«Una persona enferma no puede vivir con tres horas de agua al día»

Laura García del Valle
Laura G. del Valle REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Ana Garcia

Las restricciones por la sequía en el Monte Xalo han dado paso a la indignación colectiva, los carteles de «Se vende» y la creación de pozos

27 ago 2015 . Actualizado a las 08:53 h.

Uno de los peores días del verano en cuanto a precipitaciones. O de los mejores, según las necesidades de cada uno. Ayer, el Monte Xalo podía estar de celebración ante las continuas horas de lluvia, que pueden contribuir a reducir la restricción de tres horas de agua con la que conviven los vecinos. Sin embargo, en la urbanización privada que se divide entre los concellos de Cerceda, Carral, Culleredo y A Laracha, ya solo reinaba la resignación.

Una resignación que rezumaba ira y que parece haberse anclado en una urbanización que los constructores se encargaron en denominar «de lujo» y que encandiló a casi 500 personas. Quizás el problema es que a estos nuevos inquilinos nadie les comentó los problemas de suministro de la zona. Como recuerda José Miguel Vázquez, «cuando me construí esta casa no tenía ni idea de que había escasez de agua; simplemente un buen día llegó la sequía y dijeron ??señores, no hay agua??. Así que decidí hacer un pozo y se acabó el problema».

Conseguir tener agua en casa sin preocupaciones cuesta alrededor de 2.000 euros, un gasto que una pareja de catalanes jubilados que vino a Galicia una vez dejó de trabajar, sabe que tendrá que asumir si siguen viviendo en el Xalo. «Aquí si no tienes pozo estás perdido», afirma Ricardo García después de llevar tres años viviendo en una de las casas de esta urbanización. Su mujer, Patricia Gómez no tolera más esta situación: «Mi marido está enfermo de cáncer y tiene que ir al baño a menudo, no podemos tener agua solo de seis a nueve». Mientras revuelve las patatas que tiene a remojo desde la noche anterior y se queja de que no sabe si la lavadora podrá terminar de lavar antes de que corten de nuevo el suministro, Patricia asegura haber acudido a la asociación de vecinos de la zona rogando una solución ante su delicada situación familiar, «lo único que me ofrecieron fueron las llaves de la piscina comunitaria».

Cargados de arrepentimiento, la pareja lamenta haberse decantado por esta urbanización tras abandonar Cataluña. «Galicia es un paraíso, ¿qué hacemos aquí?», se pregunta Patricia mirando al cielo y, paradójicamente, viendo la lluvia caer. «Ojalá pudiéramos irnos, pero es complicado», afirma a continuación su marido. Desde luego, carteles de «Se vende» no faltan en las inmediaciones de esta urbanización que, supuestamente, duplica su población en verano y, pese a eso, parece fantasma.

Esto no parece sorprender a Vázquez, cuya vivienda se sitúa dentro del concello de Cerceda. Para él, uno de los problemas fundamentales que acusa a esta urbanización es que al formar parte de cuatro ayuntamientos, «todos se quieren lavan las manos». Y así, ante la falta de soluciones, las llamadas al pocero se suceden día sí y día también. Manuel Louredo, vecino de la parte de Carral, reconoce que construyó un pozo hace un mes porque no aguantaba más el tener que esperar a la tarde para disponer de agua. «Tengo niños pequeños y todos los días tenía que ir a casa de mis suegros a ducharlos o para cocinar y que comieran: era lo que tocaba». Y de nuevo, resignación.