El sueño que mata al volante

José Manuel Pan
José Manuel Pan REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

El sueño pudo ser un factor decisivo en el accidente de Año Nuevo en O Pino.
El sueño pudo ser un factor decisivo en el accidente de Año Nuevo en O Pino. GUARDIA CIVIL

Tráfico encarga un estudio para conocer las causas de accidentes a los que los investigadores no encuentra explicación y que se vinculan a la somnolencia

06 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Son las diez de la noche. La Guardia Civil de Tráfico recibe el aviso de un accidente y un equipo de Atestados se traslada al lugar. Es una salida de vía, el siniestro más frecuente en las carreteras de Galicia, y también el que se lleva más vidas por delante. El año pasado, 49 de los 88 muertos en las carreteras gallegas viajaban en un coche que se salió de la vía. Es un siniestro terrible porque en una carretera de las de Galicia el vehículo suele acabar volcado o estrellándose contra una casa, un árbol o una tajea. Cuando la patrulla llega al escenario ya están allí ambulancia del 061. Pero no se puede hacer nada por la vida del conductor, único ocupante del coche, de 15 años de antigüedad y que está inclinado sobre un lateral. Tiene un golpe en la parte frontal, aunque no parece muy fuerte. Eso sí, el hombre no llevaba el cinturón de seguridad puesto, y eso le pudo haber costado la vida. Tampoco lo llevaban abrochado 16 de los muertos en accidentes en el 2022 en Galicia que iban en turismos y furgonetas.

En la calzada no hay marcas de frenada y los especialistas de la Guardia Civil de Tráfico no aprecian en principio un exceso de velocidad. Pendientes de la autopsia para saber si el conductor había ingerido alcohol o drogas o sufrió una indisposición, y del informe de llamadas para saber si se distrajo con el móvil, el accidente entra en el grupo de siniestros mortales que los investigadores de Tráfico vinculan con el sueño y con la fatiga.

Se calcula que alrededor del 7 % de los accidentes mortales de España tienen algo que ver con el sueño. Los estudios de Tráfico sobre los siniestros de la última década indican que cada año mueren 75 personas en España (7 en Galicia) por efectos del sueño en el conductor de alguno de los coches implicados en un accidente. Al presentar el balance de la siniestralidad en carretera del año pasado, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, adelantó el jueves que le había encargado al Observatorio de Seguridad Vial de la DGT un estudio detallado sobre esos accidentes «en los que no hay velocidad, ni alcohol, ni drogas, ni uso del móvil».

Son siniestros con un perfil definido: el conductor viaja solo y la salida de vía ocurre por la noche o después de comer. O al regreso de una noche de fiesta, donde el cansancio de la madrugada se mezcla con el alcohol o las drogas. Esa combinación es letal. «La peor hora ya no es solo la cercana a la medianoche. Detectamos muchos positivos a media mañana del día siguiente, cuando el conductor regresa a su casa tras pasar toda la noche de fiesta», advierte un guardia civil habitual en los controles de alcohol en los fines de semana. La del sueño es una de las hipótesis que explicarían el atropello mortal de un hombre en O Pino a media mañana del día de Año Nuevo. Según las primeras investigaciones, el coche se fue al lado izquierdo y no hay rastros de frenada. Podría ser uno de esos accidentes de los que hablaba el ministro, aunque en este caso se añade la alcoholemia detectada en el conductor.

Un trastorno peligroso

El del sueño no es un problema nuevo, «pero sí al que no le hemos dedicado la atención suficiente», reconocía el director general de Tráfico, Pere Navarro, en una jornada técnica celebrada en Madrid y dedicada específicamente al sueño como factor que incide en los accidentes. En ese foro de expertos se le dio a la somnolencia al volante la dimensión que merece. Antonio Esteve, del Instituto del Sueño AdSalutem, reveló que se trata de un trastorno que sitúa al nivel de una pandemia, porque el 30 % de la población española tiene algún problema con el sueño y un 45 % duermen por debajo de siete horas. Explicó que esa privación del sueño tiene efectos graves en el cuerpo humano: cardiovasculares, metabólicos, de fatiga y salud mental, y por supuesto, un mayor riesgo de accidente en la carretera, que puede multiplicarse por cuatro si el conductor ha dormido entre cuatro y cinco horas, o por once si el sueño fue de menos de cuatro horas. Carlos Egea, de la Unidad del Sueño de Vitoria, equiparó la falta de sueño al volante con conducir bajo los efectos del alcohol, y advirtió que las probabilidades de sufrir un accidente se multiplican por 30 cuando concurren ambos factores: sueño y alcohol. Y eso sucede con mucha frecuencia.

Los expertos ven poca concienciación social sobre el problema del sueño en general, y en particular, en la conducción. Un estudio de la Fundación Línea Directa destaca que la mitad de los conductores reconocen que se fuerzan para no cerrar los ojos pese a tener sueño, y que un 31 % confiesan haber tenido microsueños al volante, es decir, que se han quedado dormidos.

Proponen cinco medidas básicas para frenar la accidentalidad

El aumento de usuarios vulnerables fallecidos es una de las preocupaciones que expone el experto en seguridad vial Ramón Ledesma. Actual asesor de la consultoría Pons Mobility, Ledesma formó parte del equipo de la DGT que puso en marcha el carné por puntos, y destaca que los datos muestran una preocupante tendencia en la accidentalidad de los motoristas. Ledesma apunta cinco medidas básicas para frenar la siniestralidad.

La primera es visibilizar el problema con las motos potentes y de ocio, pues dice que su diseño genera comportamientos de riesgo. En segundo lugar, apuesta por aplicar el derecho de repetición contra el asegurado en los accidentes causados por el móvil. Advierte que todas las medidas de seguridad se esfuman cuando se usa el móvil. En tercer lugar propone adelantar la obligatoriedad de la luz de emergencia (no lo será hasta el 2026) para evitar atropellos al colocar los triángulos. De cuarto, plantea la digitalización y control de la circulación en las vías convencionales, mediante la fiscalización, la conectividad y la comunicación, «generando sensación de gran hermano». Por último, pide una campaña para aumentar la atención al volante y que la población sepa que conducir exige una atención concentrada y permanente.