Rafael Louzán, el político que quería saber irse

Lars Christian Casares Berg
christian casares PONTEVEDRA / LA VOZ

GALICIA

MONICA IRAGO

El expresidente de la Diputación de Pontevedra dimite de su escaño tras no lograr mantener el gobierno provincial del PP frente a PSOE y BNG

02 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Llegó a la presidencia de la Diputación de Pontevedra entre un estruendo de gaitas, el 12 de julio del 2003, arropado por Mariano Rajoy, Manuel Fraga y seis de sus conselleiros. Sonó el himno antes de tiempo en aquella sesión, el responsable de protocolo cayó al suelo tratando de impedir la salida prematura de una banda de gaitas que avanzaba como un tren, y Fraga -agrandando su fama de inflexible con la impuntualidad- abandonó prematuramente la sesión mientras Rajoy se encogía de hombros en el sillón de al lado.

En realidad Rafael Louzán (Ribadumia 1967) había empezado a llegar a la Diputación mucho antes. A los 32 años, en mayo del 2000, se hizo con las riendas del Partido Popular en Pontevedra, tras un ascenso meteórico desde su puesto de empleado municipal en Ribadumia, donde creció a la sombra del controvertido regidor Nene Barral. Desde aquel lejano 2000 pilota el PP en la cuarta provincia con más militantes de España y tiene mandato en el partido hasta el 2017.

En el 2013, revalidado ya al frente de los populares en un congreso de Silleda blindado ante las protestas de los preferentistas, dejó entrever sus planes de futuro. «É importante saber irse, saber marchar para que non te boten», dijo en una entrevista a La Voz con motivo de su reelección.

Louzán había llegado hacía ya diez años a la Diputación, sin inmutarse por los intentos de maniobra de la viguesa Corina Porro y el pontevedrés José Rivas Fontán por disputarle el puesto en aquel primer mandato del 2003. Repitió en el 2007 por un puñado de votos. Y en el 2011 se desquitó con una amplia mayoría. Entremedias cerró la era Fraga en el partido con el relevo de López Veiga, Pérez Varela y Xesús Palmou y convirtió la Diputación en cantera para el futuro gobierno de Núñez Feijoo, arropando a Alfonso Rueda y promocionando a Agustín Fernández, a la espera de que el PP reconquistase de la mano del delfín de Fraga la Xunta de Galicia.

«Louzán ha sido trabajador y cuida a su gente. Yo también voté Rafael Louzán», le elogiaba Mariano Rajoy un año antes de ser presidente del Gobierno. Le tocaba entonces lidiar a Rajoy desde el PP con un Baltar padre revolviéndose en retirada en Ourense y Louzán jugaba la baza del barón tranquilo que no se iría como el ourensano. Sabría irse.

Ayer dimitió como diputado en la corporación provincial de Pontevedra. Ya lo había anunciado el pasado 26 de mayo: si el PP no repetía al frente de la institución, él se marcharía. Se va, pero no como él había diseñado en sus mejores planes.

Con un pie en el mundo del fútbol y otro en el de la política, la hoja de ruta perfecta del saber irse según Louzán pasaban por un relevo tranquilo en la Diputación de Pontevedra. Revalidar en estas últimas elecciones municipales el mandato, dejar todo atado, y migrar hacia la presidencia de la Federación Galega de Fútbol, que ocupa desde diciembre del 2014, sin que nadie le hubiese echado.

Pero lo hicieron los votos de PSOE y BNG. No fueron las eternas acusaciones de caciquismo ni la investigación judicial abierta tras una denuncia anónima por unos supuestos sobreprecios que se pagaban por el alquiler de unos locales de su propiedad. Socialistas y nacionalistas gobiernan ahora en coalición una Diputación de Pontevedra con cuya presidencia Louzán llegó a tentar al BNG si en lugar de pactar con el PSOE lo hacía con los populares. Solo confiando en esa última baza, que jugó hasta el final, Rafael Louzán llegó a tomar posesión como diputado provincial. Ahora dimite y se va. Seguirá ayudando, asegura, al grupo provincial en labores de coordinación. Pero ha empezado a irse de la primera línea. «Hai vida máis alá da política», le gusta decir a Louzán. Él encontró la vía para irse al mundo del fútbol.