Rali en A Ulloa desde la «palleira»

Xosé Carreira LUGO / LA VOZ

GALICIA

ALBERTO LÓPEZ

El accidente de Carral marcó una competición en la que algún espectador fue a un cementerio para protegerse pero otros incumplieron la seguridad

04 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A las ocho y media de la mañana de ayer, cuando la niebla aún no se había disipado, ya estaba casi repleta una tribuna montada para el rali da Ulloa. No fue idea de la organización, sino de unos aficionados que querían tener la mejor vista en una de las curvas y, de paso, estar seguros. Para la obra aprovecharon una vieja palleira de San Cibrao da Repostería, a unos diez kilómetros de Palas. Hubieran podido elegir de asiento unos reclinatorios que fueron jubilados con la llegada de los bancos a la iglesia y acabaron tirados en el lugar, pero prefirieron colocar una tabla sobre unas cajas de cerveza. Desde allí presenciaron tan panchos el paso, a toda pastilla, de los 106 vehículos que hubo en el primer tramo.

«Hai síndrome de Carral», contó un hombre de chaleco fosforescente, con competencias en seguridad, plantado en la zona. Por eso, el conductor de uno de los coches que hizo pasadas previas para controlar el tramo, aminoró la marcha, abrió la ventanilla y dijo a los de la palleira: «Aí si que é bo sitio». «¡Home xa, pero hai que pagar entrada!», le contestaron con sorna los aficionados.

Una vecina de San Cibrao, alertada por tanto petardeo de escapes, optó por salir a ver la competición; pero, de ir a la carretera, nada de nada. Fue al cementerio, se apoyó en las cruces de un nicho y desde allí vio tres o cuatro pasadas. «Andan tolos... Non me ten graza ningunha. Estar papando frío... E ese ruído...», explicó la mujer, que no dedicó más de cinco minutos de atención a la competición. Marchó para ayudar a cuidar a su hermana unos cerdos de ceba.

Dos vecinos del pueblo aún recordaban con miedo la última vez que les llevaron el rali al lugar. Sin saber muy bien qué iba a pasar, levantaron las cintas y salieron con sus coches por el circuito en dirección a Palas. Con la lección aprendida, ayer se dedicaron a recoger habas mientras los pilotos daban gas.

Lo ocurrido en Carral hace un mes, cuando murieron siete personas en el rali de A Coruña, puede que estuviera presente en la mente de muchos, pero no de todos. Decenas de aficionados, pertrechados con asientos portátiles, sacos de plumas para superar los menos de 5 grados de temperatura y neveras repletas de comida y bebida, se situaron en sitios muy seguros en los que el único peligro era que se cayese un árbol.

Sin embargo hubo escenas que demostraban la despreocupación de otros. No faltaron padres que se situaron con sus hijos pequeños en curvas peligrosas en las que los organizadores colocaron cintas de plástico que no servirían de nada si algún piloto hubiese perdido el control del vehículo, justamente en un tramo en el que había gravilla por la reparación de un bache.

En la zona de San Cibrao da Repostería no faltaron los inquietos. Entre pasada y pasada algunos se lanzaron al circuito. Otros se situaron en zonas poco aconsejables y fueron apartados, pero a los cinco minutos otros aficionados volvían a ocupar el mismo lugar. A veces daba la sensación de que hay que cruzar los dedos o implorar a la providencia para que no pase nada.

«En general hemos visto a la gente muy bien colocada, en sitios altos y en otros puntos protegidos», explicó uno de los más de cuarenta agentes de la Guardia Civil que acudieron al rali. De ellos fue competencia la seguridad vial, no así la responsabilidad de que los espectadores estuvieran bien situados, que eso es tarea de la organización. Y los organizadores tuvieron que llamar la atención en varias ocasiones a grupos de aficionados que se pasaron de la raya, si bien no fueron requeridos los guardias para intervenir.

«Non podemos ter unha persoa vixiando a cada espectador. Se cada un non se fai responsable da súa propia seguridade e tamén da dos demais, poden acontecer problemas», apuntó una persona del control.

Tráfico de la Guardia Civil se ocupó en los días previos de tener establecidas las vías de comunicación alternativas en caso de una emergencia. También revisó con la organización otros aspectos como, por ejemplo, la presencia de ambulancias y el denominado coche R (con un piloto profesional y un médico). Incluso desplazó ayer un helicóptero a la zona.

Dos salidas de vía con un lesionado

En la competición de A Ulloa hubo al menos dos salidas de vía que se quedaron en un susto. Según diversas personas, no hubo riesgo alguno para los aficionados porque ocurrieron, por fortuna, en zonas en las que no había público. Una de ellas la protagonizó un piloto de la zona de Sigüeiro, que no controló su vehículo y este fue a chocar contra un muro. El conductor tuvo, al parecer, lesión en algunas costillas. Al lugar acudió una ambulancia y personal sanitario para prestar asistencia. El percance ocurrió en el tramo C, entre Palas y Monterroso. Otro de los percances consistió en una salida de vía sin mayores consecuencias. El rali comenzó con 106 coches y en el tramo sexto (había nueve) quedaban 79.