareja David, ambos estudiantes de Medicina en Lérida, y la última noticia que tuvo de ellos fue que estaban en Ourense y que llegarían pronto, algo que, por desgracia, jamás sucedió. Asun, diminutivo cariñoso con el que se dirigen a ella, plantó el árbol con el que se inauguró el jardín, llamado Laura. Al igual que ocurrirá con todos los demás porta una placa de madera con una forma similar a un corazón y el nombre que corresponda en cada caso.

«Plantamos primero el de ella y después el de él. Elegimos el árbol del amor, estaban muy enamorados y compartían mucho, clase, estudios, gustos en todo... Esto es para que siempre estén ahí, juntos, los dos, que era lo que ellos querían, estar siempre juntos». Ha contado que «los papás de él» no han podido venir y «yo les prometí que plantaría el de su hijo y aquí estamos. Vinimos cuando fue el aniversario del accidente, también con la presentación del proyecto y hace dos días a hablar con Gonzalo. Ahora vendremos con frecuencia, por supuesto. Es un recuerdo de vida».

El Pazo de Faramello honra a los que ya no están con un jardín, que trascenderá al paso del tiempo, a un paso del antiguo Camino Portugués.