Un algoritmo al rescate del viajero rural

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Daniel Xardón lleva en su coche a estudiantes que viven en aldeas de la provincia de Ourense.
Daniel Xardón lleva en su coche a estudiantes que viven en aldeas de la provincia de Ourense. Paulo Solís

Las aplicaciones para compartir trayectos en coche simplifican y abaratan los desplazamientos de estudiantes y trabajadores que viven en la Galicia vacía

22 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El transporte público, especialmente el ferrocarril, ha abandonado en los últimos años algunas zonas rurales. Aunque la Xunta se esfuerza por que los autobuses sigan circulando por las solitarias corredoiras del interior de Galicia, debe hacerlo con grandes aportaciones de dinero público para que las empresas apuesten por unos recorridos que no serían rentables de no ser por estas subvenciones. La persona que quiere moverse desde una aldea del interior a una ciudad gallega se enfrenta a la escasez de frecuencias, los múltiples transbordos y el precio del transporte. De ahí que en los últimos años los viajes del pueblo a la ciudad, y viceversa, se hagan cada vez más mediante aplicaciones para compartir trayectos en coche.

Esta tendencia, detectada por empresas como BlaBlaCar desde hace varios años, se ha visto favorecida por el algoritmo bautizado como Smart Stopover, utilizado por esta compañía desde el 2018 y que facilita que los usuarios soliciten a los conductores puntos de recogida por los que vaya a pasar, sin que haya que hacer complicadas gestiones. «En Galicia la penetración del algoritmo ha crecido en los últimos meses de un 10 % a un 20 %, es decir, ahora supone uno de cada cinco viajes», explica Itziar García, directora de comunicación y relaciones institucionales de BlaBlaCar para España y Portugal. «Este modelo es una forma de luchar contra la España vacía, pues permite que pequeñas localidades que antes no tenían conexión directa ahora puedan tenerla. Al conductor le sale una alerta y puede pasar a recoger a esa persona con el mínimo desvío», explica.

Daniel Xardón, de 32 años, trabaja como profesor interino de Educación Física en un instituto de Meicende (Arteixo). Es originario de la aldea de Covelas, en Os Blancos, Ourense, a la que vuelve cada fin de semana. Utiliza esta aplicación para compartir viajes desde el 2016, cuando estuvo destinado en un centro educativo de Soria. Y suele hacerlo con personas que viven en pequeños núcleos rurales de la provincia de Ourense. «O que fago é recoller universitarios en Santiago. Algunha rapaza vai a Baltar, moi cerca da miña aldea, outra a Rairiz de Veiga...». Daniel valora el hecho de viajar con gente que comparte su cultura y su forma de ver el mundo. Con gente de pueblo. «Eles aforran moito en cartos e tempo, pois teñen que facer transbordos, esperar...»

Esta modalidad digital de auto-stop bajo pago le permite cubrir los gastos de peaje y de combustible, aunque es la empresa la que fija un precio con un cierto margen al alza o a la baja. La compañía cobra una comisión del 25 % por gestionar el contacto. «Eu teño 13 euros de prezo por praza, pero o problema é que non se teñen moi en conta as peaxes», asegura. Aún así, cubre los gastos que le ocasiona el viaje entre Arteixo y Os Blancos. La empresa explica que no solo tiene en cuenta los peajes, sino también el desgaste del vehículo, «lo que pasa es que estos conceptos no están desglosados».

Puntos de encuentro

Víctor Álvarez, estudiante universitario en A Coruña, pero natural de Ponferrada, realiza el recorrido entre ambas ciudades los fines de semana. «A veces sí recojo a gente de pueblos pequeños, como Bembibre o Fabero, pero en esos casos lo que solemos hacer es quedar en un área de servicio». Los padres, un familiar o un amigo los acercan hasta allí. La primera milla, por decirlo de alguna manera, corre a cargo de la familia. Víctor ejerce su primer año como conductor. Hasta ahora solo era pasajero. Una vez se quedó colgado en una autovía al fallar el coche de un conductor con el que quedó a través de BlaBlaCar. Daniel Xardón recuerda a alguna chica, estudiante universitaria, que se pasó durmiendo buena parte del recorrido. «Iso demostra a confianza coa que a xente viaxa nun sistema coma este», comenta.

La idea de BlaBlaCar surgió cuando su fundador, el físico y experto en computación Frédéric Mazzella, se quedó sin billetes de tren para volver a casa por Navidad. En el viaje en coche comprobó que la mayoría de los asientos de los vehículos con los que se cruzaba iban vacíos. «En Europa la media de ocupación es de 1,7 personas», recuerda Itziar García. La idea de sostenibilidad y eficiencia mostró el camino hacia el coche compartido, aunque la realidad de la pandemia haya trastocado también esto. «Nos piden que dejemos un asiento libre atrás», asegura Daniel, además de llevar gel hidroalcohólico, desinfectar el coche y ventilarlo de vez en cuando. Pero todos coinciden en que los que recurren a esta fórmula se sienten más seguros que en los modelos de transporte masivos, aunque el descenso generalizado en la movilidad también afecta al coche compartido. Está al 60 % en nivel de actividad.

El arte de conversar también fue un factor que alumbró la idea original de BlaBlaCar. El propio nombre hace referencia a esas charlas sobre ruedas que hacen más corto el viaje. «Aprendemos moito desas conversacións, pero case sempre terminamos falando de política», admite Daniel, que recuerda especialmente a un guardia civil que trajo desde Soria y que era un acérrimo defensor de Pablo Iglesias y de Podemos. «Pensei que era unha cámara oculta», bromea.