Un mar de baches para adentrarse en las maravillas de las Fragas do Eume

ana f. cuba A CAPELA / LA VOZ

GALICIA

Carmen Blanco, la tabernera de Caaveiro, dándose ayer un «baño» para denunciar los socavones.
Carmen Blanco, la tabernera de Caaveiro, dándose ayer un «baño» para denunciar los socavones. JOSE PARDO

Calificado como el parque natural más bello en otoño, sufre el peor acceso

04 ene 2024 . Actualizado a las 16:43 h.

En vísperas de Nochevieja, Carmen Blanco, la tabernera de Caaveiro, a falta de neopreno, se enfundó unas mallas para despedir el año en las Fragas do Eume. Vestida de negro se zambulló en la piscina que se forma en alguno de los 153 baches que ella misma ha contabilizado en los ocho kilómetros del vial de acceso al monasterio, que parte de Pontedeume, discurre por Monfero y acaba en A Capela. «Tenemos baches tan hermosos como océanos, varios árboles equilibristas están a punto de caer y hay zonas inundadas desde hace meses, con grietas tan grandes como inquietantes», escribía entonces. Era su forma de protestar por el abandono del vial, que le ha obligado a cerrar el bar, el medio de vida de esta ferrolana de 60 años que estudió Derecho, carrera que ejerció durante apenas cuatro años, y se hizo actriz y tabernera.

«El agua estaba helada, y yo soy súper friolera, pero con tanto cabreo ya te da igual», comentaba ayer. Insiste en denunciar el estado del firme —«hay grietas que se van agrandando y dan miedo»—, que le impide trabajar. Desde el puente del Pilar hasta el 25 de noviembre cerró el negocio, por las lluvias incesantes y los efectos en la calzada. Esta autónoma volvió a echar el candado el 20 de diciembre, a la espera de un peritaje sobre el estado del vial, que ha contratado a un ingeniero de caminos, para justificar el cese de actividad. Blanco tiene la concesión prorrogada (por parte de la Diputación de A Coruña), pero «con la carretera en este estado es un peligro», subraya, para ella y sus clientes.

«Ya es Navidad en las Fragas do Eume», recordaba el 24 de diciembre, con un vídeo de felicitación en el que, vestida de Papá Noel, chapoteaba en los socavones de la carretera, una auténtica piscina en algunos puntos. Aquella mañana se preguntaba «qué sentido tiene que después de 40 años ocupándose de la carretera que da acceso a su parque natural, hace año y medio, la Xunta se declarase incompetente». También expresaba su incomprensión por el cierre de los puentes que atraviesan el río Eume, desde hace ya año y medio. «Para ellos, solo eres un daño colateral, una mosca en la sopa», concluía.

Este mar de baches conduce al corazón de las Fragas do Eume, que la revista National Geographic calificó hace poco como el parque natural más hermoso para visitar en otoño: «Los bosques que conservan las especies autóctonas multiplican sus matices en esta época del año, cuando robles y castaños pierden sus hojas y la tierra se cubre de un manto entre dorado y rojizo que contrasta con el verde intenso de los laureles y acebos».

Detalle del estado del vial.
Detalle del estado del vial. JOSE PARDO

El bosque soñado

Es el «bosque soñado» del que habla Turismo de Galicia: «Porque fraga significa bosque con árboles de diferentes especies. Robles y castaños forman el manto caducifolio, acompañados de abedules y alisos, fresnos y tejos, avellanos y árboles frutales silvestres; y de los perennes laureles, acebos y madroños. Todos forman una heterogénea selva en la que cada especie ocupa su lugar. Los alcornoques, por ejemplo, tienen en estas laderas orientadas al sur su límite septentrional en Galicia. En las riberas húmedas y sombrías se conserva una amplia colección de líquenes, musgo y helechos que son una de las joyas de los bosques climáticos como el del Eume, relictos de la Era Terciaria».

El destino de muchos visitantes es el cenobio, fundado como monasterio benedictino en el año 936. Solo en verano recibe a cerca de 40.000 personas. Hay varios caminos a pie, desde A Capela, y un único acceso en coche, desde Ombre (Pontedeume), que lleva semanas cerrado con una pequeña valla de obra desde la Alameda, aunque muchos se la saltan. En realidad, nada indica que no se pueda pasar, al menos hasta que aparece el primer bache.

Meses a vueltas con la titularidad de la carretera

En junio del 2021, la Consellería de Medio Ambiente informaba de varias actuaciones previstas en las Fragas do Eume: la instalación de un sistema de riego por goteo y la creación de una nueva senda de piedra para el jardín de los helechos, en la parte de atrás del centro de interpretación y recepción de visitantes de Ombre; el arreglo de los miradores del Eume (de los montes de Os Cerqueiros y Pena Cavada); y la mejora del firme de la carretera a Caaveiro, «de oito quilómetros de lonxitude». Cifraba la inversión total en 200.000 euros.

En julio del 2023, la delegada territorial de la Xunta en Ferrol, Martina Aneiros, visitaba la zona donde, anunció, iban a desarrollarse «os traballos que permitirán mellorar a accesibilidade e seguridade dos viandantes e pescadores, mediante a renovación do sistema de suspensión da ponte colgante de Cal Grande». El presupuesto rondaba los 100.000 euros y las obras iban a comenzar en el mes de agosto, pero el puente continúa cerrado.

La última vez que la Xunta rebacheó el vial de acceso a Caaveiro fue en el 2019. Desde entonces, el deterioro ha ido a más. Tanto que en Semana Santa el servicio de autobuses fletado por la Diputación se suspendió por la negativa de la empresa a circular por esta carretera. Tampoco hubo transporte alternativo en verano, cuando se corta el paso a los vehículos particulares para evitar el colapso del parque. La Xunta, que antes se ocupaba del mantenimiento, justifica su inacción actual porque «a estrada que vai da Alameda ata a ponte de Santa Cristina (Monfero) non pertence á rede de estradas de titularidade da comunidade autónoma de Galicia». Y asegura que «está a facer as averiguacións oportunas para confirmar a posible titularidade por parte dalgún organismo do Estado».

Hay quien recuerda que el Real Decreto 1535/1984, de 20 de junio, transfirió a la comunidad autónoma de Galicia «funciones y servicios» del antiguo Instituto de Conservación de la Naturaleza (Icona), que abrió en su día el hoy controvertido vial, por el que solo se puede transitar andando, eso sí, con botas de agua.