Sarna, cucarachas y hacinamiento en los centros de refugiados

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

ARMEND NIMANI | AFP

La UE reconoce de forma oficiosa que faltan equipamientos, personal y fondos en los lugares de identificación

02 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Un escenario «humillante y degradante» es lo que se encontraron los miembros de Médicos Sin Fronteras (MSF) a su llegada al centro de acogida de refugiados de Pozzallo, al sur de Sicilia (Italia) en febrero de este año. Han pasado nueve meses y la organización denuncia la «absoluta falta de diligencia» de las autoridades italianas para solucionar las graves deficiencias detectadas. No es el primer caso, ni el último. 

La humedad y el moho en las paredes conforman el paisaje habitual del centro de Pozzallo, salpicado por los grandes charcos que se forman al filtrarse el agua a través de las múltiples grietas del techo. Los residentes conviven en un ambiente de hacinamiento. El recinto fue concebido en el 2008 para acoger a 220 personas como máximo, una cifra sobrepasada por la enorme crisis humanitaria que asola al sur del Mediterráneo.

En estas condiciones, se multiplican las enfermedades. Sarna, infecciones gastrointestinales y traumas físicos y psicológicos ponen en aprietos al personal sanitario, que no dispone en muchas ocasiones de botiquines básicos ni agua caliente para atender las dolencias de los refugiados. Todas las estancias están invadidas por los insectos: «Las áreas del centro, incluyendo la de tratamiento médico, están infestadas de cucarachas. Pueden transmitir enfermedades», denuncian en su informe, donde también se alerta de la falta de voluntad de las autoridades a la hora de informar a los desplazados de sus derechos y de los procedimientos legales a seguir para demandar asilo. Algunos menores pasan semanas sin salir del recinto y se le priva de su libertad, lo que deriva en cuadros de ansiedad y estrés e incluso autolesiones. «No se respeta la dignidad humana», concluyen.

A pesar de las buenas palabras y las cumbres frecuentes, los líderes europeos han hecho muy poco para revertir la situación en los centros de acogida y en los de identificación de migrantes, quienes alertados por los compañeros y persuadidos por las mafias, prefieren no solicitar asilo y continuar libremente su camino hacia los países del norte de Europa. Fuentes del Consejo reconocen que los «hotspots» siguen siendo una coladera: «Hay deficiencias. Falta personal, preparación, equipamientos suficientes, fondos y campañas para persuadir a los migrantes. En el caso de Grecia también falta un marco legal sólido». Las cifras son muy reveladoras. Del 50% de los desplazados que se adentran en los Balcanes y que podrían beneficiarse de la protección internacional, solo un 10% acude a solicitar asilo a su llegada.

La espera en Bruselas, de noche y al raso

El Gobierno del primer ministro belga, Charles Michel, quiere evitar a toda costa situaciones como las de Pozzallo o como las que se vivieron en los últimos días en los alrededores del centro de extranjería de Bruselas, cerrado a cal y canto durante los cinco días que duró la alerta máxima por amenaza terrorista en la capital. Allí centenares de demandantes de asilo esperan de noche y al raso su turno para tramitar las demandas de asilo. Los centros de acogida en la capital están al límite de sus capacidades. Por este motivo el Gobierno anunció para el próximo mes de enero un plan de cuotas obligatorias de reubicación. Al menos 5.000 asilados serán repartidos entre todas las comunas belgas bajo pena de sanción para las que no cooperen. En la práctica se crearán esas plazas y se sumarán a las 30.000 ya existentes. Para el criterio de reparto tendrán en cuenta el volumen de población (35%), los ingresos netos (20%), las plazas de acogida creadas (30%) y el volumen de personas que se benefician de ayudas a la integración (15%).