«"Yo protesto" es duro porque dice las cosas descarnadamente»

C. C. / F. R.

GALICIA

VÍTOR MEJUTO

«Me distingue la libertad, lo más valioso que tiene un editor»

06 may 2016 . Actualizado a las 09:42 h.

«Siento un profundo afecto por los lectores de La Voz de Galicia, porque me siento muy identificado con ellos. Pienso en ellos cuando escribo. Trato de escribir lo que ellos dicen», comenta Santiago Rey, que añade: «Y creo que compartimos el miedo a que las cosas no vayan bien en un futuro, que caigamos en una serie de contradicciones que impidan que Galicia por fin salga algún día da longa noite de pedra».

-Alguna vez dijo usted que, repasando los artículos para el libro, había llegado a la conclusión de que muchas de las cosas que están pasando ya las había adelantado en esos trabajos. ¿Le gustaría haberse equivocado en algo?

-Me gustaría no haber acertado ni una sola vez. No haber acertado. Yo creo que el libro es como una especie de premonición confirmada. Me crea una sensación de incomodidad, porque no hay nada de lo que digo ahí que no se haya confirmado, nada. Además de algunas cosas que por prudencia me callé y ahora surgen, como el guerracivilismo.

-¿Por qué reúne y publica ahora sus artículos?

-Hace unos años vi que había llegado el momento de escribir cada tres o cuatro meses un artículo de carácter editorial. Surgió hace poco esta idea del libro, que yo hice mía, para justificar por qué La Voz de Galicia es así. Es así porque me han dejado hacerla los trabajadores de La Voz de Galicia, sin cuya colaboración no hubiese hecho nada. Y sobre todo porque me distingue la libertad, que es una de las cosas más valiosas en un editor. Yo no quiero nada que no sea hacer el periódico que hago. Por poder ser crítico. Lo llevo dentro.

-¿El libro es duro?

-Blando no es. Es duro porque dice las cosas descarnadamente, porque dice siempre las mismas, porque exige respuestas, porque desmonta posturas y discursos. Pero sé escribir mucho más duro, y no insulto. Y casi nunca nombro a nadie. Hablo en general. La vida me ha educado en la dureza. Pretendo ser la voz de la calle. La gente es víctima de esas injusticias. No me parece lógico que mi competidor no sea un colega. No me parece lógico que los obispos tengan medios de comunicación, que los bancos tengan medios de comunicación y que los políticos tengan medios de comunicación. No me parece normal. Ese es mi problema.

-En muchos de los artículos reunidos en el libro habla sobre el despilfarro del dinero público.

-Es una evidencia, y las soluciones están ahí. Tenemos diecisiete defensores del pueblo, una diputación por provincia, cadenas de televisión y de radio públicas, monstruos como la Ciudad de la Cultura... Son muchos millones sin una auténtica rentabilidad para los españoles. Corte usted todo ese despilfarro y verá el efecto en el déficit público. Añádale a eso la sangría de la corrupción. Hay que combatirla con eficacia. Veo corrupción tanto en permitir vergonzosos dispendios con fondos públicos como en meter la mano en la caja.

-En el libro dice que hay dos maneras de dedicarse a la política. Una, la política noble; la otra, la del político que cae en la mezquindad de utilizar los fondos públicos de forma perversa.

- Los políticos se quejan de lo mal pagados que están. Yo no digo que estén bien pagados, digo que si están mal pagados y ese es el problema, pues que lo dejen, porque tampoco tienen que estar mejor pagados. Tampoco es normal que el presidente de una comunidad autónoma tenga un sueldo seis veces el del nacional. No hay lógica.

-Algunos lectores perciben cierto pesimismo en sus artículos.

-Soy pesimista porque llevo más de cincuenta años trabajando y no veo que ante lo que está ocurriendo se actúe en consecuencia. Por ejemplo, y volviendo a un asunto que me preocupa mucho, es evidente que el nivel de la corrupción es escandaloso. Y no se reacciona ni con el suficiente vigor ni con la eficacia necesaria.

«Cuando no se escucha a los ciudadanos, sientes la necesidad de escribir»

-Tras un largo silencio como articulista, ¿qué fue lo que le impulsó a volver a escribir?

-Oír a las personas. Tratar de decir lo que se habla en la calle, en los cafés, en las cenas de los sábados, en la oficina. Y una frase con la que estoy en total desacuerdo, pero que me influyó mucho: eres el único que tiene valor para decirlo, los demás no podemos hacer nada. Ante situaciones en que no se escuchan las quejas de los ciudadanos, llega un momento en que sientes la necesidad de escribir y publicar.

-Habla de escuchar a la calle, del papel que están jugando los políticos, pero ¿cuál es el papel que tienen que jugar los ciudadanos?

-Si es verdad lo que me dicen, pues sumarse a eso. Decirles a estos señores que no están con ellos, que no van a consentir que esto siga así. Que no puede ser. Que no se puede hacer lo contrario de lo que se dice. Tenemos una historia que recuperar. Estamos muy mal en estos momentos. Muy mal. Hablo del mundo económico, de la Europa desnortada... hasta la Iglesia está desnortada. Algo tendremos que hacer.

-Pero cree que hay responsabilidad por parte de los ciudadanos.

-Claro, claro. Los ciudadanos nos hemos vendido por una autopista, por cuatro cosas. Yo no me quejo de las autopistas, ni me quejo de las redes viarias... pero no hay control.

-¿Hay en el libro algún artículo del que esté especialmente satisfecho?

-¿Satisfecho? Yo creo que hay uno, no sé si por oportuno o por valiente, o porque desgraciadamente acerté, hay uno que me emociona, que es el que dice que no sabe usted adónde va su voto. Se titula «Votemos». Y es que ha ocurrido algo alucinante. Tengo amigos que han votado a un partido determinado por fastidiar a otro o a alguien. Y no saben lo que han votado. No saber lo que van a hacer con tu voto no tiene sentido. Creo que ese artículo es especialmente significativo.

-¿Y un artículo que le haya dado algún quebradero de cabeza?

-De uno se han quejado hasta del título, Yo protesto.