Pionero del deporte guardés

Míriam Vázque Fraga VIGO

GRADA DE RÍO

José Carlos Rodríguez Barros creó el equipo de balonmano cuando el deporte estaba mal visto; luego fundó el A Cañiza y la peña celtista do Baixo Miño

26 may 2017 . Actualizado a las 16:11 h.

Presume José Carlos Rodríguez Barros, vigués afincado en A Guarda, de que se empeñó en hacer deporte contra viento y marea cuando «estaba muy mal visto» por la sociedad. «Se pensaba que si lo practicabas le estabas quitando tiempo a las obligaciones del trabajo o los estudios. Había un menosprecio generalizado y tenías que escapar y casi esconderte», recuerda.

Él comenzó en el balonmano a los 14, pasando por los equipos del Colegio Labor, San José, Pino, Santa Cristina o Bosco, entre otros. Pero luego se trasladó a A Guarda y no se quedó de brazos cruzados. No contento con jugar, se convirtió en el fundador de un club que este año celebra sus primeros 50 años de vida en pleno esplendor, un Guardés con el que continúa colaborando y de cuyos pasos no pierde detalle.

«Vine a A Guarda en el 67 y ayudaba en un colegio con las clases. Aquí apenas había deporte, plinto, potro y poco más. Empezamos a hacer balonmano en los recreos», rememora. En los pueblos solo se practicaba fútbol, hasta que a raíz de aquellos ratos entre clase y clase, fue calando la afición. «Empezaron los chavales por las calles a hacer torneos y después aparecieron un grupo de chicas que querían jugar», relata. Él tomó la iniciativa para ayudarlas a hacer realidad aquel sueño que a priori no era fácil de alcanzar. «Lo primero en aquellos tiempos era hablar con la sección femenina, porque antes de intentar cualquier cosa necesitabas su permiso».

Barros, que ejercía como entrenador y jugador, les expuso «todos los problemas que iba a haber», empezando por las cuestiones económicas. «Les dije que íbamos a necesitar dinero para viajar y se pusieron a buscarlo. Aquella misma temporada, la 1967/1968, ya empezamos a jugar». No fue fácil: «Si ya no estaba bien visto en hombres, en mujeres era todavía peor. Pero lucharon y lo consiguieron. Y yo con ellas, porque soy muy cabezón», admite.

El primer año, como era lógico, los resultados fueron discretos. Pero no tardaron en despegar. «Fueron jugando cada vez mejor. El nivel tampoco era muy alto, estaba comenzando en toda la provincia», apunta. Cuando formaron conjunto masculino, él mismo compaginaba las facetas de entrenador y jugador: «¡Entonces se podía!», exclama entre risas.

La mili interrumpió momentáneamente su vínculo con el Guardés. Y aunque esa unión sigue a día de hoy a través de su colaboración, en 1978 se desligó formalmente. «El club siguió adelante, añadiendo cada vez más equipos», cuenta.

Tampoco él dejó el deporte de lado. Se trasladó a vivir a A Cañiza y allí repitió la misma operación. Volvió a volcarse para crear la entidad de balonmano que lleva el nombre del municipio. «Empezamos otra vez con deporte escolar en el colegio y desembocó en el equipo. Quedamos campeones provinciales y luego ya nos federamos», señala. Más adelante entrenó también al Viña Costeira de Ribadavia.

Doble celebración

Barros ha visto orgulloso cómo el Guardés celebraba sus 50 años batiendo sus mejores registros en competición europea. Ahora prepara un libro sobre este aniversario y asegura sentirse muy reconocido por su contribución al deporte local. Pero no es su único aniversario: la Peña Celtista do Baixo Miño, que también fue una iniciativa suya, cumple 25 años. Y él, 70 de una vida marcada por el deporte, que ha inculcado a sus nietos, que practican remo.

«Todo lo que me aportó el deporte fue bueno: amistades, compañerismo, salud, sentirme bien, conocer sitios... Muchísimas ventajas. También sus cosas malas, claro, ¡pero a esas mejor no hacerles demasiado caso!». Y como se queda con lo bueno, le da un papel fundamental en su vida: «Era un aliciente para seguir, para estar contento. Me doy más cuenta ahora que en el momento de todo lo que me dio».