La Explanada de las Mezquitas, un conflicto tan político como religioso

Javier Martín EFE

INTERNACIONAL

Israel cierra el santuario por primera vez en 40 años debido a la creciente tensión en los barrios árabes y el casco viejo de la ciudad

30 oct 2014 . Actualizado a las 20:16 h.

En un artículo publicado este jueves, Nahum Barnea, uno de los periodistas más reputados de Israel, recordaba que cuando en 1967 el general israelí Moshe Dayan negociaba el estatus de la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo, los judíos no rezaban allí. Y no lo hacían porque legalmente está prohibido. Según las leyes judías es un espacio que no se debe pisar por temor a profanar el Sancta Santorum, y vedado hasta que el mesías construya el anhelado Tercer Templo. «La prohibición religiosa judía de hacerlo facilitó que Dayan entregara el control del Monte del Templo a la oficina de asuntos religiosos musulmana (Wafq), bajo la supervisión y la presencia de la Policía israelí», señaló Barnea.

Un estatus que representaba una continuidad en el tiempo, ya que la gestión de este área ha estado casi siempre en manos islámicas desde que en el siglo VII, Amr ibn al As conquistara la ciudad santa. Y que desde hace apenas unos años, radicales de ambas religiones pretenden cambiar en su propio beneficio, a veces incluso contra los preceptos religiosos. «A lo largo de los años, los fanáticos de los dos lados tratan de cambiar las normas del juego, el jeque Raed Salah por una parte y miembros de las organizaciones judías clandestinas, pero las reglas se mantienen», subrayaba Barnea. Uno de los que más han luchado en el bando judío es el rabino Yehuda Glick, a quien anoche un presunto pistolero palestino trató de asesinar a tiros al termino de su conferencia «Israel vuelve al Monte del Templo».

Pelirrojo, su figura era una presencia habitual en torno a la explanada que precede al Muro de las Lamentaciones, último vestigio del segundo Templo destruido por el general (y luego emperador) romano Tito en el año 70 y lugar más sagrado del judaísmo. Glick, rememoraba Barnea, se presentaba como guía turístico y siempre tenía problemas con la policía, que le impedía subir y trataba de alejarlo de la explanada, ya que su presencia generaba protestas. «Su misión en la vida era quebrar el estatus quo del Monte del Templo. Otros han trabajado para el mismo objetivo durante años, pero ninguno de una forma tan adictiva como lo hacía Yehuda Glick», agregaba. Una pasión que llevaba a los pasillos del Parlamento israelí, que había contagiado a líderes de la ultraderecha nacionalista y sionista, y que ahora Barnea cree ha devenido en un verdadero peligro. «Esto es malo y preocupante. De todos los lugares de Jerusalén, el Monte del Templo es el más sensible, el más cargado y el más peligroso», subrayó en el diario Yediot Aharonot, el de mayor tirada en Israel. «Tiene la capacidad de convertir nuestro conflicto nacional en una guerra de religión. Es mejor dejarlo de lado: esta pira debe ser extinguida, no se debe poner más fuego sobre ella», advirtió. Un aviso que este jueves volvieron a obviar los líderes de ultraderecha, inscritos en el gobierno, que pidieron al primer ministro, Benjamin Netanyahu, modificar el estatus quo en respuesta al ataque contra Glick, quien se debate entre la vida y la muerte.

Desde que en 1994 Jordania e Israel firmaron un acuerdo de paz, estas quince hectáreas en el corazón del casco antiguo están bajo supervisión del ministerio de Asuntos Religiosos hachemí. En su cima destacan la Cúpula dorada de la Roca y la mezquita de Al Aqsa. Según la tradición musulmana, desde allí el profeta Mahoma partió a lomos del caballo mitológico Buraq para su visita mística a los cielos. Lugar de peregrinación durante siglos, es uno de los espacios en los que sueña rezar cualquier musulmán. «En los últimos años, un cambio tuvo lugar por la parte judía: religiosos sionistas comenzaron a visitar el monte del Templo. Ellos mismos se eximieron de la prohibición religiosa y algunos de ellos eligieron rezar ahí y enfrentarse al Wafq y a la policía», recuerda Barnea.

Las subidas, cada vez más recurrentes y custodiadas por la policía, desataron las protestas de los musulmanes, que las consideran una provocación. Y han elevado la tensión en torno a este pedazo de tierra que los judíos anhelan pero que los religiosos ultraortodoxos y la mayoría de los laicos se abstienen de pisar. Una tensión que se ha duplicado en los últimos meses y que ha llevado al gobierno israelí a impedir sucesivamente el rezo a los menores de 40 años, después a los menores de 50 años hasta el cierre absoluto al rezo musulmán. «Es la primera vez que el santuario está cerrado para los que rezan. No podemos entender esta escalada de las autoridades israelíes contra nuestros lugares sagrados. Es un paso muy peligroso que solo añade gasolina a la pira que ha comenzado a arder en la ciudad vieja», afirmó el jeque Azam Tamimi, responsable religioso de la explanada.