Ocho de cada diez gallegos toman productos frescos todos los días

m. cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

XOÁN CARLOS GIL

La mayoría dicen que nunca almuerzan fuera de casa por motivos laborales

03 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Somos lo que comemos. Los gallegos deberían tener entonces una salud de hierro o, por lo menos, ser uno de los pueblos mejor alimentados de Occidente. Los datos obtenidos por una encuesta realizada por Sondaxe, el instituto de estudios sociólogicos de La Voz de Galicia, muestran como ocho de cada diez entrevistados aseguran ingerir productos frescos todos los días. Su recelo a consumir alimentos precocinados o repostería elaborada con grasas saturadas podría explicar también por qué más de la mitad creen estar el peso ideal para su edad.

Pero ser fiel a la dieta mediterránea (rica en verduras frescas, aceite de oliva, pescado y carne fresca) tiene su coste. Aunque la brecha entre comer bien o mal no es tan exagerada en Galicia como en otros países como Estados Unidos, donde la comida basura es mucho más barata, en líneas generales recurrir a productos frescos suele incrementar el valor de la cesta de la compra.

Un trabajo de campo realizado esta semana en un supermercado de una ciudad del eje atlántico constata que recurrir al pescado fresco, por ejemplo, supone una diferencia de hasta 7 euros por kilo, comparándolo con ese producto congelado. El establecimiento analizado ofrecía filetes frescos de merluza por 7,5 euros los 500 gramos. La misma cantidad de pescado congelado y preparado del mismo modo salía a 3,97 euros. Más allá de fresco o congelado en ese caso hay que tener en cuenta también el tipo de merluza. La del pincho suele ser más cara que la de volanta. Además, los filetes ultracongelados acostumbran a pescarse en caladeros lejanos, donde la especie capturada es diferente a la que se extrae en el Cantábrico o el Gran Sol. También hay épocas que el precio de la merluza fresca baja tanto que está por debajo de la congelada.

Las diferencia hallada con el pescado se nota también en la carne. En el departamento de carnicería, un kilo de albóndigas frescas de pavo costaba ayer 7,33 por kilo. Un bote cocinado de 4,25 gramos de albóndigas con otra carne costaba 1,55 euros.

Pese a que el consumo de alimentos frescos es diario entre buena parte de los encuestados, en esos hogares también entran de vez en cuando los productos congelados. De hecho, un 30,2 % dicen echar mano de ellos dos o tres veces por semana, más que los que recurren a las conservas. Detras de ese porcentaje hay dos explicaciones. La primera es que compren directamente pescado o verduras congeladas en el supermercado. La segunda, que hagan grandes cantidades de un plato para luego congelarlo dividido en raciones.

Pero los alimentos congelados no son peores que los frescos. La cuestión es que el proceso al que son sometidos lo hayan realizado de modo adecuado. «No tienen por que ser peores que un fresco. La calidad de un producto fresco disminuye más rápido que la de un congelado. De ahí que por ejemplo una verdura que se congela justo cuando se corta puede guardar más propiedades que otra que lleva varios días cortada y que ha ido perdiendo las propiedades que tenía», indica Jorge Barros, profesor del laboratorio de Higiene y Control de Alimentos de la USC.

Nuevos hábitos

Los hábitos alimentarios son tambien una cuestión que va aparejada a los nuevos estilos de vida y al proceso de globalización

por el que se han ido importando productos como la comida rápida. La tendencia apunta a la disminución del tiempo que las familias trabajadoras dedican a la cocina, pero los datos de Sondaxe muestran como un 75,1 % de los que han contestado a sus preguntas dicen que no comen fuera de casa por cuestiones de trabajo debido en parte a que en Galicia todavía predomina la jornada continua o partida con un amplio espacio de tiempo a mediodía para ir a comer. Quizá por ello el consumo de productos frescos es mayor. Además, cuanto menor es el poder de compra de los encuestados, más alto es el porcentaje de los que no comen fuera por esa razón. En el extremo contrario hay un pequeño porcentaje que alegan salir a comer fuera todos los días. Desde luego, ese índice va aumentamdo a medida que el nivel de ingresos de los encuestados resulta mayor.