«Queremos calidad, no tenemos abrelatas»

La Voz

LEMOS

Nacho y Javier dejaron su antigua vida en Madrid para hacerse cargo de la Rectoral de Anllo que abre su restaurante al público

29 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Nacho Morales y Javier Azuara son pareja, socios y compañeros de vida. Dos madrileños que en tiempos de crisis decidieron viajar hasta Galicia y aceptar el reto de gestionar la Rectoral de Anllo. Tras cinco temporadas al frente de esta casa de turismo rural han decidido abrir el restaurante al público.

-¿Por qué aceptó la gestión de la Rectoral de Anllo?

-Javi y yo vivíamos en Madrid, yo tenía dos trabajos y aún así era complicado vivir allí. Era la época de la gran crisis y en la capital había un ambiente triste, o te hundías o saltabas del barco, y yo decidí saltar. Me vine a Galicia con mi curriculum de jardinero buscando trabajo y me ofrecieron la gestión de la rectoral. Y aquí seguimos cuatro años después.

-¿Cómo conoció Galicia?

-Nos vinimos un verano de vacaciones porque una amiga tiene un barco en el cañón del Sil y nos invitó a pasar unos días. Vine sin conocer nada, no sabía lo que me iba a encontrar. Cuando vi la Ribeira Sacra me enamoré, no me quería volver a Madrid. -¿Usted vive en la rectoral?

-Sí, vivir en el campo es maravilloso. Fue un cambio radical venir de la gran ciudad aquí. La gente es diferente, más tranquila, sin agobios. La calidad de vida es totalmente distinta, es mucho mejor.

-¿Qué ofrece la rectoral de Anllo?

-Llevo gestionando la rectoral cinco temporadas, al principio nos dedicabamos solo al alojamineto, pero este año hemos decidido abrir el restaurante al público.

-¿Por qué ha tomado esa decisión?

-Antes solo podían disfrutar del restaurante los huespedes y nos parecía muy egoísta. Querémos que todo el mundo pueda disfrutar de esta maravilla.

-¿Qué ofrece el restaurante?

-Calidad. En la rectoral contamos con una huerta que trabajamos todos los días. Javi y yo somos urbanitas y decidimos apostar por la comida ecológica y natural. Aquí la gente está acostumbrada a tener su propia huerta, pero a los turistas les sorpende y les gusta mucho. Todos nuestros alimentos son de la mejor calidad, trabajamos con verduras y carne de la zona.

-¿Apuesta por la calidad?

-Por supuesto. Todo se hace en casa, no tenemos abrelatas. Los productos son frescos, el aceite de oliva, el zumo natural. Se gasta más dinero pero merece la pena. Los clientes salen contentos y eso es lo que interesa. Tenemos un menú por quince euros con embutidos caseros, empanadillas, entrecot y más productos para que la gente vea que para comer bien no hace falta gastarse un montón de dinero.

-¿Es difícil trabajar en una rectoral?

-Mucho. Hay que trabajar muy duro. Voy a Monforte todos los días a comprar los alimentos frescos. Pasamos mucho tiempo cuidando la huerta. Hay muchos trabajadores contratados porque sino sería imposible mantener esto. Hay que sudar mucho pero es lo que me gusta.

-¿Qué planes tiene para el futuro de la rectoral?

-Sobrevivir. Hay que vivir el presente. Pero en un tiempo, si todo sale bien, nos gustaría hacer bodas y celebraciones en la rectoral.