Revolución en el rescate de náufragos

Á. M. Castiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

La Voz de Galicia

La Voz dedicó un reportaje a los modernos medios con los que la Sociedad Española de Salvamento estaba dotando sus nuevas estaciones en Galicia

13 may 2017 . Actualizado a las 11:57 h.

Lunes, 23 de noviembre de 1903

«La Coruña, Vigo, Muros, Corcubión y otros puertos gallegos acaban de ver cómo la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos atiende a sus filantrópicos fines, estableciendo en estas dilatadas y accidentadas costas ordenados servicios de socorro y salvamento o reorganizándolos allí en donde ya existían».

La Voz llevaba dos décadas reclamando atención a los problemas del mar. Denunciaba en un artículo de 1890, publicado con motivo del naufragio del Serpent en Camariñas, en el que murieron 173 marinos británicos, que las costas de Galicia se encontraban «sin medios de auxilio, sin comunicaciones, sin la vigilancia necesaria y hasta casi sin autoridades [...]. Como siempre, en el mayor abandono, en un abandono vergonzoso», en una situación «irrisoria dentro de la moderna civilización, porque los denuestos y los desprecios de los extranjeros hacia España son, por desgracia, justos».

Así que la entrada en servicio de nuevas estaciones de salvamento fue motivo de un reportaje en el que el periódico explicaba con qué medios contaban quienes velaban por la seguridad en el mar. Porque «natural es que se proteja a institución tan desinteresada y beneficiosa».

En él se destacaban los botes salvavidas, «construidos expresamente. Son agudos en los dos extremos, algo más de popa que de proa, y ambas son muy elevadas. Se atiende en ellos preferentemente a la insumergibilidad, a que evacúen fácilmente el agua que recojan, a su estabilidad [...] y a que una vez volteados puedan adrizarse fácilmente». Esto se conseguía por medio de «unas catorce cajas de aire [que] van debajo de la cubierta y otras tantas a las bandas debajo de las bancadas [...], de madera forrada o de zinc. A popa y proa llevan unos grandes tambores formados de cajas de aire o de planchas de corcho sobrepuestas [...]. Son construidos para el remo, su aparejo es solo auxiliar».

Los rescatadores disponían de «número suficiente de chalecos Ward e Isern, así como salvavidas Soliani y Martorelli, de grandes condiciones de resistencia y seguridad», además de «cajas de guías, boyas, rizones, remos, faroles, trípodes, bastones herrados, aparejos de tesar, andariveles, barriles de agua...».

Uno de los equipos más curiosos para la época era la canasta salvavidas, «un aro de goma y corcho con una bolsa de lona con dos agujeros para pasar las piernas. Se amarra al motón con un estrobo de cazonete que se pasa por los guardacabos del motón y del guarnimiento de la canasta».

Operación en Camariñas

Las estaciones contaban también con «lanzacabos Spandan. Este aparato lanza las guías por medio de cohetes [...]. A un chicote libre se engancha la guía. Para dar fuego al cohete, se emplea un fulminante cogido con unas pinzas de hierro en el extremo de una vara [...]. Los cohetes no pueden volver a cargarse, lo cual hace el aparato caro para ejercicios».

Pero su efectividad convertía lo oneroso en barato cuando se trataba de un rescate y no de un simulacro. Se demostraría en pocas semanas. El 11 de enero siguiente, en un punto próximo al lugar donde se había ido a pique el Serpent 13 años antes, embarrancó la draga neerlandesa Rosario núm. 2, con 15 tripulantes a bordo. Con un lanzacabos les «largaron una cuerda a los náufragos y estos pudieron ganar tierra a nado». Mientras, el barco «destrozábase contra la roca sobre la cual se hallaba. Su pérdida es total».

La Voz dedicaba un reportaje a los modernos medios con los que la Sociedad Española de Salvamento estaba dotando sus nuevas estaciones en Galicia