A por la tercera generación céltica

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Fernández Arroyo, Fernández Amado y Fernández Anidos, con el hermano pequeño del primero
Fernández Arroyo, Fernández Amado y Fernández Anidos, con el hermano pequeño del primero

Manuel Fernández Amado, su hijo y ahora su nieto han defendido la camiseta del Celta en diferentes épocas

28 jul 2016 . Actualizado a las 15:31 h.

El Celta cadete A ha incorporado este verano a Manu Fernández Arroyo. El nombre en sí mismo no dice mucho, pasará a ser uno más de tantos futbolistas que juegan y se forman cada año en A Madroa. Pero Manu, de quince años y formado en el Racing de Ferrol, es especial. Será la tercera generación de la misma familia que defienda la camiseta del Celta, algo que, que ellos tengan noticia, es inédito en el club. Le preceden su abuelo, Manuel Fernández Amado, y su padre, Manel Fernández Anidos.

Corría el año 1972 cuando el primero de ellos se incorporaba a la disciplina del Celta. Poco podía imaginar entonces que tiempo después un hijo suyo defendería los mismos colores y mucho menos que luego le tocaría el turno a su nieto. «Si ya aquello había sido una sorpresa, ahora más todavía. Es algo que me hace sentir muy orgulloso e ilusionado. Tengo muchos amigos en Vigo, viví una etapa muy especial y me supone una gran alegría», admite el abuelo, si bien le preocupa un poco que se vaya tan joven. Solo lo justo, porque «tiene la cabeza muy bien amueblada».

Ni él ni el padre han querido influir directamente en la decisión, pero son quince años oyendo hablar del Celta, yendo a Balaídos y siguiendo al club. «Tenía la opción del Deportivo y nosotros le dijimos que escogiera él. Que si se decantaba por A Coruña iba a poder seguir durmiendo en casa... Pero tenía claro que se iba al Celta, no había quien se lo sacara de la cabeza», cuenta Fernández Anidos. «Todo era ‘quiero ir, quiero ir y quiero ir’. Le vi tan convencido que supe que no había marcha atrás». 

Mamando celtismo desde niño

Manu ha mamado el celtismo en casa. Y lo que no le han relatado sus familiares, se ha encargado de investigarlo él. «Lo sabe todo. Ahora con Internet busca información y aunque algo no le haya contado, ya controla él todas mis andanzas», dice Amado. Con Anidos -que el año pasado le entrenaba en el Racing, del que procede- incluso ha vivido el celtismo de cerca. «Muchas veces que iba a jugar con el Celta de veteranos venía y lo dejaba allí entrenando con muchos de los niños con los que va a estar ahora. Entre eso y la selección gallega los conoce a casi todos y eso le va a ayudar».

Coinciden la primer y la segunda generación en que el nuevo talento, centrocampista, es muy diferente a ellos. «Él es más organizador, desplaza mucho mejor el balón y el físico también es diferente», analiza el abuelo. Según su hijo, Manu «tiene llegada, gol, disparo, y sobre todo visión de juego». Y coinciden en lo que sí tienen en común los tres Fernández: «La ilusión y la competitividad, la manera de vivir el fútbol queriendo ganar siempre».

Saben que Manu todavía es un cadete y que su prioridad tienen que seguir siendo los estudios - «saca todo sobresalientes», presumen-. Pero la ilusión de que pueda avanzar poco a poco y dar pasos que le conduzcan al primer equipo es innegable. «Tiene condiciones, pero que vaya para arriba o no depende de él, aunque no hay duda de que sería la ilusión de todos», admite Amado. Para el progenitor lo importante es que mantenga la actitud de disfrutar del fútbol y de querer mejorar que le ha caracterizado hasta el día de hoy. 

Comparaciones inevitables

Anidos asegura que desde el mayor de sus hijos comenzó a jugar al fútbol le preparó para saber que las comparaciones iban a estar ahí. «Es así, es la parte mala. Yo lo viví con mi padre y a él también le va a tocar. Lo lleva viviendo desde abajo, también por haber sido el hijo del entrenador en el Racing y creo que no le va a afectar». Así que para Manu solo hay parte buena: integrar la tercera generación de una familia de célticos con la vista puesta en llegar algún día al primer equipo.

Manuel en los 70; Manel en los 90 y ahora Manu

A lo largo de la historia del Celta ha habido varios ejemplos de parejas de padres e hijos que han defendido la camiseta del conjunto vigués en diferentes etapas. El más reciente hasta la fecha -sin tener en cuenta las categorías inferiores, con los hijos de Bacjetic y Giovanella- era el de Mazinho y Rafinha Alcántara, pero antes habían sido otros como los Mina, los Maric o, remontándose más en el tiempo, Yayo y Queco o José Antonio y Nacho Cantero.

El caso de los Fernández es inédito en la historia del club. Al menos que los protagonistas tengan conocimiento. No tienen noticia de ninguna familia con tres generaciones diferentes que hayan jugado en las filas del club. «Es una cosa muy curiosa y que no es nada fácil que se dé. Como para no sentirnos orgullosos de ver ahí al nieto», exclama el abuelo con gran satisfacción.

El padre señala que ha visto más de un caso de padres e hijos, sobre todo en la cantera, pero ninguno como el suyo. «Creo que somos únicos. Para Manu es un sueño. Habiendo jugado mi padre y yo, creo que eso le tiró mucho para querer llegar al Celta y por eso en cuanto se le presentó la ocasión no tuvo ninguna duda de que quería aprovecharla».

Consejos de abuelo

Ahora Manu está de vacaciones a la espera de comenzar una nueva etapa que le llevará a vivir en Vigo. Fernández Amado ha querido dejarle por libre durante las vacaciones, pero ya han quedado en hablar antes de que se vaya. «Esta semana hablaré con él e intentaré darle algún que otro consejo», dice. De todos modos, no piensa perderle de vista, como explica su hijo: «Está un poco fastidiado porque a partir de ahora va a tener que coger el coche para ir a verle, pero seguro que lo hará con gusto».

Cuando a Fernández Anidos se le habla de su hijo céltico como el pequeño de la familia matiza que todavía tiene uno más, que también juega al fútbol, de momento en el Racing de Ferrol. Quién sabe si con Manu se sumará a la lista de hermanos celestes en la que por ahora destacan los Djorovic o los Aspas, entre los más recordados de los que llegaron al primer equipo celeste.