Un taxista de A Mariña encargó «jamón, vino y música alegre» para su entierro

María Cuadrado Fernández
M. Cuadrado VIVEIRO / LA VOZ

GALICIA

XAIME RAMALLAL

«Cañagüeca», el conductor más famoso por distintas generaciones de la zona, no quiso en su entierro ni flores ni velatorio

31 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cañagüeca, el taxista más conocido por distintas generaciones de A Mariña, no quiso en su entierro ni flores ni velatorio. El hombre que el DNI identificaba como Roberto Pernas Louzao (Valcarría-Viveiro, 1935) se despidió haciendo gala de la personalidad arrolladora que siempre le caracterizó. Dijo adiós demostrando el cariño hacia los suyos y dejando por escrito sus últimas voluntades, al tiempo que se confesaba «católico apostólico gallego». Le pidió a su hijo Roberto y a su nuera Esther que convidaran a un par de gaiteiros para despedir la caja con sus restos en la puerta de su casa. También quiso que la música de gaita volviese a sonar en el lugar de Ponte do Carro. Su deseo era que desde ese punto fuesen sus amigos los que lo trasladasen hasta el camposanto «donde echarán la última tocata». Y sucedió el domingo, en A Rigueira (Xove).

Cañagüeca quería música de muiñeira o de pasodoble. Le gustaban las piezas alegres y hasta en el momento de la despedida rechazó las fúnebres. Así era este hombre conocido principalmente en A Mariña y en otras localidades costeras gallegas. De su trabajo en Feve, en Viveiro, pocos se acuerdan. Lo que es difícil de borrar del recuerdo de muchas generaciones de mariñanos es su trabajo como taxista, una profesión que disfrutaba y que catapultó su fama de persona entregada. Con él viajaron desde Burela, donde más lo conocían, cientos de marineros y armadores, novios en busca de fiesta y un buen número de parturientas. Entonces el Hospital da Costa era solo un proyecto y las mariñanas debían soportar más de una hora en coche para poder alumbrar en un centro hospitalario. «Hubo muchos niños que nacieron en el coche de mi padre», recordaba ayer Roberto Pernas, el hijo de Cañagüeca, todavía emocionado por una pérdida irreparable. Así era este conocido taxista, con más de ocho millones de kilómetros recorridos, que le entregó a su familia hace meses sus últimas voluntades. Su nuera, Esther, recordaba las innumerables muestras de cariño que le han transmitido a la familia: «É un orgullo que a xente se acerque a nós para agradecernos o que Caña fixo por eles hai un ano, dez, vinte, corenta...».

Su familia lo define como valiente, osado y alegre. Lo dejó bien claro en las indicaciones: «Música alegre (..) El fúnebre se quedará en la pista, nada de entrar para dentro». También aclaró que no quería teatro en su despedida, quiso irse sin zapatos y ocupar el nicho «de arriba del todo». No quiso candelabros sobre la caja e indicó que le gustaría el primer descanso en su cama. Manifestó sus predilecciones por la vestimenta que debería llevar, no quiso que se tocasen las campanas y le pidió a su hijo que comprara un jamón, unas botellas de vino y cervezas.

En vez de rosario prefirió que su familia se reuniese en la cocina «para xarrear y comer».