Cuando un día llegas a tu casa y ya no es tu casa

Brais Capelán A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Marcos Míguez

Antonio Vázquez regresó de Caracas a su casa en Lugo y descubrió que su vivienda había sido destrozada por unos okupas

03 may 2017 . Actualizado a las 17:03 h.

Abrumado. Desolado. Entristecido. Desamparado. A Antonio Vázquez se le escapan los calificativos de cómo se siente mientras recorre, habitación por habitación, la casa en la que pensaba instalarse junto a sus hijos en el barrio coruñés de Eirís. Hace un año que este hombre de 84 años, natural de Lugo, regresó de Caracas (Venezuela), donde vivía desde 1958. «Lo hice para poder operarme. Allí no hay ni para medicinas. También para cuidar de mi hermano, que ya ha fallecido», relata.

Su idea era que sus hijos pudiesen disfrutar de esta vivienda que adquirió junto a su hermano Vicente en 1982. Pero en noviembre los avisaron de que «se oía música y golpes» en el interior de ambas casas. Antonio acudió desde Lugo, donde reside junto a su hermana, y descubrió que en el inmueble -que consta de dos viviendas unifamiliares- había, al menos, cuatro okupas. Sin esperar acontecimientos, denunciaron los hechos y, tras la celebración del juicio a comienzos de este mes, el caso quedó visto para sentencia.

Pero para él el tiempo es una losa demasiado pesada. «Cuando regresé a Galicia, me enteré de que no iba a cobrar ni la pensión de Venezuela ni la de España. Después de 50 años cotizando, me vi sin nada. Fue la generosidad de mi hermana, que nos acogió en Lugo, la que nos libró de estar debajo de un puente», relata Antonio, que pretende que sus hijos vuelvan de Caracas y se instalen en A Coruña.

Cansado y angustiado por la espera, el lucense se desplazó el pasado viernes hasta la vivienda y descubrió que la residencia de la izquierda estaba vacía y con la puerta abierta, mientras que la otra continuaba ocupada. Por fin pudo entrar en aquella casa que tantos recuerdos le traía. Sin embargo, en su interior nada estaba igual. Los muebles habían sido arrancados, los cuadros y demás objetos habían desaparecido y los okupas habían dejado a su paso una serie de pruebas de su presencia. «No puedo describir lo que sentí al ver lo que los okupas hicieron con mi casa -no puede aguantar el llanto-. Una tristeza... El trabajo de toda una vida tirado por la borda. Me costó mucho trabajar allí -en Venezuela- para tener un poco aquí», afirma un emocionado Antonio Vázquez, que es incapaz de explicarse los propósitos de los okupas: «Si al menos hubiesen conservado la casa. Han actuado con una maldad inconcebible».

Plantación de marihuana

En la vivienda de la izquierda, los okupas tenían una plantación de marihuana de la que todavía quedan una maltrecha planta, macetas enumeradas, lámparas colgadas y productos químicos especiales en el baño. El parqué de esta habitación está totalmente levantado y, como en el resto de la casa, hay ropa y objetos pertenecientes a quienes residieron allí durante este medio año.

En la habitación principal, el hedor es nauseabundo. Allí dormía el perro que tenían los okupas, que fueron depositando sus excrementos en el patio trasero, desde donde se puede ver cómo tiraron uno de los colchones al jardín. Abajo, en el enorme salón, una notificación de un centro de menores con gotas de sangre seca decora una vidriera llena de cubertería. Sobre la mesa, una pipa utilizada para consumir droga, y en los baños, montañas de ropa sucia.

La oferta del okupa

En la otra vivienda, que sigue ocupada, vive aún una persona sudamericana, de 24 años. El viernes, ante la desesperación y tristeza de Antonio, le ofreció marcharse a cambio de mil euros. El lucense accedió y quedó en volver el lunes, ya que el okupa le pidió unos días para recuperarse de unas lesiones en los brazos. «Me dijo eso y cuando volví ya había metido a otras dos personas dentro. Tuvimos que cambiar la cerradura de la casa de la izquierda», relata Antonio, que ayer regresaba para tratar de pactar el desalojo de la vivienda restante.

Tras varias horas intentando hablar con el individuo, este le aseguró que se irá de la casa por 750 euros, lo que necesita para poder pagar la fianza de un piso. Sin embargo, a última hora todavía no se había producido esa salida pacífica y pactada, por lo que Antonio tendrá que regresar hoy en autobús desde Lugo para tratar de recuperar lo que le pertenece.

El cabecilla del grupo, con lesiones medulares tras un choque en Cambre

Por las dos viviendas adosadas de Eirís han pasado numerosas personas desde que fueron ocupadas el pasado año, a juzgar por los numerosos restos de ropa y desperdicios que hay en la casa de la izquierda. El que abrió las puertas era un joven pelirrojo al que el resto de los «inquilinos» conocían como Patrick. El único okupa que continúa residiendo en uno de los bloques confirmó ayer al propietario que este hombre, de nacionalidad irlandesa, se encontraba en el Chuac después de haber sufrido un accidente de tráfico en Cambre el pasado 21 de febrero. Los tres ocupantes del vehículo colisionaron contra un poste de hormigón, y el okupa resultó herido grave y con lesiones medulares de consideración. El dueño de la casa de Eirís afirma que sobre él existe una orden de extradición, pero su estado de salud impide ejecutarla.