La redención de Smit tras su papel en el Prestige

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Parte del equipo de Smit que participó en el frustrado rescate del Prestige
Parte del equipo de Smit que participó en el frustrado rescate del Prestige No disponible

La firma holandesa demuestra con el Blue Star que sigue siendo la gran referencia en salvamento

11 dic 2019 . Actualizado a las 10:13 h.

Aún hay gente en activo en Marina Mercante y Salvamento Marítimo que tuercen la cara cuando se les menciona a Smit Salvage, la por otra parte mítica compañía holandesa especializada en rescates imposibles. El recuerdo de las tensiones que hubo con esta empresa durante el accidente del Prestige aún está muy presente. Primero llega este recuerdo, pero después admiten que son unos grandes profesionales. El rescate del Blue Star lo ha demostrado una vez más, pese a las diferencias del pasado.

En realidad, también eran unos reputados salvadores entonces, cuando intentaron por todos los medios refugiar un petrolero que estaba vertiendo fuel en una ría gallega con el objeto de salvar la carga y llevarse una suculenta comisión. Lo intentaron por todos los medios, pero el Gobierno de Aznar no cedió: el buque tenía que mantenerse a 120 millas de la costa española.

La doctrina del alejamiento del Prestige, que al final no fue castigada por la Justicia española -se consideró una opción legítima para defender la costa-, era innegociable. «No hubo diálogo en absoluto. No hubo ninguna posibilidad de discusión, por lo que nada se pudo hacer por el buque», declaró en el juicio el capitán encargado del salvamento del petrolero, el holandés Wytse Huismans. Después se supo que en la opción de refugiar del buque contaban con aliados en Fomento, altos cargos que cuestionaron la decisión del alejamiento y se reafirmaron en sus opiniones en el juicio.

Parece que en esta ocasión, con el Blue Star, sí encontraron un interlocutor más receptivo en la Administración marítima española. Aunque los dos casos no sean comparables en absoluto, la coordinación entre los servicios públicos y privados en operativos de salvamento es crucial. Pero hay situaciones en las que los intereses son divergentes.

El submarino fantasma

En la madrugada del 15 de noviembre del 2002, dos días después del accidente, el capitán de Smit y su equipo llegaron a bordo del Prestige. En un relato escrito por el propio Huismans, destacó la falta de colaboración de la tripulación, acongojada por la posibilidad bien cierta -ocurriría cuatro días después- de que el petrolero se rompiera. «El capitán -dijo sobre Mangouras- estaba totalmente asustado». También se hizo eco el capitán de Smit de la peregrina teoría del representante de la armadora del Prestige, que atribuía la avería inicial a una colisión con un submarino estadounidense.

En aquellos días presentaron un plan para refugiar el buque en el puerto de A Coruña, donde algunos significados cargos de la Administración marítima lo hubieran llevado. Se les dijo que no. Propusieron entonces la opción de Vigo. No hubo respuesta. Sus siguientes opciones eran Gibraltar y Cabo Verde, y el cambio de rumbo del Prestige hacia el sur obedeció a que ese país sí aceptaba el barco. Pero la singladura era demasiado larga para un buque herido de muerte. Huismans defendió en el juicio que el refugio habría salvado el Prestige.

El caso del Blue Star ha demostrado que la empresa que empezó en 1842 ayudando a los buques a atracar en el puerto de Róterdam, que extrajo el combustible del crucero Costa Concordia y que participó en el salvamento de decenas de buques -incluidos varios casos después del Prestige en España- sigue siendo la gran referencia del salvamento marítimo privado.