Los viajeros de las líneas que cambiarán: «Que o van a sacar? Para nós é un fastidio»

Jorge Casanova
jorge casanova MELIDE / LA VOZ

GALICIA

Sandra Alonso

Los escasos viajeros de una de las líneas que cambiarán no saben que el bus que los lleva tiene los días contados

04 may 2017 . Actualizado a las 09:13 h.

Es la una de un cálido mediodía en Melide. Hay peregrinos por toda partes. Ajenas al tráfico xacobeo, tres mujeres esperan un microbús que las devolverá a su casa: «Como? Que o van a sacar? Pois para nós é un fastidio». Teresa tiene 45 años y coge una o dos veces por semana este autobús que la lleva desde su casa en Visantoña (Santiso) hasta Melide. Allí hace algo de compra, arregla papeles en el banco... sus recados. Se ha quedado a cuadros cuando le he dicho que el autobús tiene los viajes contados y que habrá una transformación en el servicio. «A min paréceme moi mal», interviene Asunción, de 84 años. Ella también espera con un par de bolsos bien cargados. Dice que el bus le hace mucho servicio desde que murió su marido. Antes iban y venían en uno de esos coches sin carné, pero ella no se ha atrevido a cogerlo. «Por moito que reclamemos, se non hai xente...», apunta Teresa, dando pie al conocido lamento en bucle que empieza por la despoblación del rural, la desaparición de servicios, el envejecimiento y de nuevo la despoblación. En este caso, más que desaparición será transformación, pero eso no evita que la señora Asunción acabe bromeando un poco: «¡Haberá que vir para Melide!». Pero enseguida lo piensa mejor: «Aínda que non temos cartos para pagar un piso. É que apretan moito».

Llega el autobús y las señoras se espabilan. La tercera pasajera es algo más joven. Se llama Claudia, tiene 39 años y va hasta el final del trayecto (un cuarto de hora de viaje). Dice que la eventual desaparición del servicio sería una gran contrariedad, aunque en realidad utiliza otro término más gráfico pero menos elegante. Trabaja de dependienta con un horario irregular, pero este autobús es el que le arregla las cosas: «No voy a dejar de trabajar. Si se acaba el autobús, habrá que buscar otra forma de venir», dice. La alternativa que se les ocurre a las tres es un taxi, claro. Como mínimo, doce euros, ocho veces más caro que el autobús. Así que quedan a expensas sobre qué solución se les ofrecerá finalmente.

El conductor saluda a sus pasajeras y acomoda el carro de la compra de una de ellas. Nos vamos. Ligeritos, que hay más servicios que hacer. Me entretengo hablando con Claudia, que explica que vive en el mismo lugar donde nació y que es donde le gustaría seguir, pero que no es fácil: «Al contrario, es muy difícil». En realidad, en un día tan luminoso como el de ayer resulta sencillo entender por qué vivir en Visantoña.

Lo normal es que no haya mucho más pasaje, excepto los jueves, que es día de feria. Estas pasajeras ya perdieron otro transporte cuando cerraron el colegio de Visantoña hace unos años y ya no pudieron aprovechar el bus escolar. El vehículo en el que viajamos, que funciona de lunes a viernes siempre que sean lectivos, es ya el último hilo que las conecta con Melide. La señora Asunción es la primera en bajar. El conductor se pasa unos metros de la parada, nada grave. El trayecto apenas ha durado diez minutos. Antes de otros diez ya estamos en el final del trayecto, donde se bajan las otras dos mujeres, seguramente dándole vueltas a la cabeza sobre qué va a pasar con el transporte a Melide.

Una recaudación que no supera los 10 euros al día

El servicio de Melide a Visantoña es circular y regresa a la capital del melindre tras tocar el límite provincial. Naturalmente, a la vuelta no vemos a ningún pasajero porque, en realidad, no tendrían ya forma de regresar hasta el día siguiente. Así que el autobús se convierte en un enorme taxi que nos traslada a la fotógrafa y a mí al punto de partida. El conductor sabe sobradamente que la línea va a dejar de funcionar: «A finales de agosto, seguramente». No hay mucho que explicar. En esa jornada, si exceptuamos nuestra presencia, el bus ha tenido una recaudación de diez euros y ha gastado un mínimo de tres en combustible. Ahora súmese el coste del mantenimiento, el seguro, el chófer y la amortización del vehículo y nos encontraremos ante uno de los negocios menos rentables del mundo: «Aquí, la única línea rentable es la que va de Lugo a Santiago. Es una línea larga con 20 o 25 viajeros por expedición. Las demás son ruinosas», dice el conductor. Y, por si no había quedado suficientemente claro en la conversación inicial con las pasajeras, el conductor muestra las praderías y los montes que atravesamos, para concluir: «Mire para ahí, esto antes era todo labradío. El rural se acaba».