Rosario Porto, una mujer que no soporta que la vean como una asesina

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

El qué dirán es lo que ha sido y será lo que de verdad le ha importado siempre a la madre de Asunta

31 may 2017 . Actualizado a las 14:42 h.

Hace días que Antena 3 anuncia un reportaje sobre el caso Asunta (Lo que la verdad esconde: Caso Asunta), que incluye, como gran gancho, una entrevista telefónica con Rosario Porto en prisión. «¿Cómo estás?», le pregunta el periodista. «Sobrevivo, que no es lo mismo que vivir, pero sobrevivo», responde ella. Una frase que ahora sabemos que pronunció al mismo tiempo que sisaba día a día pastillas de su medicación y planeaba un suicidio que no logró consumar pero que obligó a hospitalizarla.

Rosario Porto (Santiago, 1969) ha sido siempre una mujer frágil y poco equilibrada. La madre y asesina, junto a su exmarido, Alfonso Basterra, de su hija Asunta tuvo su primera depresión con 20 años, cuando se fue a estudiar Derecho a París. A los psiquiatras que la trataron durante la instrucción judicial del famoso crimen les dijo que no pudo soportar no ser nadie allí y que nadie la reconociera. Y es que ella sí era alguien en Santiago. Ni más ni menos que la hija de Francisco Porto, ilustre y adinerado abogado y cónsul honorario de Francia, y Socorro Ortega, profesora de Historia del Arte en la universidad compostelana. Vivir a la sombra de dos personalidades tan arrolladoras no fue fácil para ella. Uno de los dos informes médicos que le hicieron recogió: «La madre no se andaba con sutilezas con ella y eso a Rosario le afectaba en su yo hipervalorado e infligía heridas en su narcisismo. Con el padre la relación debió de ser más afectiva. Aparentemente lo tenía idealizado, mitificado».

Regresó a España y visitó a un psiquiatra en Vigo que la trató con antidepresivos y psicoterapia. En 1992 comenzó su relación con Alfonso Basterra, al que había conocido dos años antes a través de una amiga común. Tras cuatro años de noviazgo, se casaron y en el 2001 Asunta llegó a sus vidas. Fue la primera niña china adoptada en Santiago, un acontecimiento que les dio una notoriedad que siempre ha gustado a Charín, como la llaman sus más allegados.

Aquellos fueron los años más felices de Rosario Porto, pero duraron poco. En el 2009 sufrió una grave crisis e ingresó en una clínica mental tras autolesionarse. Ahí comenzó su caída libre. Padeció más crisis nerviosas de las que ya no consiguió recuperarse y el 14 de febrero del 2013 se divorció de Basterra porque tenía un amante con el que creía poder reconducir su vida y alcanzar una felicidad que su marido no le daba. Sin embargo, cuando ella le pidió dar un paso más en su relación, él, casado y con hijos, le contestó que estaban mejor así.

No es coincidencia que poco después acabase otra vez ingresada. Se sintió sola y a merced de Alfonso, que se ocupó de ella. Lo que pasó después probablemente no se sabrá jamás con claridad, pero el 21 de septiembre de aquel año Asunta aparecía asesinada en una pista de Teo muy cerca del chalé de la familia, que vivía no obstante en Santiago.

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Durante la investigación, en sus declaraciones ante el juez y en el juicio, Rosario exhibió siempre un comportamiento extraño. Histriónico. Fumaba y reía con los guardias civiles mientras registraban sus casas o lloraba desconsolada cuando el pueblo le gritaba asesina.

Porque eso es, ha sido y será lo que de verdad le ha importado siempre a Rosario. El qué dirán.

Ahora que sabe que ya casi nadie cree que no sea una cruel filicida, la cuesta se le ha empinado un poco más. No soporta que la veamos como la asesina que sigue sin admitir ser. Quizás solo confesar la verdad le daría la paz que le falta.