Un apretón de manos imposible

Ángel Paniagua / L. C. Llera VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Oscar Vázquez

Las palabras de Mouriño son la explosión de su pésima relación con Caballero

08 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Puede que la distancia entre Abel Caballero y Carlos Mouriño nunca haya sido más abismal que en este preciso momento, pero si el protocolo manda, el alcalde de Vigo y el presidente del Real Club Celta de -todavía- Vigo estarán sentados a escasos centímetros de distancia mañana a las cuatro de la tarde. Es probable incluso que sus codos se rocen en el reposabrazos del palco de Balaídos mientras evocan el simbólico codazo que ayer lanzó Mouriño a las costillas de Caballero: «No le diré cómo llevar el Concello, no me diga cómo llevar el Celta». Y si el equipo marca un gol al Eibar, a estos dos hombres que no están para compartir fiestas no les quedará más remedio que celebrarlo juntos.

Abel Caballero no ha querido que se sepa todavía qué opina de la noticia de que Mouriño ha decidido que el Celta se vaya de Vigo. Solo un dato: su gabinete confirmó a última hora de la tarde de ayer que el primer edil asistirá al partido de liga.

El alcalde suele ser expeditivo. No tiene problemas en llamar «patético mentiroso» a Alberto Núñez Feijoo -lo hizo ayer-, en acusar de «cómplice de la Xunta» al rector de la Universidad -lo hizo hace tres semanas- o en insinuar que la delegada del Estado en Zona Franca «quiere mantenerse en el cargo obedeciendo a Feijoo» -en innumerables ocasiones-. Sin embargo, el alcalde de Vigo nunca ha levantado el tono para referirse a su compañero de palco, Carlos Mouriño, con quien comparte generación (70 y 74 años, respectivamente) pero con quien no tiene ninguna sintonía personal.

Y eso que la guerra es larga. Quedó patente el verano pasado. Los retrasos en las obras de la grada de Tribuna pusieron en peligro el inicio de la liga en Balaídos. Incluso hicieron dudar de que la UEFA fuese a permitir jugar en Vigo los encuentros europeos. Todo derivaba de fallos en el proyecto, responsabilidad municipal. El Celta no dijo ni una sola palabra en público, pero dejó clara su postura con dos gestos: suspendió el torneo del club, el Quinocho, alegando que no se podía jugar en Balaídos y, cuando el calendario se echaba encima y el estadio no estaba todavía preparado, el club ni siquiera pidió a la Liga que el primer partido se celebrase fuera de Vigo. Era una manera de presionar al Ayuntamiento.

El mismo verano, el entorno de Carlos Mouriño empezó a preparar el terreno a conciencia. El primer paso fue una entrevista en La Voz en la que el presidente reconocía por primera vez que estaba pensando en marcharse. En la afición saltaron todas las alarmas porque, al fin y al cabo, Mouriño es el hombre que rescató a un club que se hundía y que ha logrado unas cuentas ejemplarmente saneadas. Pero el presidente lanzaba, de paso, un recado al Concello, el primero de muchos: se habían puesto palos en las ruedas de la ciudad deportiva. «Es mi gran desilusión», avisaba.

Ni habló entonces Caballero ni lo hizo cuando trascendió que Mouriño estaba negociando la venta del club a un grupo chino. Las conversaciones llegaron a estar muy avanzadas, pero Caballero, que habitualmente es una metralleta de titulares, guardó un cauteloso silencio.

Consciente del poder emocional que ejerce el Celta en la ciudad, el alcalde ha optado por el perfil bajo y ha tratado de reconducir la relación con el presidente céltico en privado. Carlos Mouriño estuvo al menos cuatro veces en la alcaldía en reuniones discretas con el alcalde desde que lanzó su órdago de vender el club. Abel Caballero trató de convencer al presidente del Celta de que sus planes eran equivocados: ni la venta del club a los chinos tenía sentido ni la venta del estadio municipal al club era legal. Pero las relaciones siguen siendo malas a pesar de que el alcalde ha abanderado la reforma de Balaídos con dinero público por 30 millones.

Por eso, hay que entender las palabras de Mouriño de ayer en clave de ruptura con el gobierno local. Y por eso todo indica que Abel Caballero, que es un general de batalla y no un comisionado de paz, prepara su ataque. Pero él es dueño de sus tiempos.

Mos se postula; Nigrán lo considera un disparate

La alcaldesa de Mos, la popular Nidia Arévalo, reiteró ayer el ofrecimiento del municipio al club. Arévalo recordó que hace meses los dirigentes del Celta mantuvieron una entrevista con el gobierno municipal. Se trataba de buscar una ubicación alternativa a la actual para que la entidad pudiese desarrollar su labor deportiva. «Les ofrecimos tres ubicaciones posibles conforme al Plan Xeral», indicó la regidora, que aseguró que desde entonces no han vuelto a mantener contacto con la directiva celtista.

Nigrán es otro municipio que figura en las quinielas para desarrollar un complejo futbolístico para el Celta. Sin embargo el alcalde de la villa, el socialista Juan González, asegura que el club no se ha puesto en contacto con él, a pesar de que uno de sus vecinos es directivo de la entidad celeste.

González señala que sería un despropósito hablar del «Celta de Nigrán» o del «Celta de Mos» y asegura que los nigraneses «seguiremos acudiendo encantados a Balaídos que está a solo quince minutos de Nigrán».

La oposición, en contra de que el club se deslocalice como una franquicia

El PP calificó como «gravísima para todos los vigueses» la decisión de Mouriño y Marea de Vigo opina que es «un farol». Ambos partidos valoraron de distintas forma las palabras del presidente del Celta. El PP aprovechó para arremeter contra el alcalde y Marea piensa que Carlos Mouriño lo que quiere es hacer negocio, al margen de los sentimientos.

«Hoy los vigueses hemos recibido la peor noticia posible, el alcalde está echando al Celta de Vigo», manifestó la portavoz del PP, Elena Muñoz. A su juicio, la paciencia tiene un límite, y en el Celta han aguantado «todo» al alcalde. En su opinión, han sido ocho años de promesas que nunca se han hecho realidad. Según Muñoz, el regidor ha estado jugando con el Celta y estas son las consecuencias. Ante el silencio del regidor exige al alcalde que sea valiente, no se esconda y que salga con luz y taquígrafos y de la cara y explicaciones «para este sinsentido». «En vez de llevar a de la mano a unos de los embajadores más importantes que tiene Vigo en todo el mundo solo le ha puesto palos en las ruedas», señala la concejala del Partido Popular.

Por su parte, el portavoz de Mara de Vigo, Rubén Pérez, opina que «lo único que quiere Mouriño es engordar el patrimonio» para «rentabilizar sus acciones» y vender el club. Para Pérez no existe margen legal para la venta del estadio al Celta y señala que no le gusta el tono «victimista» del presidente del club porque hay otras empresas como Citroën que tienen también una concesión.

A juicio de Pérez, si el club sabía que no era posible llegar a un acuerdo con el Concello «nos podíamos haber ahorrado el sainete de los últimos meses». Para Marea de Vigo el Celta no se puede deslocalizar de Vigo como si fuera una empresa o una franquicia de Estados Unidos.