El yihadismo es cosa de hermanos

Manuel Fernández Blanco
Manuel Fernández Blanco LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

GALICIA

27 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos de los terroristas suicidas de los atentados en Bruselas eran los hermanos Ibrahim y Khalid el Bakraoui. Ambos tenían antecedentes por delincuencia común y estaban relacionados con los atentados del pasado noviembre en París. En esos mismos atentados habían participado los también hermanos Ibrahim y Salah Abdeslam. Los hermanos Abdeslam también tenían una historia, previa a su radicalización, de delincuencia común, que incluía hurtos y consumo y trapicheo de drogas. En la casa de los Abdeslam era el hermano mayor, Ibrahim, quien ostentaba la autoridad, ante la impotencia del padre (conductor de trenes jubilado) y los llantos de la madre.

Entre muchos de los yihadistas nacidos en Occidente, el declive de las figuras paternas de autoridad ha llevado a que la autoridad del hermano, especialmente la del hermano mayor, ocupe el lugar dejado vacío por el padre. Este fenómeno ha sido analizado con gran precisión por el psicoanalista francés Éric Laurent (De la folie de la horde aux triomphes des religions).

La mayor parte de los yihadistas occidentales han crecido en familias en las que la descomposición de la autoridad paterna es sustituida por el clan de los hermanos. Hermanos siempre, en el sentido metafórico, pero con frecuencia también en el de sangre. Caído el padre, lo que colectiviza a estos jóvenes es el odio y el rechazo. Por eso según Oliver Roy, especialista en el Islam, el fenómeno al que asistimos no responde tanto a la radicalización del Islam, sino a la islamización de la radicalidad.

Vemos cómo muchos de estos jóvenes han participado de los goces, que luego juzgarán corrompidos, de la juventud de su generación y, con frecuencia tras un paso por la prisión, se radicalizan y recrean una fraternidad, una sociedad de hermanos, que pasa a ser su nueva familia. En esa nueva familia creen retomar la creencia que sus padres han adulterado. Pasan a ser así los auténticos creyentes. Este tránsito es el de la victimización, y la impotencia, a la omnipotencia de la nueva causa triunfante. A la fascinación por matar y morir.

Podríamos ver en esto un retorno del padre en su versión religiosa más feroz. Pero el Dios del Islam no es un padre, es Uno. El Islam separa la referencia a Dios de todo vínculo, incluso metafórico, a la paternidad: el Dios del Islam no engendra, ni es engendrado. No es el Dios padre que instaura el judaísmo, ni el Dios Trinitario de la religión cristiana. Se sabe que los jóvenes yihadistas occidentales hacen esforzados e inútiles intentos de convertir a sus padres al integrismo. Quieren ser más musulmanes que los musulmanes que sus padres son. La increencia en el padre los conduce a una sociedad de hermanos sin padre, a una fraternidad mortal.