Porto y Basterra, casados por lo penal

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Las defensas de los dos acusados por el caso Asunta vuelven a confluir en el juicio

04 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El banquillo de los acusados fue el lugar en el que Alfonso Basterra y Rosario Porto hicieron pública su reconciliación. Ahí fue donde ella dijo que él «era un gran padre» y al día siguiente él le devolvió el cumplido con esta frase: «Es la madre que toda niña desearía tener». Pero antes de tanta adulación se habían dicho cosas muy feas. Sobre todo ella. En su primera declaración judicial, seis días después del crimen y de pie frente al juez instructor, Rosario lo acusó nada menos que de pegarle, de tener «una doble personalidad». Hasta llegó a decir que su exmarido le había dado en una ocasión polvos blancos a su hija.

Pese a que Rosario sembró dudas sobre Alfonso en aquella comparecencia, este no le devolvió la afrenta en la única declaración que hizo, tres días después de ser detenido y, tal y como hizo saber en el juicio, después de pasar tres noches sin dormir en los calabozos policiales, «un lugar en el que no vivirían ni las ratas». Sobre si la había maltratado, respondió que no, que «discutieron» como cualquier pareja, pero nada más. «Yo mido 1,80 y ella es mucho más baja», añadió. Sí admitió la única vez que habló durante la instrucción que le había dado polvos blancos a su hija en una ocasión. Así se desarrolló el interrogatorio de Vázquez Taín el 27 de septiembre del 2013, seis días después de la muerte de Asunta:

Juez. ¿Le dio polvos blancos a la niña?

Basterra. Vamos a ver..., tenemos mucha amistad con Sabela Martínez, pediatra. Desde que llegó, vio a la niña y le habría dado una medicación que son los polvos blancos a los que se debe referir Asunta.

Juez. La niña empezó a ser alérgica en junio o julio, ¿verdad?

Basterra. Ya otros años anteriores tenía síntomas, lo que pasa esos? esas? polvos no, esa medicina que se los dio la pediatra.

Juez. Si le pregunto por polvos, contésteme por polvos. Le estoy preguntando por polvos y además le puntualizo polvos blancos, es decir, ¿tenía algún tipo de medicamento consistente en polvos blancos que ustedes le dieran con ataques de alergia?

Basterra. No, no, no. Un producto que nos dio la doctora.

Juez. ¿Y qué recuerda qué era, en qué consistía... un espray inhalador, polvos, pastillas?

Basterra. Esos famosos polvos los tomó una vez la niña.

Juez. Hábleme de los polvos blancos a los que la niña hace referencia a cuatro profesores distintos.

Basterra. Pues algo que también le dio la doctora Sabela y que a la niña no le debió sentar bien, y lo achacó al mareo de ese día y no se los volvimos a dar. Fue cuando empezaron con las... con el inhalador y ahora lo uso yo.

Juez. ¿Por qué Asunta dice a los profesores que la están engañando y dice que los polvos la drogan o envenenan o sienta mal?

Basterra. Se lo dimos un día y determinamos que no porque ella relacionó los polvos con esa sensación de mareo y para que esté tranquila se quita.

Juez. ¿Los polvos solo una vez?

Basterra. Solo una vez.

Juez. ¿Qué tipo de medicamento eran los polvos?

Basterra. Sería un antihistamínico, digo yo. Eran unos polvos que se diluyen en agua y se tomaban. Nada más.

Todo esto que declaró Basterra a los pocos días del crimen lo está pagando ahora en el juicio. El viernes negó en rotundo haberle dado polvos blancos. Así fueron sus explicaciones:

Fiscal. ¿Le dio polvos blancos a la niña?

Basterra. No, por supuesto que no. El 27 de septiembre llevaba seis días llorando. Me pasé seis noches llorando en lugares donde no dormirían ni las ratas. Por tanto, el día de mi declaración judicial no estaba bien. Si me preguntan si soy el hijo del papa Francisco diría que sí.

Basterra apeló en varias ocasiones a «un mínimo de empatía» para comprender que sus declaraciones unos días después del fallecimiento de su hija se suceden bajo unas circunstancias «desgarradoras». Su abogada, Belén Hospido, ya le había allanado el terreno en este aspecto en la primera jornada del juicio: «Se olvida uno de que estamos hablando de un momento en el que estaban sometidos a toda la presión que supone la pérdida de una hija».

El mismo argumento empleó Rosario Porto para explicar por qué en su primera declaración también achacó a su exmarido los episodios de mareos que presentó Asunta en la academia de música a la que iba.

Juez Vázquez Taín. ¿Por qué los profesores dijeron que la niña los había alertado de que sus padres la engañaban.

Rosario. ¿Mis padres me engañan? Sería mi padre me engaña.

Juez. La niña lo que repetía constantemente es «yo no soy alérgica», «mis padres me engañan».

Rosario. Yo no le pude dar nada porque yo no dormí con ella, la niña durmió con su padre.

En aquellas primeras semanas de investigación y después de que Rosario intentase desviar toda sombra de sospecha sobre Alfonso, vuelve a hablar bien de él el 28 de noviembre del 2013. Entonces dijo: «Nunca sospeché de mi exmarido». Cuando le preguntaron por los polvos blancos en esa segunda comparecencia, la madre de Asunta respondió así:

Juez. ¿Notó que cuando la niña estaba con el padre podía tenerla grogui y a su merced?

Rosario. Bajo ningún concepto. Si lo hubiese sabido no la dejaría con su padre. Yo la tenía muy protegida y creo que su padre también.

Parecía que las aguas volvían a su cauce, pero nueve meses después, Belén Hospido, la abogada de Alfonso Basterra, presentaba un escrito de defensa que volvía a envenenar la relación. Esta vez era él quien descargaba sobre su pareja los puntos más oscuros del crimen. No la culpaba directamente. Pero casi. Sirva un ejemplo: «En las fechas en que Asunta no acudió a clase en los meses de julio y septiembre del 2013, por hallarse indispuesta, o que acudió estándolo, se encontraba o había pernoctado en casa de su madre». Además, Basterra aseguraba que Rosario Porto también le había mentido a él, al igual que a la policía, al decirle que había dejado a Asunta en casa haciendo los deberes y no informarle de que la niña la había acompañado a la casa de Teo, en la que se sitúa la escena del crimen. «Ni ese día, ni en los días siguientes al fallecimiento de la menor, supo que la niña había acompañado a su madre a dicho lugar (Teo), sobre las 18.20 horas de ese día, pues Porto le contó que la había dejado en el domicilio, haciendo los deberes, y mantuvo esa versión hasta días después del fallecimiento de su hija».

A ese escrito respondió el abogado de Rosario. Aranguren dijo entonces que su clienta «no se esperaba esto, que le echaran las culpas de cosas como que la niña fuese drogada a clase de música. No sabe a cuento de qué viene esto, pero yo ya le he explicado que a mí la defensa me la hace menos difícil, porque siempre digo que prefiero tener al enemigo enfrente que al lado».

Fueron los momentos más críticos de la relación entre ambos. Parecía que llegado el juicio se iban a echar las culpas el uno al otro. Pero tras las bambalinas de la prisión se alcanzó un acuerdo de no agresión, limaron asperezas y esta semana ofrecieron un discurso calcado el uno del otro. Ni una sola insinuación. Rosario defendió a Alfonso como a ella misma y él hizo lo propio. Y ¿qué quedó de aquellos desencuentros? Nada, que todo se debió a que estaban «confundidos» y en «estado de conmoción», tal y como declararon esta semana ante el fiscal.