Las discrepancias entre Luís Villares y Beiras ratifican la fractura de En Marea

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

xoan a. soler

El portavoz consigue aprobar todas sus propuestas, aunque con escaso margen

16 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras el ruido que hicieron en los últimos días las caras más conocidas de En Marea y los críticos asiduos a las redes sociales, ayer fue una mayoría silenciosa la que le dio la victoria a Luís Villares. Pero fue una victoria pírrica, porque si bien en el plenario de En Marea fueron aprobados todos los documentos presentados por la línea oficial, las tesis del actual portavoz contaron con una fuerte oposición del grupo crítico, y sobre todo, con la oposición de un referente histórico, Xosé Manuel Beiras, que por fin puso sus cartas boca arriba y votó en contra del documento político oficial y a favor del de los críticos.

El distanciamiento entre Villares y Beiras fue un reflejo de lo que ocurrió a lo largo de toda la jornada en el Pazo de Congresos de Santiago, al que acudieron 500 de los 2.400 inscritos que tiene En Marea pero en el que hubo ausencias notables como la de los alcaldes de A Coruña, Xulio Ferreiro, y Santiago, Martiño Noriega -sí estuvo el de Ferrol, Jorge Suárez-. Cuando llegó el portavoz, en torno a las diez de la mañana, dijo que le parecería una «irresponsabilidade» que no se llegase a un acuerdo entre las dos partes enfrentadas, tendiendo una vez más la mano a los críticos para pactar un documento único. Pero no pudo ser, y en cierto modo ya lo vaticinó la llegada de Beiras, que se pronunció a favor del debate como esencia de la «cultura democrática». Y así fue. A última hora de la mañana se votaron los documentos políticos y el oficial se impuso, pero el de los críticos, Recuperar En Marea, contó con un 46 % de los votos. En total, 255 a favor del oficial, 194 en contra y 11 abstenciones. Villares trató, una vez más, de alcanzar un consenso y propuso incorporar el texto de los críticos al suyo bajo el argumento de que «hai máis coincidencias que diferenzas». Antón Dobao, encargado de defender la propuesta alternativa, no se negó a esa inclusión, pero la calificó de «chafalleira». «Nós temos unha maneira diferente de entender este espazo», puntualizó. 

Un juego de dos

La guinda la puso Beiras, que no disimuló su discrepancia con el discurso de Villares y levantó la mano para intervenir, pero no se le permitió por no admitirlo el reglamento del plenario. Total, que el fundador de Anova e impulsor de En Marea votó en contra del documento de Villares y a favor del de los críticos.

Lo ocurrido con el documento político se repitió con las demás votaciones. Los críticos presentaron enmiendas a la totalidad en casi todas las propuestas. Casi hubo consenso en el rechazo a la maternidad subrogada y una amplia mayoría en el visto bueno a la dación de cuentas de los diputados en el Congreso, que acudieron al plenario en el turno de tarde. En los demás puntos quedó claro que el sector crítico -capitaneado por la Marea Atlántica, la cúpula de Anova y Esquerda Unida- no iba a darle ni agua a Villares. La anunciada ausencia de Podemos redujo el debate a un juego de dos en el que se enfrentaron las dos tesis que surgieron entre quienes hace cinco años abandonaron el barco común del BNG; una que sigue apostando por el nacionalismo y se personifica en Villares y en Cerna, y otra, de carácter rupturista, con Yolanda Díaz, Antón Sánchez, Xulio Ferreiro y Gómez-Reino al frente.

Rafa Dopico, en nombre de los críticos, lamentó la división y la escasa participación en el plenario, y si bien no quiso descalificar directamente a Villares, recordó que «en Vigo estivemos de acordo 10.000 persoas; logo, 8.000 votaron polo candidato, e agora son 200 as que o apoian». Lamentó, además, que hace un año fuesen esos 10.000 los que trabajaban unidos «e agora estamos 200 contra 200».

El resultado del plenario no dejó a nadie contento. Ni siquiera Villares se vanaglorió de su victoria. Dijo que «non hai gañadores nin perdedores, gañamos todos», marcando distancias con el PP «que non ten debate interno». Pero también resaltó que su obligación era incidir en los puntos comunes: «Nun espazo de unidade é impensable pensar nun consenso do cen por cen», advirtió.