Galicia antes del Prestige: éxitos deportivos, conciertos de Julio Iglesias, burbuja inmobiliaria y menos poder adquisitivo

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Un tren regional pasa frente a un edificio en construcción en plena burbuja inmobiliaria: Julio Iglesias firma autógrafos en Lugo; Xosé Manuel Beiras, Emilio Pérez Touriño y Manuel Fraga conversan; el Deportivo celebra un gol en Milán.
Un tren regional pasa frente a un edificio en construcción en plena burbuja inmobiliaria: Julio Iglesias firma autógrafos en Lugo; Xosé Manuel Beiras, Emilio Pérez Touriño y Manuel Fraga conversan; el Deportivo celebra un gol en Milán.

La Xunta manejaba prácticamente la mitad de presupuesto que hoy, la tasa de paro era idéntica a la actual, la media de edad de la población era 5 años inferior y en la radio sonaba el «Aserejé» y Paulina Rubio

12 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los gallegos aún contaban en pesetas aquel noviembre del 2002. Hacían el cálculo mental al sacar el monedero por mucho que la moneda común llevase ya once meses en circulación. El propio Manuel Fraga se refería incluso a los decimonónicos reales para zanjar que su toma de posesión como presidente de la Xunta, un año antes y cada vez más rodeado de gaiteiros, no había costado «ni uno». Sería la última. Una bomba de relojería con bandera de Bahamas se acercaba al litoral transportando 77.000 toneladas de fuel. En apenas dos días, desatará unas de las mayores catástrofes ecológicas en la historia de Galicia, acostumbrada a mirar con preocupación al mar por los hundimientos del otros buques con cargas peligrosas como el Cason, el Urquiola o, más recientemente, el Mar Egeo. Las brechas del petrolero monocasco Prestige abrieron también las del Gobierno del histórico dirigente popular. 

Ya entonces, en los días previos al desastre medioambiental, los barones populares Cacharro y Baltar pedían desde las diputaciones de Lugo y Ourense un relevo democrático a Fraga, que en semanas previas se había referido a su sucesión al frente del partido. El hundimiento del barco supuso una movilización popular sin precedentes, que pintó la bandera gallega con chapapote y el lema Nunca Máis para levantarse contra el discurso de los ejecutivos central y autonómico, minimizando daños mientras las playas se teñían de negro. 

Todo giró alrededor del Prestige en los meses siguientes a la catástrofe en una comunidad que ya en los primeros días de noviembre del 2002 miraba al mar: pesqueros irlandeses bloqueaban la entrada de la flota gallega a sus aguas, agudizando una crisis comunitaria en la que el Gobierno español denunciaba que la protección de la zona era contraria al principio de libre comercio en la Unión Europea.

 Aquella mirada al mar también salpicaba también al cine, con la elección para representar a España en los Oscar de Los lunes al sol, en la que Luis Tosar y Javier Bardem reposaban las nucas en el asiento de la naviera que cruza la ría de Vigo. Meses antes, en los chiringuitos de las playas triunfaba el Aserejé, que hizo internacionales a Las Ketchup aunque de forma efímera. En noviembre, las canciones más escuchadas eran de Paulina Rubio y el dúo ruso t.A.T.u. Unos días antes, Julio Iglesias daba una gira por Galicia que le llevó a ser nombrado comendador del cocido en Lalín. «Me siento más gallego que nunca», dijo entonces ante un orgulloso Xosé Cuíña, conselleiro de Ordenación do Territorio. El libro más vendido ese año fue la trilogía de El Señor de los Anillos, coincidiendo con el estreno de la película Las dos torres

El deporte gallego solo daba alegrías. El ordense Iván Raña sonreía en la portada de La Voz desde Cancún como campeón del mundo de triatlón, con solo 23 años. En el fútbol, el Deportivo ganaba en San Siro al Milán para pasar a octavos de final de la Champions, mientras el Celta se clasificaba a la siguiente ronda de la UEFA en Noruega con Chacho Coudet, jugando como titular; veinte años después acabaría siendo entrenador, y destituido. El Breogán sumaba una temporada más en la ACB, terminando ese año en novena posición. Fuera de Galicia, la tenista Arantxa Sánchez Vicario sorprendía anunciando su retirada con solo 30 años. 

Las noticias de aquella semana

Quedaban aún varios meses para que Estados Unidos iniciase su operación militar en Irak, pero la guerra en Oriente Medio ya empezaba a cocinarse. El dictador Sadam Huseín criticaba la «injusta» resolución de la ONU sobre las inspecciones de armas del régimen, mientras el presidente estadounidense George Bush presentaba un plan de ataque sobre Bagdad con 250.000 soldados. El entonces delegado del Gobierno, Arsenio Fernández de la Mesa, pedía «tranquilidad» con la investigación sobre un caso que no se ha resuelto aún: la autoría del asesinato del director de calidad de Pescanova y su esposa con una bomba colocada en la puerta de su chalé. En unos días, todas sus explicaciones iban a ser para responder sobre la gestión del Prestige. 

En el Parlamento gallego se debatía sobre cómo articular la llegada de la alta velocidad ferroviaria a la comunidad, que desde julio estaba por fin conectada a Madrid por autovía tras la inauguración del último tramo de la A-6 en Os Ancares. La composición de la cámara autonómica era parecida a la actual, sobre todo por la presencia de tres únicos partidos. El PP gobierna hoy con un diputado más y el BNG es, como entonces, segunda fuerza, aunque con dos escaños más que entonces. De aquel período conservan sus asientos Diego Calvo, Corina Porro y Miguel Santalices, por el PP. La portavoz del BNG, Ana Pontón, entraría tiempo después en el Pazo do Hórreo en esa legislatura, en la que también accedió a su escaño Alberto Núñez Feijoo.

Algunos temas parecen cíclicos, como el de la caza del lobo que, en en este caso, autorizaba la Xunta hace veinte años, o el voto exterior. En noviembre del 2002, la precampaña de las municipales -serían en mayo del 2003- arrancaba entonces con la mirada puesta en Argentina, adonde viajarían políticos de la comunidad como el socialista Emilio Pérez Touriño y los populares Xesús Palmou y Ana Pastor a la caza del voto emigrante, además de otros 16 alcaldes a lo largo del año. Más de 281.000 electores gallegos residían fuera del país. 

Una Galicia más joven

Aquella era una Galicia más joven, menos dependiente de los servicios y con menor poder adquisitivo. El salario medio bruto roza hoy los 1.919 euros, según los datos del Instituto Nacional de Estadística publicados en septiembre. En el 2002 eran 1.100, que ajustados al IPC son unos 300 euros menos que ahora. La burbuja inmobiliaria engordaba en aquellas fechas. La sociedad de tasación Tinsa, líder en el sector, calculaba entonces que el precio por metro cuadrado de una vivienda en Galicia era de 903 euros, frente a los 1.189 de la actualidad. 

La hemeroteca de La Voz permite echar un vistazo a los precios que se pagaban entonces por las cosas. Un anuncio de Citroën expone al Saxo como su coche más económico, por un precio de partida de 8.533 euros, desglosando entre paréntesis la equivalencia en pesetas: 1,4 millones. El C5 es el más caro de la gama, por 15.390 euros -21.869 euros al cambio actual-. Se oferta también un ordenador de mesa con «un precio insuperable» de 1.200 euros (1.705 euros con el aumento de precios) y disco duro de 40 gigas -un teléfono móvil cuenta de serie con entre 64 y 128 gigas de almacenamiento hoy en día-.

La agricultura y la pesca pesaban entonces el doble. Más de 139.000 gallegos se dedicaban entonces al sector primario, el 12,8 % de los trabajadores frente al 6,2 % actual. Los obreros en la construcción eran también dos veces más, el 12 %. El sector servicios, que emplea hoy al 71,8 % de la población según los datos de la Encuesta de Población Activa, apenas englobaba a la mitad de los gallegos. El paro era prácticamente similar al 11,4 % actual. En el plano macroeconómico, la Xunta manejaba muchos menos fondos que hoy. El gasto consolidado en los Presupostos del 2002 no llegaba a los 7.000 millones de euros, recoge el IGE, mientras que el próximo año serán casi 13.000 millones.

En la comunidad vivían 45.000 personas más que en el 2021. Esos 2,73 millones de habitantes eran, en conjunto, más jóvenes. La media de edad era cinco años inferior a los 48 actuales. Nacía más gente y moría menos. El saldo vegetativo, la diferencia entre estos dos fenómenos demográficos, lleva siendo negativo desde hace más de 30 años. La resta era entonces de 9.026 muertos más que nacidos; ahora esa brecha supera los 18.000.

El envejecimiento de la población gallega provoca que los vecinos de la comunidad mueran por causas distintas. Los últimos datos del INE sitúan a la demencia como principal responsable de las defunciones, atribuyéndose al deceso de unas 2.500 personas. Hace 20 años, este trastorno ligado a la elevada edad de los pacientes era tres veces inferior. Las enfermedades cerebrovasculares fueron en el 2002 la causa más común, con 3.102 muertes.

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